El paisaje no tardó en cambiar, distrayéndola. El bosque empezó a hacerse menos espeso, los árboles, más escasos, el río se desvió hacia otra parte y Alice sacó la cabeza por la ventanilla para observar mejor los edificios que se erigían delante de ellos.
Por un momento, pensó que sería otra ciudad mucho más avanzada, con más edificios y más altos. Pero, al acercarse, se dio cuenta de que la mayoría estaban medio derrumbados, casi todas las ventanas estaban rotas y las puertas, abiertas. Había coches aparcados en medio de las carreteras que Max tenía que esquivar estratégicamente, así como montones de objetos ennegrecidos por todos lados. Todo parecía viejo, sucio y usado. De hecho ?quemado? Había mucha madera ahora negra que parecía haber vivido momentos mejores.
—?Esto es...? —preguntó ella lentamente.
—Era —corrigió Derek en voz baja. Esta vez no parecía estar bromeando—. Una ciudad que no obedeció a Ciudad Capital. Una ciudad muerta.
Así que era eso de lo que hablaba Giulia cuando advirtió a Max. Lo que hacían con los que no obedecían.
—?Pueden quemar ciudades? —preguntó perpleja—. ?Nadie se ha opuesto jamás?
—Ah, lo han intentado. Pero los resultados nunca han variado mucho.
Alice miró a Max, que había apretado la mandíbula al escucharlos. ?Era eso lo que les pasaría si no se entregaba? ?Quemarían su ciudad también? ?Por su culpa?
No quiso volver a mirar el paisaje.
Le pareció que había pasado una hora desde que habían dejado la ciudad cuando el coche redujo la velocidad hasta detenerse por completo. Alice levantó la cabeza y se dio cuenta de que estaban en una zona cercana a otro bosque, pero esta más desierta, como si algo hubiese sido quemado allí también, solo que sin edificios de por medio.
Los demás salieron del coche, Alice los imitó. Esa zona tan abierta la hacía sentir un poco expuesta, así que no dejó de echar miraditas a su alrededor mientras seguía a Derek hacia la parte trasera del coche. él subió al remolque y entregó la munición a Ellen, que se la guardó en el cinturón. Alice la miró con envidia. Ella también quería un arma. Probablemente no la usaría, pero se sentiría más segura.
Ilusionada, esperó, pero esa esperanza desapareció cuando vio que Derek bajaba del coche sin darle nada. Max apareció a su lado.
—?Y yo? —preguntó confusa.
Max clavó la mirada en ella. Se sintió un poco ridícula.
—Si uno de nosotros te dice algo, lo haces. —Le tendió un fusil que había sacado del asiento trasero del coche y Alice lo sujetó, algo nerviosa—. Si te disparan, defiéndete. Si nos disparan, defiéndenos. Y, si no pasa nada, que es lo más seguro, mantente al margen y no hables. No estorbes.
Y dicho esto, le dio la espalda. Ella se quedó mirándolo y sintió la tentación de sacarle la lengua, enfurru?ada.
De todas formas, se apresuró a cargar el fusil y comprobar que tenía el seguro puesto, como le había ense?ado Rhett. Tener la seguridad de que sabía usarlo aplacó sus nervios, pero no lo suficiente como para que el arma casi se le cayera al percatarse de que Max la miraba de reojo, como si quisiera asegurarse de que lo hacía bien.
?Por qué tenía que habérsele caído el arma? ?Con Rhett lo hacía todo perfecto!
Bueno, casi todo.
Chasqueó la lengua al recordar el labio que le había dejado la noche anterior.
Cuando estuvo lista, se acercó a los demás. Ellen le estaba diciendo algo a Max, que no parecía siquiera estar escuchándola y, sin embargo, asintió con la cabeza. Derek iba unos pasos por detrás de ellos y agarró del brazo a Alice cuando se adelantó, para colocarla a su lado.
—Lo siento —dijo abochornada.
—No pasa nada. —Derek se encogió de hombros—. No es que sean muy claros con las instrucciones.
—Pues no —masculló Alice.
Derek sonrió.
—Yo también estaba nervioso en mi primera exploración. Tranquila, esta es muy sencilla —le aseguró—. Si no, Max no te habría traído a una ciudad muerta en tu primera vez.
—?Por qué no?
—Están ocupadas por gente... poco agradable.
—Ah. —Ella no entendió nada, pero asintió con la cabeza—. ?Puedo preguntar qué se supone que tengo que hacer?
—Tú quédate a mi lado en todo momento —le dijo él, sonriendo—. Solo es un intercambio con los de las caravanas.
—?Cara... qué?
—Caravanas. Son los comerciantes oficiales de las ciudades, aunque no viven en ninguna. No dejan de moverse y nunca se posicionan con nadie, pero si tienes algo que les interese, puedes cambiárselo por algo que te interese a ti.
Así que se vendían al mejor postor, ?no? A Alice no le gustaron y ni siquiera los había conocido.
—Si actúan raro, que no te extra?e. Se dice que tienen muchos asuntos entre manos cuando no están ocupados con los intercambios.
Ella no entendió nada, así que solo lo miró con una mueca confusa.
—Ah —Derek la miró—, no creo que se dé la ocasión, pero, si ves que las cosas se ponen feas, tu trabajo es cubrir a Ellen para que pueda llegar al coche y avisar a los demás. Si no pasa nada, limítate a quedarte cerca de mí.
—Está bien —murmuró ella un poco asustada.
—Y... ahí vienen —sonrió él—. A por ellos.
Efectivamente, a más de veinte metros de distancia, a Alice le pareció distinguir unas figuras acercándose. Eran al menos cinco personas y al principio le dio la sensación de que iban de negro, pero cuando se acercaron vio que la mayoría llevaba ropa que estaba rota, vieja, grande o dada de sí. Por no hablar de la suciedad. Y eran todo hombres.
El que los encabezaba no debía de llegar a los treinta a?os, con el pelo casta?o echado hacia atrás y la barba corta. Era el más limpio y el más distinguible por su gabardina marrón. Tenía aspecto atractivo. Mandíbula marcada, ojos claros y burlones, complexión atlética... No encajaba muy bien en el grupo.
—Charles —saludó Max cuando llegaron a su altura.
—Max. —él sonreía ampliamente, como si se lo estuviera pasando en grande—. ?Te has traído a tu mujer y a tu hija para que den un paseo o qué?