Cuando no queden más estrellas que contar

Mis mejillas se transformaron en dos llamas. No pude evitarlo. La simple idea de que mis braguitas fuesen un tema de conversación me hacía querer esconder la cabeza como un avestruz.

Giulio le dio un codazo y sacudió la cabeza. Me dedicó una sonrisa de disculpa.

—Dante es mi marido.

??Su marido?!

—Hacéis una pareja preciosa, ?cuánto tiempo lleváis juntos? —logré decir.

No me llegaba el aire a los pulmones.

Dante frunció el ce?o, pensativo, y miró a Giulio.

—Doce a?os, creo...

—Trece —lo corrigió Giulio.

—Sí, trece, aunque solo cuatro de casados.

—Vaya, es mucho tiempo.

—Casados de forma simbólica, en Italia no está permitido el matrimonio homosexual —se?aló Giulio.

—No lo sabía.

—A nosotros no nos importa, no necesitamos el permiso de nadie.

Se miraron y pude verlo en sus ojos. Se adoraban el uno al otro. Pude sentirlo en sus cuerpos, en la forma en que buscaban tocarse, cómo se agarraban de la mano. Estaban enamorados. Sentí algo muy bonito al verlos tan unidos y, al mismo tiempo, amargo.

Marco apareció con una bandeja repleta de verduras y unas parrillas, y yo aproveché esa distracción para alejarme.

El corazón me latía muy rápido y me costaba respirar. Giulio era gay. Estaba casado y mantenía una relación estable desde hacía mucho.

?Y si me había equivocado? ?Y si había visto en esas fotos solo el reflejo de mi deseo?

Apreté los párpados con fuerza y me reprendí a mí misma. Una cosa no tenía que ver con la otra. La posibilidad de que mi madre y él hubieran podido estar juntos existía, y yo quería saber la verdad más que nunca.





20




—No hagas que me sienta más estúpida —lloriqueé.

Al otro lado del teléfono, Matías suspiró entre risas.

—Es que es una pregunta estúpida, Maya. Por supuesto que puede ser gay y también tu padre. —Hizo una pausa—. ?Sabías que mi primera vez estuvo a punto de ser con una chica?

Captó toda mi atención. Me incorporé y me quedé sentada en la cama con el teléfono apretado entre los dedos.

—Eso no me lo has contado.

—Fue a los dieciséis. Durante el verano que pasé en Gijón con mi abuela. Un día le insinué que me gustaban los chicos y no se lo tomó muy bien. Es una persona religiosa y comenzó a hablarme de que Dios había creado al hombre y a la mujer para estar juntos, que todo lo demás eran perversiones, que si el pecado de la lujuria... —Se le escapó una risita que sonó muy triste—. Se cargó la poca seguridad que tenía en ese sentido y empecé a comerme la cabeza. Creí que salir con una chica sería la solución y entonces apareció Paula. Yo le gustaba, lo dejó muy claro desde el principio, y nos enrollamos.

—?En serio? —pregunté, y no porque lo pusiera en duda, sino porque Matías siempre me había parecido muy seguro de sí mismo y de su orientación. Jamás lo había visto mirar a una chica de ese modo.

—Sí, nos enrollamos, y una noche estuvimos a punto de hacerlo. Me rajé en el último momento, pero podría haber pasado.

—Vaya...

Fui a la cocina y me serví un vaso de agua. Me lo bebí a sorbitos, mientras miraba el cielo a través de la ventana abierta y Matías continuaba hablando:

—Hay personas que tardan en descubrir qué les gusta, y otras que lo saben desde el principio y lo ocultan tras relaciones heterosexuales. Lo hacen por puro miedo al rechazo o porque no se aceptan a sí mismos. Ese tío, Giulio, pudo acostarse con tu madre, dejarla embarazada y ahora haberse casado con otro tío.

—Lo sé.

—Entonces, ?qué vas a hacer?

—Seguir aquí hasta que encuentre el momento oportuno para hablar con él.

—Y por lo que veo, no tienes mucha prisa.

Fui al salón y me tumbé en el sofá. Lucas se había marchado antes de que yo me despertara y la casa se encontraba sumida en un silencio acogedor. Era agradable disfrutar de un espacio para mí sola.

—Me gusta este sitio, Matías. Es como estar en otro mundo donde el tiempo discurre de forma distinta, más lento y tranquilo. Aquí todo es tan diferente, y la gente... Las personas que estoy conociendo son geniales y la familia de Giulio... No te haces una idea de cómo son, no se parecen en nada a la mía y es un alivio. Imagina que Catalina resulta ser mi abuela, es una mujer maravillosa. —Se me escapaba la risa, incapaz de contener la emoción que se concentraba dentro de mí—. No creo que pase nada si lo aprovecho y me dejo llevar un poco, ?verdad?

—Claro que no, pero ten cuidado. Hay tantas posibilidades de que sea tu padre como de que no lo sea, y no quiero que te ilusiones demasiado. Por si acaso.

—Tranquilo, sé lo que hago.

—Bueno, y ahora háblame de lo importante. Ese tal Lucas, ?está bueno?

Me cubrí los ojos con el brazo y resoplé.

—No pienso responder a eso.

—Así que está ca?ón. Esto mejora. Sé que ya eres mayorcita y no necesitas que te recuerde que debes ser precavida, pero usa condón y no te metas nada en la boca.

—?Matías!

—?Qué? —replicó en tono inocente—. Has repetido su nombre unas treinta veces en los primeros cinco minutos, es evidente que te gusta. Y solo yo sé lo mucho que necesitas divertirte, experimentar y vivir una aventura meramente sexual. Prométeme que lo harás y que después me lo contarás con detalles.

—No pienso prometerte eso.

—Vale, me conformo con un vídeo.

Me atraganté con una carcajada y él rompió a reír conmigo. Lo hicimos durante minutos, reírnos hasta llorar. Hasta que nos dolió la tripa y casi nos resultó imposible hablar. Pero así eran las cosas con Matías, y yo lo adoraba por ello.

Nos despedimos y fui directa a la ducha. Después de vestirme y desayunar, estuve dando vueltas por la casa. Puse la tele y aguanté media hora frente a un programa de talentos. Después cogí las llaves y bajé al jardín. Salí por la puerta principal y rodeé la casa. El sol brillaba en medio de un cielo sin nubes y el calor comenzaba a sentirse. Miré hacia los árboles, desde los que surgía un sonido algo molesto, como un chirrido constante y monótono.

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