—?Lucas?
—?Qué haces aquí? —Abrí la boca para contestar, pero no se me ocurrió nada creíble que me ahorrara la vergüenza de ese momento. No hizo falta—. ?Pensabas pasar aquí la noche? —Sacudió la mano y la llama se apagó—. ?Joder, me he quemado!
—?Estás bien?
—Sí, no es nada. Oye, no es seguro que te quedes aquí y sola.
—Lo sé, pero no tengo muchas más opciones.
—?Por qué?
—He venido sin reserva. Pensaba que sería fácil poder encontrar alojamiento, pero ma?ana hay una fiesta importante en no sé dónde y no queda una sola cama libre en todo Sorrento.
Podía sentir su mirada en la oscuridad, también podía sentir su sonrisa.
—La festividad de San Andrés, en Amalfi —dijo.
—Sí, esa.
—Vienen miles de personas todos los a?os.
—Debe de ser una fiesta alucinante —repuse disgustada.
Lo oí suspirar y frotarse la cara. El silencio se alargó y yo empecé a inquietarme. Me ponía nerviosa no poder verle la cara. Entonces habló: —Aún queda una cama libre en Sorrento.
—?Dónde? —pregunté esperanzada.
—En mi casa. Puedes quedarte en mi casa, si tú quieres.
El corazón se me aceleró. Tener un lugar donde dormir, lavarme y cambiarme de ropa me parecía una maravilla. Aunque, por otro lado, no conocía a Lucas de nada y no pude evitar cierto reparo.
—No te ofendas, pero... —Hice una pausa, sin saber muy bien cómo continuar—. Es que no te conozco y acompa?arte a tu casa, así como así...
—?No te fías de mí? —preguntó en un tono más serio.
—No tengo motivos para no hacerlo, pero tampoco para confiar. —Me abracé el cuerpo, cansada y con frío por la humedad que se condensaba a nuestro alrededor—. Lo siento, no sé...
—No, lo entiendo. Es normal. —A mí se me encogió el corazón cuando hizo el amago de darse la vuelta y marcharse—. Vale, espera un momento...
Mis ojos empezaban a acostumbrarse a la oscuridad y pude ver con más nitidez cómo sacaba algo de su bolsillo. La luz de su teléfono nos iluminó.
—Ten. —Alargó el brazo hacia mí y me ofreció su DNI—. Puedes hacerle una foto y enviársela a una amiga, a tu madre, a tu novio... También diles dónde trabajo. —Se encogió de hombros—. ?Te hace sentir más segura?
Solo tardé unos pocos segundos en sopesar la situación. Lucas parecía un buen tío y me estaba ofreciendo su casa. Intentaba que me sintiera segura y lo había logrado con ese gesto. Un gesto amable que me hizo pensar que era muy mono.
—No tengo novio. —No sé por qué fue eso lo primero que dije—. Bueno, lo tenía hasta hace poco, pero ya no. Me puso los cuernos... con otra chica... Así que se acabó. Del todo. Y me vendría bien quedarme en tu casa esta noche, gracias.
Sonrió, solo un poco, y no dejó de mirarme, lo que hizo que me pusiera más nerviosa aún.
—Vamos —dijo de pronto.
Agarró mi maleta y la levantó en peso. Yo cargué con la bolsa de mano. Me pidió que lo siguiera y caminamos uno al lado del otro en silencio. Vi que sacaba unas monedas de su bolsillo. Pasó de largo al llegar a las escaleras y continuó hasta lo que parecía un túnel en la pared del acantilado, de la que colgaba un cartel: LIFT-ASCENSORE.
—?Venga ya! ?En serio? —mascullé. Lucas me miró por encima del hombro—. Casi me mato al bajar por esas escaleras.
él se echó a reír y sacudió la cabeza. Lo seguí hasta una taquilla en el interior, donde una mujer se distraía mirando un diminuto televisor. Compró dos tiques, los pasó por un escáner y nos adentramos en el túnel. No tardamos en alcanzar los ascensores. Las puertas se abrieron y entramos sin decir nada. Poco después, salíamos a un parque con vistas a la bahía.
—Por aquí, mi coche no está lejos.
—?Qué hacías en la playa? —me atreví a preguntar.
—Cuando tengo turno de noche, siempre doy un paseo hasta aquí. Me fumo un cigarrillo mientras escucho el mar y entonces vuelvo a casa.
—?Es una especie de ritual?
—Solo es algo que me gusta hacer. —Nos miramos, y yo sonreí—. ?Y tú qué haces aquí? ?Ese novio tuyo tiene algo que ver? ?Viaje espiritual para un corazón roto?
Aparté la mirada para escaparme de la suya, tan penetrante.
—Ex —apunté en voz baja. Me encogí de hombros—. él no tiene nada que ver. Rompimos y ya está. Sin dramas. ?De qué sirve sentirte mal o cometer una estupidez por alguien que ha decidido hacerte da?o de forma deliberada?
—No sirve de nada, pero cuando alguien a quien quieres te hace da?o, lo normal es sufrir. Es inevitable. —Hizo una pausa e inspiró por la nariz—. Y sí, hay personas que cometen estupideces cuando sufren, como largarse a cualquier parte, lo más lejos posible, sin planes ni reservas.
Mis ojos volaron hasta los de él un segundo, con la sensación de que no se refería solo a mí. Contuve el aliento y contemplé el fondo de la calle. Ver a Antoine en esa ducha con Sofía me había hecho mucho da?o. En ese instante me sentí herida y traicionada. Me lastimó. Sin embargo, solo lo hizo durante un momento. Después fue perdiendo intensidad, hasta convertirse en un eco sordo. Y todo ese proceso solo había durado unos pocos días.
Un pensamiento incómodo se abrió paso en mi cerebro. ?Significaba eso que yo nunca había querido a Antoine de verdad? Rechacé esa idea. No estás con una persona todo un a?o, compartiendo tantas cosas como habíamos compartido nosotros, sin quererla. ?O sí?
Noté que aún contenía la respiración y la solté de golpe.
—?Y a ti qué te ha hecho quedarte aquí? —le pregunté.
él giró la cabeza para mirarme.
—Ayudé a alguien en apuros. Me invitó a tomar un helado y después... ella... me hizo una proposición que no pude rechazar. Ya han pasado casi dos a?os desde entonces, y aquí sigo.
Por el brillo que iluminó sus ojos y la sonrisa sincera que curvó su boca, ?ella? debía de ser muy especial para él.