Tanto Derek como Ellen resoplaron. Max estaba muy silencioso.
—Todos los de las caravanas son unos babosos —murmuró Derek.
—Y unos adictos —a?adió Ellen.
—?Adictos a qué? —preguntó Alice, tratando de sacar la máxima información posible.
—No sé qué droga es exactamente, pero la sacan de alguna planta de la zona. —Derek se encogió de hombros—. ?No has visto cómo tenían las u?as y los dientes? Charles es el único que no parece un yonqui. Ojalá no tuviéramos que hacer tratos con ellos.
—Necesitamos las frutas y verduras que tienen... o que roban —replicó Ellen.
—Si nuestra zona fuera más fértil no nos harían falta. Odio depender de esos idiotas.
Nadie dijo nada más. Cuando llegaron a la ciudad de nuevo, Derek y Ellen cargaron todas las cosas en una caja y se dirigieron hacia la sala de armas. Alice estuvo a punto de seguirlos, hasta que vio que Max le hacía un gesto con la cabeza.
—Ayúdame con esto.
Le puso dos bolsas no muy pesadas en las manos y le dijo que lo siguiera, así que Alice lo hizo sin protestar. Solo llevaba unas horas con ellos, pero ya había aprendido a mantener la boca cerrada cuando estaba con Max, así que eso hizo mientras dejaba las cosas sobre la mesa de su despacho.
—Siéntate.
Alice se quedó parada un momento cuando vio que él había endurecido la mirada.
Aquello no tenía buena pinta.
Cuando se sentó, se sintió como si volviera a estar delante del jurado de la ciudad, completamente expuesta.
—Supongo que te sorprendió que te pasara al grupo avanzado sin previo aviso —comentó el hombre, pillándola desprevenida, mientras se sentaba enfrente de ella, al otro lado del escritorio.
De todos los temas de conversación posibles, ese era el último que esperaba.
—Un poco —admitió confusa, jugueteando con sus dedos por debajo de la mesa.
—Cuando llegaste aquí, honestamente, tenía pocas esperanzas puestas en ti. He de admitir que me has sorprendido para bien.
Cuando la miraba de esa manera tan fija, Alice sentía como si Max supiera todos y cada uno de sus secretos y solo estuviera jugando con ella antes de echarla.
—Por eso le ordené a Rhett que te diera clases extra, para que llegaras al nivel de los demás, especialmente en armas, que suele ser lo que más trabajo lleva perfeccionar —siguió—. Pero se te dio sorprendentemente bien. Cuando le preguntaba si estabas progresando, siempre me daba buenas noticias. ?Habías recibido clases antes de venir aquí?
—No..., ni siquiera sabía cómo sujetar un arma.
—Me lo imaginaba. —La miró un momento sin ningún tipo de expresión—. Así que te pasé a los avanzados para ver de qué eras capaz. He preguntado a tus instructores sobre tus progresos. Las opiniones han sido... variadas.
Como no dijo nada en unos segundos, Alice se vio obligada a aclararse la garganta.
—?Variadas?
—Deane dice que eres una de las peores alumnas que ha tenido nunca... y Rhett opina que eres la mejor con diferencia.
Max hizo una pausa, repiqueteando los dedos sobre la mesa. Alice intentó ocultar como pudo lo complacida que se sentía por lo último.
—Y como no sabía cómo tomármelo, pregunté a Tina. Me dijo que está muy contenta contigo. Eso nos deja en un dos contra uno.
Alice asintió con la cabeza, ocultando otra vez lo agradecida que se sentía con Tina por apoyarla.
—Quería comprobar por mí mismo qué podías hacer, por eso te pedí que vinieras conmigo —siguió él—. No esperaba que Charles reaccionara así. Los intercambios con las caravanas suelen ser muy sencillos. Me ha sorprendido muy gratamente ver cómo has sabido mantener la calma en todo momento. Hay gente con mucha experiencia que habría sido incapaz.
Menos mal. Alice suspiró, aliviada.
—Pero sigo sin entender por qué Deane te considera tan poco apta para su clase.
?Porque es una bruja asquerosa, quizá.?
—Estos días he conseguido superar el recorrido —murmuró en su defensa.
—Sí, tiene tendencia a omitir los detalles que no le interesan.
Por un momento, Alice tuvo la sensación de que Max estaba siendo incluso simpático. Pero volvió a su semblante serio demasiado rápido como para poder mantener la creencia.
—?Tienes idea de por qué habla tan mal de ti?
Supuso que comentar lo de sus celos por Rhett no sería muy lógico, así que fue a lo fácil.
—No se me da bien luchar.
Max dejó de repiquetear los dedos en la mesa.
—?Ni siquiera con las clases extra nocturnas?
Silencio. Alice lo miró por fin, tragando saliva. ?Cómo sabía eso?
—?Crees que pasa algo aquí dentro sin que yo me entere? —preguntó Max lentamente.
A Alice le dio la impresión de que su voz se había endurecido. Toda la simpatía se había esfumado.
—Desobedecer órdenes tiene consecuencias muy duras —le dijo en voz baja, claramente enfadado—. Incluso para un guardián.
Ay, no. ?Rhett!
—Yo se lo pedí —dijo enseguida—. él ni siquiera quería ayudarme, pero le insistí tanto, ?quería mejorar!, que no le quedó más remedio que hacerlo.
—?Ah, sí? —preguntó él fríamente.
—Sí. Pero no... no volveré a pedírselo. Lo prometo.
Max no dijo nada, solo siguió mirándola fijamente. Alice notó que volvía a sudar.
Cuando pareció que había pasado una eternidad, el guardián supremo se inclinó sobre la mesa, entrelazando los dedos de manera tan lenta que la puso aún más nerviosa de lo que ya estaba.
—He pensado que quizá no rindes bien porque no te alimentas lo suficiente. Has estado saltándote la comida por culpa de las clases, y la nutrición es igual de importante que el entrenamiento. Quizá debería anular las clases extra.
?No, eso no!
—N-no creo que eso sea neces...
—Aunque también he pensado que tu bajo rendimiento puede deberse a la falta de sue?o.
Alice sintió que se quedaba sin palabras.
—Sabes a lo que me refiero, ?verdad?