El guardián no pareció reaccionar en absoluto mientras Alice fruncía el ce?o. ?Max tenía una hija? ?Quién...?
—Ah, no, claro, murieron. Soy taaaaaan torpe. ?Quiénes son estas? —Su mirada se clavó en Alice al instante y entrecerró los ojos con interés—. Mmm..., estoy acostumbrado a hacer negocios con se?ores viejos y amargados, no con jovencitas con cara de corderito asustado. ?Eres la nueva?
—Hemos venido por un intercambio, te lo recuerdo. —Max, de nuevo, no pareció escuchar lo que había dicho.
Ellen sí, porque su cara delataba perfectamente lo que pensaba del tal Charles.
Alice se preguntó si debería mantener el semblante neutro, aunque la verdad es que seguía nerviosa. Podía notar la mirada afilada de Charles clavada sobre ella, como si quisiera comprobar algo. Fuera lo que fuese, Alice no quería saberlo.
—Perdón por querer quitar tensión a todo esto. —Charles se rio solo, moviendo los brazos como si espantara a una avispa. ?Qué le pasaba?
—Estúpidos yonquis —susurró Derek.
Alice se quedó pensativa durante un breve momento. Había oído esa palabra. Estaba segura. Yonqui.
No, no la había oído. ?La había leído!
En su antigua zona, había encontrado un libro sobre comportamientos humanos escondido entre el resto. Supo que la matarían si la veían con eso, así que lo ocultó en el fondo de una de las estanterías y lo leyó a ratos, durante su tiempo a solas. Tardó una eternidad en terminarlo, pero valió la pena.
Y recordaba el capítulo de las adicciones. Drogas. Esa palabra había sido muy usada. Alice ya no se acordaba del nombre de ninguna, pero sí de que tomarlas estaba mal visto entre humanos.
Por lo tanto, quizá ese tal Charles tomara drogas.
—?Tienes mi material? —preguntó Max, haciendo que Alice volviera a centrarse.
—Traigo lo que me pediste. —Charles no dejaba de sonreír—. Pero primero quiero ver lo que me pertenece.
Max lo pensó un momento y después miró a Derek. Este hizo un gesto a Alice para que lo acompa?ara, y se dirigió al coche. Entre ambos, cargaron una de las cajas grandes, que estaba protegida por una lona, y volvieron hasta el grupo.
Dejaron la caja en el suelo, delante de Charles. Derek le quitó la lona que la cubría para ense?arle su contenido. Estaba llena de armas y munición. Charles se puso en cuclillas y revisó la mercancía con una sonrisita.
Alice miró a Derek. él tensó la mandíbula cuando Charles se puso de pie con uno de los revólveres de la caja en la mano. Le echó un vistazo y aseguró el cargador, sonriente.
—Mmm..., no está mal. —Su mirada fue hacia Max—. Y está cargada.
—Falta mi parte —le recordó este.
Charles se quedó mirándolo un momento, como si hubiera interrumpido algo, antes de suspirar y asentir con la cabeza.
—Sí, sí. —Hizo un gesto a los de su espalda, aún con el revólver cargado—. Dadle lo suyo.
Dos personas se adelantaron y dejaron dos cajas más peque?as delante de Max. Alice frunció el ce?o cuando vio que eran macetas con plantas, además de frutas y verduras. Recordó las palabras de Rhett. A ellos les faltaba comida y les sobraban armas. Tenía sentido que intercambiaran eso.
—Bien. —Max asintió con la cabeza—. Trato hecho.
—?Siempre es un placer hacer negocios contigo, querido Max!
El guardián no dijo nada más, le hizo un gesto a Derek, que se acercó a ellos. Pero justo cuando Alice iba a seguirlo, notó que alguien la agarraba del brazo.
Veloz, Derek puso la mano en su cinturón, quizá para agarrar la pistola que había en él, pero Charles ya había clavado la punta del revólver con el que había estado jugando en la cabeza de Alice.
Había pasado tan rápido que ella todavía no lo había asimilado cuando escuchó que quitaba el seguro. Se quedó petrificada.
Miró de reojo a Derek, pidiéndole ayuda con los ojos. Este se había quedado muy quieto, con los labios apretados.
—Tranquila —dijo Charles en voz baja—. Solo compruebo si el material que me habéis dado es de calidad.
Max no se movió en absoluto, tenía la mirada clavada en el revólver . Alice buscó su mirada, aterrada, y vio que Max negaba casi imperceptiblemente con la cabeza, indicando que no se moviera.
Vale, eso podía hacerlo. Quedarse quieta.
Lo peor es que no estaba asustada por morir, sino por no morir.
Si Charles apretaba el gatillo y Alice solo quedaba inconsciente, sería su perdición. La descubrirían.
Max seguía sin moverse, Derek no perdía de vista la mano armada de Charles y Ellen se puso en guardia. Los del otro bando también habían sacado sus armas, pero no parecían ni la mitad de tensos que ellos. De hecho, intercambiaron alguna que otra sonrisa, como si la situación fuese divertida. O como si ya estuvieran acostumbrados a ese tipo de escenas.
—Relajaos. —Charles rio, divertido—. ?Por qué estáis tan tensos?
—?Qué haces? —preguntó Max, despacio.
—?Yo? —El otro se encogió de hombros, tirando de Alice—. Solo he agarrado a la novata. Tenía curiosidad.
—Suéltala —exigió el guardián— y esto no acabará mal.
—No tiene por qué terminar mal, Max. —él se encogió de hombros, riendo de nuevo—. Dime, ? la carga del revólver es completa o solo hay una bala?
Entonces, le brillaron los ojos como si hubiera tenido la mejor idea del mundo.
Oh, no.
Sin dejar de apuntar a Alice, empezó a reírse. Le pasó un brazo por el cuello y pegó su pecho a su espalda, casi como si la abrazara cari?osamente. Alice estaba paralizada.
—Charles —advirtió Max, que había dado un paso hacia delante con una expresión mucho más tensa.
—?Has oído hablar de la ruleta rusa, querida? —preguntó él, ignorándolo por completo. Alice no dijo nada. Era incapaz—. Te he hecho una pregunta.
—No —murmuró ella por fin.
—Claro que no. —Charles empezó a reírse—. Es un juego muy entretenido. Yo aprieto el gatillo y, si tienes suerte, no pasa nada. Si no la tienes..., bueno, voy a tener que cambiarme de ropa.