Cuando no queden más estrellas que contar



Me pasé la noche sentada en la cama, incapaz de dormir. Me culpaba por lo que había ocurrido con Lucas unas horas antes y, al mismo tiempo, sentía que tenía motivos más que suficientes para estar cabreada con él.

Decepcionada, dolida y muy triste.

Y estaba cansada de caminar en círculos. De sentirme rara, incómoda en mi propia piel. De esa mezcla de temor, confusión y ansiedad. Un manojo de emociones enredadas que no podía deshacer y que me hacían sentir perdida, como si estuviera presente y a la vez en ninguna parte.

Oí ruidos y voces fuera del dormitorio y me levanté. Abrí la puerta y escuché para asegurarme de que no molestaba. Avancé por el pasillo de aquella casa que no conocía y me asomé a la cocina. Encontré a Matías envuelto en un albornoz y a Rubén, aún en pijama, sentados a la mesa. Conversaban en voz baja, con las cabezas muy juntas y las manos entrelazadas. Se sonreían de un modo que yo comenzaba a envidiar.

—Hola —saludé desde la puerta.

Alzaron la vista y me miraron.

—Hola, mi ni?a. ?Cómo estás? —me preguntó Matías.

Encogí un hombro e hice una mueca triste.

—Vamos, siéntate, no hay nada que el café no arregle —me dijo Rubén mientras se ponía en pie y encendía una cafetera de cápsulas—. ?Con leche?

—Solo, si no te importa.

—?Me preparas otro a mí? —le preguntó Matías.

—Te bajo la luna, si me la pides así.

Matías le lanzó un beso y yo me derretí.

De pronto, el teléfono de mi amigo comenzó a sonar. Se levantó y desapareció en el pasillo. Enseguida regresó hablando con alguien.

—Está bien, la tengo aquí delante... Hemos dormido en casa de Rubén... —Matías me miró y vocalizó el nombre de Antoine. Alcé las cejas con un gesto inquisitivo—. Pues dile que está bien, conmigo... Vale... Nos vemos en el ensayo.

—?Qué pasa?

—Lucas está en mi casa. Ha aparecido por allí, parece que lleva horas llamándote.

Noté que la vida abandonaba mi rostro y me lo tapé con las manos.

—Lo apagué anoche.

—Antoine dice que ha llegado bastante agobiado porque no sabía dónde estabas. —Se sentó frente a mí y me miró. Rubén colocó las tazas en la mesa y se marchó con la excusa de darse una ducha—. ?Qué pasa, Maya?

—Lucas y yo no estamos bien. Nos hemos distanciado mucho y creo que se ha acabado.

—?Estás segura de eso?

—?No, claro que no! Pero tampoco veo una solución. Fuiste testigo de lo que pasó anoche.

—?Te refieres a las llamadas? —Asentí con una risita fingida, que acabó transformándose en un sollozo—. Te entiendo, hasta yo me agobié.

—Y luego pasó de mí y salió corriendo en cuanto su ex lo llamó y se puso a llorar.

—Eso no estuvo bien.

—Me sentó fatal que se marchara, y me sentí aún peor al molestarme que lo hiciera por ese ni?o. ?Un bebé, Matías, que no tiene la culpa de nada!

—Tú tampoco la tienes, nena. Y en tu lugar, yo estaría igual. Todo esto no tiene pies ni cabeza.

—?Cuánto hace que regresamos, un mes y medio?

—Sí, más o menos.

—Pues durante todo ese tiempo, Lucas no ha hecho otra cosa que salir corriendo cada vez que su familia abre la boca. Se levanta cuando se lo dicen. Se sienta cuando se lo ordenan. Se pasa los días en esa oficina, pegado al teléfono, haciendo recados, solucionando problemas... —Me ahogaba y tomé aire—. Y sé que es su familia y que debería entenderlo y respetarlo. Lo haría si él quisiera hacer todas esas cosas por propia voluntad, pero ?es que no quiere! Sé que no quiere.

—?Cómo que no quiere?

—Ya te dije que su familia es complicada.

—Todas lo son, en cierto modo.

—Esta es de película de miedo, te lo juro, Matías. Y su ex... Esa tía es mala, y no lo digo porque esté celosa. Es que ha jugado con Lucas toda su vida, le ha hecho cosas horribles y él ha vuelto a dejarse manipular como un idiota.

—?Dices que ha vuelto?

—?Por qué crees que se largó de Madrid hace dos a?os? Tocó fondo y salió huyendo de todos ellos.

Le conté a Matías todo lo que Lucas me había revelado sobre su familia. Sabía que no estaba bien hacerlo, pero yo necesitaba sacarme de dentro lo que me estaba torturando desde hacía semanas, y confiaba en mi amigo más que en mí misma. Así que le hablé de la infancia de Lucas, de la enfermedad de su padre y de cómo él se había sentido responsable de ese ataque cardíaco, que casi le cuesta la vida. Alucinó con la parte de Claudia y, mientras le contaba lo del embarazo y los resultados de los test genéticos, no dejó de resoplar y maldecir.

—?Y crees que la historia se está repitiendo?

—No lo creo, estoy segura.

—Tienes que hablar con él.

—?Crees que no lo he intentado? Pero solo me pide tiempo, y eso es justo lo que ya no tengo. No puedo pasarme la vida esperando a que él reúna el valor para enfrentarse a su familia. Vivo de prestado en su casa, no tengo trabajo... —Se me escapó un suspiro entrecortado—. No puedo estar así indefinidamente, por mucho que lo quiera.

Matías se inclinó sobre la mesa y buscó mis ojos con los suyos.

—?Lo quieres?

—Mucho.

—?Y aun así vas a romper con él?

Las lágrimas que trataba de contener se derramaron de golpe.

—?Romper qué, Matías? Sé que lo parecemos todo, pero... no somos nada en realidad. Nada. —Se me quebró la voz y tuve que tomar aliento—. él elige cada día que sale por la puerta, y no es quedarse conmigo.

—Dile todo esto, tal y como me lo has dicho a mí. Dile que lo quieres y que te duele perderlo de este modo.

Sacudí la cabeza, rechazando esa posibilidad.

—No puedo.

—?Por qué?

—Porque llevo toda la vida mendigando afecto, esforzándome por merecerlo y perdiéndome en ese camino. Por una vez, necesito sentir que importo. Quiero ser la prioridad de alguien y que me lo demuestre, ?entiendes?

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