—?YO QUIERO IR DELANTE!
—?Pues mira cómo lloro por ti! —Le abrió la puerta, irritado—. Fuera.
—?Quién eres tú para exigirme que cambie de sitio? ?El rey del coche?
—Pues no. Pero resulta que sí soy uno de los instructores que te examinará para la prueba de intermedios.
Jake cambió su expresión al instante.
—Sabes que bromeaba, ?no? Eres mi instructor favori...
—Jake. —Rhett lo miró—. Fuera. Ya.
Alice intercambió su lugar con él, dedicándole al guardián una sonrisa divertida. Durante unos segundos, el silencio se apoderó del coche mientras cada uno pensaba en sus cosas y Rhett seguía conduciendo con una mano en el volante y un brazo apoyado en la ventanilla abierta.
Hasta que Jake se asomó entre los dos asientos delanteros, claro. Tenía una sonrisa maliciosa.
—?Al final fuiste a su habitación la otra noche, Alice?
Silencio.
La chica miró a Rhett al instante, que había dado un peque?o volantazo al escucharlo.
—Jake, ?estás seguro de que quieres que te abandonemos en medio del bosque? Porque mis ganas van aumentando dramáticamente.
—Entonces, sí que lo hiciste —dedujo él.
—No sé de qué hablas —murmuró Alice avergonzada.
—Ni yo —murmuró Rhett, a su vez.
—Ah, pero yo lo sé per-fec-ta-men-te —Jake remarcó cada sílaba.
—Tú estás muy atento cuando te interesa, ?no? —Ella lo miró.
—?Yo? Lo estoy siempre, pero disimulo. En fin, ?al final os visteis o no? ?Tengo que encargar una cuna porque habéis hecho cosas malas? ?Necesitáis una peque?a charla sobre... ya sabéis qué?
—?Puedes intentar mantenerte en silencio durante cinco minutos, Jake? —sugirió Rhett, que estaba claramente empezando a enfadarse.
—No me gusta el silencio. Me aburre.
—Pues a mí me encanta, así que cierra el pico o pararé el coche otra vez.
Jake se inclinó hacia él con una sonrisita burlona.
—Con ese mal humor, Rhett, no conseguirás gustarle a nadie.
—No necesito gustarle a nadie.
—Todo el mundo lo necesita.
—A mí me gusta Rhett —sonrió Alice.
—Será porque te deja sentarte delante...
—Será porque ella no es ni la mitad de molesta que tú —masculló él, mirando hacia atrás.
—?Céntrate en la carretera! —exigió Alice, girándole la cara hacia el frente.
—Sí, ya. —Jake volvió a clavar un dedo en su mejilla—. Seguro que Alice te gusta sooolo por eso, ?eh, Rhett?
El coche se detuvo de golpe y el instructor apretó los labios, poniendo el freno de mano.
—Se acabó. Tú mismo te lo has ganado.
Y, cinco minutos más tarde, Jake estaba sentado de brazos cruzados junto a las cajas de munición en la parte descubierta de atrás, enfadado.
—?Y si se cae? —preguntó Alice preocupada.
—Un problema menos.
—Rhett...
él suspiró.
—Iré más despacio —aceptó al final.
Jake no se cayó, lo que eran buenas noticias. Además, cuando llegaron a la colina volvía a estar de buen humor. Su sonrisa no cambió cuando Rhett lo obligó a ayudarlos a descargar el material.
Las cocineras habían estado encantadas de poder preparar algo diferente por una vez, así que cuando abrieron la cestita que les habían dado para almorzar, los tres se sorprendieron. No era mucho, pero a todos les pareció demasiado. Demasiado bueno. Alice, feliz, se hizo con uno de los platos mientras Jake y Rhett se peleaban por hacerse con una tableta de chocolate. Alice tuvo que partirla por la mitad para que no hubiera discusiones.
Después de comer, Jake se tumbó sobre la hierba y no tardó en quedarse dormido. Rhett recogió las sobras y Alice sacó su iPod. Cuando el instructor se sentó a su lado, le quitó un auricular —ya era casi una costumbre— y se lo puso él.
—?Otra vez? —le dijo, mirándola.
—Me gusta mucho —sonrió—. ?Es de tu época?
—No —le aseguró divertido—. Tiene unos treinta a?os más que yo.
—Pues sí que es vieja. —Ambos se quedaron escuchando la canción. Al finalizar, Alice exclamó—: ?Hay otra que también me encanta!
—Tengo miedo de preguntar, pero... ?cuál es?
Alice la buscó, contenta, y se la puso a Rhett, que, en cuanto sonó la primera nota, suspiró dramáticamente.
—Pues claro que tenía que ser esta —murmuró—. Es la única que odio de ese iPod.
—?Si es genial!
—La detesto.
—?Rhett!
—Seguiré odiándola por mucho que insistas.
—Tienes suerte de que me gustes tal como eres, porque estás un poco amargado.
—Gracias, Alice.
Ella sonrió y, en un peque?o momento de impulso, se inclinó y le dio un beso en la mejilla, justo debajo de la cicatriz.
—De nada —le dijo alegremente, antes de volver a buscar canciones.
él, a su lado, tardó unos segundos en recomponerse y carraspear.
Un rato más tarde, Rhett dijo que debían ponerse a trabajar. Alice se quedó mirando la caja de munición extra?a que le había dado.
—?Qué es esto?
—Bolas de pintura. Vamos a disparar a personas y preferiría que no mataras a nadie. —Hizo una pausa—. Por ahora.
—Pero... ?duele?
—No demasiado.
—Dentro de ese ?no demasiado? puede haber cien grados distintos de dolor —murmuró Jake medio adormilado aún, desde su sitio de sombra junto a un árbol.
—?No quiero hacer da?o a nadie! —exclamó Alice asustada.
—Por Dios, era broma. —Rhett puso los ojos en blanco—. ?De verdad te crees que dejaría que dispararas a alguien?
—Bueno, tengo que admitir que hay algunas personas que se merecen una bola de pintura en la frente.
—Mírate —sonrió Jake—, y pensar que cuando llegaste no sabías qué era la violencia... Me encanta cómo te has corrompido.
Ella cargó el arma, dubitativa, y apuntó hacia delante solo para probar cómo era. Sin embargo, la mirilla se volvió negra y se dio cuenta de que Rhett la había cubierto con una mano, enarcando una ceja.
Ya había hecho algo mal.
—Veo que ya se te ha olvidado todo lo que hemos aprendido estos meses.
—?Eso no es cierto!