Ciudades de humo (Fuego #1)

—Que es mentira. No te gusta nadie más.

—Eres muy insistente, ?no? —Alice puso los ojos en blanco.

—Es un farol.

—?No lo es!

—Muy bien, ?quién es?

—?Y a ti qué te importa?

Kenneth dio un paso hacia ella y Alice notó que su pu?o preparado empezaba a cosquillear de la emoción.

—Te lo estás inventando. Quieres hacerte la difícil, ?eh? —dijo, con una sonrisa maliciosa.

—Mira, no lo voy a repetir. Apártate ahora mismo o...

—?O qué? —él se inclinó hacia ella.

Y ahí fue cuando vio, servida en bandeja de plata, la oportunidad perfecta de practicar una de las técnicas favoritas de Rhett.

él la llamaba la antipesados.

Perfecta para Kenneth.

Levantó los brazos, colocó las piernas separadas alineadas con sus hombros y, antes de que él pudiera reaccionar, enganchó una pierna con la suya, lo mantuvo sujeto y le clavó un pu?etazo con todas sus fuerzas en la nariz.

Y, como había enganchado su pierna, Kenneth se cayó de culo al suelo.

Perfecto.

El chico se tocó la nariz y se miró las manos, sorprendido. Su cara se volvió lívida cuando vio la sangre en ellas.

Alice no se quedó a comprobar los da?os ni a esperar a que se vengara. Pasó por su lado haciéndose la segura, pero en cuanto estuvo sola empezó a correr con el corazón latiéndole fervientemente, presa de la emoción, la adrenalina y la seguridad que le daba saber que, por fin, podía defenderse sola.

Aunque, por otro lado, Kenneth no se olvidaría fácilmente de lo que había sucedido, ?verdad?

Y podía ser un pesado, pero estaba en los avanzados de lucha. ?De lucha! Era capaz de asesinar a Alice de un pellizco si quisiera. De hecho, el único motivo por el que no la había bloqueado es que estaba distraído. Y sospechaba que eso no volvería a pasar.

Estaba ya por la mitad del camino cuando le empezó a doler la mano, especialmente la mu?eca. Al principio fue un poco, después, mucho, como si le hubiera dado un pu?etazo a una pared en lugar de a la cara de alguien. El término ?caradura? cada vez iba mejor con Kenneth.

Llamó a la puerta de Rhett con la otra mano. él la abrió con cara de dormido, pero pareció despertarse por completo al ver manchas de sangre en su camiseta.

—?Qué...? —empezó frenético.

—No es mía.

Entró en la habitación sujetándose la mu?eca, que le dolía cada vez más, y Rhett siguió mirándola sin entender nada.

—No sabía que dar un pu?etazo doliera tanto —murmuró Alice, apa?ándoselas para no empezar a maldecir.

—?Has dado...? —Rhett se acercó a ella y le sujetó la mu?eca con cuidado para verle la mano—. Pero ?qué diablos te ha pasado?

—He tenido que pegarle.

—?Qué?

—He puesto en práctica la técnica antipesados.

Rhett cambió su expresión a una furiosa, pero Alice estaba demasiado ocupada intentando ocultar sus gimoteos de dolor de manera muy poco efectiva como para preocuparse.

—Y duele. —Esbozó una mueca—. Duele mucho.

—Joder, Alice, yo no... Tenemos que ir a ver a Tina. Ahora mismo.

—?No puedo decirle que acabo de golpear a Kenneth! ?Hará preguntas!

—Yo no soy médico, ?vale? Si solo fuera un rasgu?o podría ayudarte, pero esto se escapa de mis capacidades.

él fue el primero en encabezar la marcha hacia la habitación de Tina, que fue bastante corta, teniendo en cuenta que era la puerta de enfrente. Llamó con los nudillos, mirando a Alice con el ce?o fruncido. Le puso una mano en la espalda como si no supiera qué más hacer mientras ella ponía muecas de dolor.

Por suerte, Tina no tardó mucho en abrir la puerta en su pijama de cuadros escoceses. A pesar de la situación, a Alice le pareció gracioso verla con algo que no fuese su bata de trabajo. Tina se quedó mirándolos como si fueran extraterrestres.

—?Qué pasa? —preguntó confusa y adormilada, sus cejas se dispararon hacia arriba—. ??Eso es sangre?!

—Alice se ha hecho da?o en la mu?eca —aclaró Rhett.

Tina dejó de lado la confusión y el sue?o para mirar la mano que Alice se sujetaba contra el pecho.

—?Qué has hecho?

—?Importa? —masculló ella.

—Sí. Importa mucho, Alice.

—Dice que le duele —aclaró Rhett—, ?podemos centrarnos en eso y no en tonterías?

Tina suspiró y, finalmente, asintió con la cabeza.

La instructora desapareció un momento. Al volver, traía consigo una pastilla, que le hizo tomar a Alice, y un ungüento que le extendió por la mu?eca y que, además de dejarle una extra?a sensación de frío, olía bastante mal. Al menos, le calmó el dolor.

—Bueno, no es grave —dijo examinándola—. ?Te has caído y te has apoyado en la mano?

—Mmm..., no exactamente.

—?Has golpeado una pared?

—Bueno..., no, tampoco...

—Y ?qué ha pasado? —Tina clavó la mirada en Rhett, que frunció el ce?o.

—?Por qué me miras así? —soltó él ofendido.

—?A quién has golpeado? —preguntó Tina directa, aún con la mirada fija en Rhett, que parecía irritado.

—A Kenneth —aclaró Alice.

Los dos se quedaron mirándola.

—?Quién es Kenneth? —quiso saber la sanadora.

—?Lo sabía! —Rhett se acercó nervioso—. ?Qué ha pasado?

—Es uno de los alumnos de Deane —explicó Alice a Tina. Se incorporó, mirándose la mano, y luego a Rhett—. No me dejaba en paz, eso ha pasado. Y me ha llamado... calientaporras o algo así.

—?Que te ha llamado qué? —El instructor entrecerró los ojos.

—Rhett —le advirtió Tina cuando vio que se ponía de pie—. Siéntate.

—Pero...

—He dicho que te sientes.

él lo hizo tras unos segundos, con mala cara. Tina apretó los labios. No estaba muy a favor de la instrucción de lucha, así que lo estaba menos de las peleas espontáneas.

—Bueno, ya estoy sentado. Ahora, ?se puede saber por qué me mirabas así? —le preguntó Rhett—. ?Qué te creías que había pasado?

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