Ciudades de humo (Fuego #1)

Alice decidió que había forzado demasiado la situación y volvió a su sitio bajo las miradas asombradas de todos sus compa?eros.

Un rato más tarde, llegó a su clase grupal con Rhett y practicaron con las pistolas reglamentarias. Ese día, él estaba especialmente empe?ado en que lo hicieran rápido y bajo presión para acostumbrarse a ser eficientes en caso de problemas en el exterior. Así que, claro, no dudaba en gritar al oído de pobres e inocentes alumnos para meterles presión y que temblaran de pies a cabeza.

—?Os creéis que ahí fuera os darán tiempo para recargar la pistolita? —espetó, mirándolos uno a uno—. No. Os van a intentar matar. Y, creedme, si sois así de malos lo van a conseguir.

Hizo una pausa y se colocó detrás de Tom, que se quedó lívido.

—Tienes cinco segundos. ?Vamos!

Este dudó durante una valiosísima milésima de segundo y Rhett se inclinó sobre él con el ce?o fruncido.

—?Venga!

El chico dio un respingo y empezó a recargar a toda velocidad, pero el cargador se le cayó al suelo y rebotó sobre las botas de Alice.

Ella lo recogió, apiadándose del pobre Tom, pero cuando se lo ofreció vio que él la miraba con el mismo desprecio que había mostrado Shana en los ojos desde que se había enterado de que era androide.

Al final, Tom se lo quitó de mala gana y consiguió disparar, pero no cumplió las expectativas y Rhett se lo dejó clarísimo durante casi un minuto de comentarios sobre lo pésimo que había sido el disparo.

Y Alice supo que era la siguiente en la lista negra.

Rhett se detuvo detrás de ella. Curiosamente, su presencia tan cerca de su cuerpo era agradable. Y eso que la situación era tensa. Era difícil de explicar.

—Cinco segundos —le dijo Rhett—. Cuando quieras.

Alice lo había hecho tantas veces en sus clases extra que ya estaba lista. Agarró el cargador, lo expulsó con un movimiento del pulgar, lo dejó caer en el suelo y, antes siquiera de que impactara contra este, ya estaba colocando el nuevo. Apuntó, quitó el seguro y disparó directamente al corazón del mu?eco.

Hubo un momento de silencio. Miró a Rhett en busca de su aprobación. él asintió con la cabeza con aire divertido, como si ya lo esperara.

—Incluso la novata es mejor que vosotros —fue su conclusión.

Alice se lo habría tomado mal de no haberlo conocido tan bien. Se limitó a sonreír un poco y dejar que Rhett fuera a por su siguiente víctima, una chica a la que le temblaban las manos.

El guardián seguía igual de exigente cuando Alice llegó a su clase extra. Pero él no estaba preparando un arma. De hecho, las estaba guardando todas. Ella parpadeó, confusa.

—?No hay clase?

—Sí la hay, no te hagas ilusiones —murmuró él—. Pero será distinta. Sígueme.

Obedeció sin protestar, pero no pudo evitar preguntar cuando vio que estaban cruzando la ciudad.

—?Dónde...?

—?Cómo está tu mano? —preguntó él, interrumpiéndola.

—Bien. Ya no me duele.

—Perfecto.

Y fue entonces cuando se dio cuenta de que estaban junto al circuito de Deane.

Ay, no.

—No quiero estar aquí —murmuró ella de mala gana.

—?No dijiste que no podías cruzar las cuerdas? —Rhett la miró—. Pues hoy vas a aprender a hacerlo de una vez. Estoy harto de que llegues a mis clases cubierta de barro.

Se dirigió a la entrada del circuito y Alice lo siguió, pero no estaba muy convencida. Ya era bastante humillante tener que hacerlo delante de Deane; delante de Rhett era mucho peor.

No quería parecer una inútil a sus ojos.

—No creo que puedas ayudarme en esto —le aseguró cuando vio que Rhett se quedaba mirándola, esperando.

—Hazlo y calla.

—Rhett, soy muy mala, de verdad.

—?Tanto como en combate hace unas semanas? Porque te recuerdo que no sabías ni dar un pu?etazo y ahora los bloqueas a la perfección. Seguro que un día de estos me patearás el culo.

Alice miró la red, dudando. Era el primer obstáculo. Y se cernía sobre ella como un muro impenetrable.

—No me gusta decir las cosas dos veces, Alice —insistió él.

—Pero, si me caigo...

—Estaré justo debajo, me aplastarás y moriremos los dos juntitos, ?contenta? Súbete de una vez.

Alice suspiró y dio un paso hacia delante. Rhett la siguió con la mirada mientras trepaba por la red y saltaba al otro lado. Ya tenía barro seco en los pantalones, así que no le importó mucho agacharse y clavar las rodillas y los codos en el suelo para arrastrarse por debajo de la estructura hacia el siguiente obstáculo.

Rhett la seguía, andando a su lado. Observaba cada movimiento con suma atención. Alice se puso de pie y pasó las barras de la escalera horizontal con algo de lentitud, pero al menos las superó. Al terminar, subió la rampa corriendo, se agarró al borde y se impulsó hacia arriba.

Y ya estaba delante de las dichosas cuerdas.

Miró a Rhett, insegura.

—Oye, no sé si...

—Sigue el recorrido, Alice.

Ella hizo una mueca, dubitativa, y saltó hacia delante. Se aferró con brazos y piernas a la primera cuerda y se tambaleó peligrosamente. Acercó la mano a la siguiente, pero el chasquido de lengua de Rhett le indicó que ya estaba haciendo algo mal.

—Esta pierna —le sujetó el tobillo y lo movió— tiene que pisar la cuerda. Rodéala con la punta de la bota.

Ella lo hizo, sintiendo cómo le caía una gota de sudor por el cuello.

—Cuando estés segura —murmuró Rhett—, pasa a la siguiente y haz lo mismo.

—Entonces, tardaré una eternidad.

—No es cuestión de hacerlo rápido —le indicó Rhett—, sino de llegar al otro lado.

Era cierto que era mucho más lento pero más sencillo así. Estiró el brazo e hizo lo mismo con la otra cuerda. Sí, ?era fácil!

Entonces siguió así y, un minuto más tarde, por primera vez desde que había llegado allí, consiguió llegar a la cuarta cuerda. Rhett estaba debajo de ella y Alice sospechó que era porque la veía con posibilidades de caerse. No estaba del todo equivocada.

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