Ciudades de humo (Fuego #1)

—?Max es el maligno? —repitió Alice sin entender.

Cuando vio que los cuatro empezaban a reírse de ella, puso una mueca, molesta.

—?No os riais de mí, estoy malherida y sensible!

Al final, no se enteró de quién era el maligno, pero se lo pasó bien con ellos. Igual que siempre.

Era una relación curiosa. Trisha se metía con Jake y, aunque él se enfadaba, luego terminaba olvidándose del tema como si no hubiera sucedido. Y lo mismo pasaba con Saud y Dean. Y parecían quererse mucho todos.

Alice seguía sin entender muchas cosas de los humanos, pero había dejado de formularse tantas preguntas. Un poco de misterio tampoco estaba mal. Además, según Rhett, eso de indagar tanto la hacía sospechosa. Y probablemente tuviera razón.

Cuando pensó en él, recordó que tenía su clase extra. Faltaba un rato para que empezara, así que se sentó en el campo de entrenamiento con los auriculares puestos y pasó un rato allí, en la hierba, con el sol calentándole la piel y la música mejorando su humor.

Podría pasarse horas así.

Justo cuando iba por la décima canción, notó que alguien se colocaba delante de ella, tapándole el sol, y abrió los ojos. Rhett la miraba con una peque?a sonrisa.

—?Disfrutando de tu rato libre?

Alice asintió felizmente.

—Sería agradable hacer esto más a menudo.

Se esperaba que la ri?era o que le dijera que escondiera el iPod, pero se limitó a dejarse caer a su lado, con la espalda también apoyada en las gradas.

—?Qué estás escuchando?

Alice le ofreció uno de los auriculares. Al ponérselo, Rhett enarcó una ceja, sorprendido.

—?Es que me gustan mucho! —exclamó ella, y buscó una canción—. Esta es mi preferida. Es alegre.

—Algunas canciones tristes también son bonitas.

—Mmm..., a mí me gustan las que me inspiran.

Eso pareció captar su interés.

—?Como cuál?

Alice sonrió, entusiasmada por poder hablar de esa música con alguien, y puso la canción que tenía en mente. La había escuchado en bucle muchas noches seguidas. Le encantaba.

Rhett la escuchó, mirando el campo distraídamente.

—Definitivamente, a ti te van los clásicos.

—No puedo creer que me regalaras tu iPod.

—No, ese no era mío.—Rhett ladeó la cabeza, pensativo, y su expresión decayó un poco—. Bueno, fue un regalo.

Alice dudó visiblemente antes de preguntar. Estaba claro que no se sentía del todo bien con el tema.

—?De quién? —preguntó al final, suavemente.

Rhett le dedicó media sonrisa amarga.

—De Max.

?De Max? Pero ?no se llevaban mal?

No obstante, Alice no siguió preguntando. Solo se quedó allí sentada, disfrutando del sol en su piel y de la calidez del brazo de Rhett pegado al suyo mientras la canción sonaba por los auriculares.

Cuando terminó, abrió los ojos y miró a Rhett. él sonrió un poco.

—Sí, creo que a mí también me inspira.

Alice sonrió, entusiasmada.

—?Puedo ponerte otra, como por ejemplo...!

—No, para. —La detuvo, se?alando su mano—. Quiero saber qué demonios te ha hecho Deane.

—No me ha hecho nada, ya te lo he dicho. —Ella recogió los auriculares, algo avergonzada—. Me lo he hecho yo sola.

—Es tu instructora, Alice, una de sus responsabilidades es impedir que te hagas da?o.

—Te recuerdo que tú dejabas que me dieran palizas.

—Pero nunca permití que te hirieran de verdad. No tanto como para llevar vendas o no poder mover alguna parte de tu cuerpo.

Bueno, eso era cierto.

—Quería que cruzara esas... cuerdas de pesadilla —murmuró ella de mala gana—. Y me he resbalado por el barro. Porque soy torpe. Cuando he intentado agarrarme, no ha servido de mucho.

Rhett la observaba con aire pensativo, como antes.

—Así que el problema es que no te ha ense?ado a cruzar las cuerdas correctamente —dedujo.

—Podrías preguntarme si estoy bien, ?no?

—Se ve que estás bien.

—?Eso no lo sabes!

—Alice, si no estuvieras bien, Deane ahora mismo no estaría comiendo tranquilamente en la cafetería, créeme.

Ella no supo qué responder porque no terminó de entenderlo, pero frunció el ce?o igual.

—Podrías mostrar un poco de preocupación, entonces.

—Que te golpees no me preocupa mucho, es imposible que no pase —sonrió él—. Y cada fallo entrenando significa uno menos en una batalla real.

—Entonces, yo nunca tendré un fallo en una batalla real.

Rhett empezó a reírse.

Espera, ?se había reído alguna vez?

Estaba muy guapo cuando se reía. Se le iluminaba la cara. Y se le achinaban un poco los ojos. Alice sonrió disimuladamente, mientras disfrutaba de las vistas.

él negó con la cabeza, ahora solo sonriendo, y le ofreció una mano.

—Ensé?amela.

Alice lo hizo al instante, tendiendo su mano más herida hacia él. Vio que Rhett la sujetaba con cuidado y revisaba el vendaje con los ojos. Intentó que doblara los dedos y Alice se sorprendió al notar que podía hacerlo mucho mejor que una hora antes.

Para su confusión, Rhett parecía satisfecho con el resultado.

—?No deberías estar quejándote de que no puedo disparar?

—No. Esto es perfecto.

—Creo que no te entiendo.

—Vas a aprender a disparar y recargar con una sola mano. ?Es genial!

—?Eh...?

Estuvo a punto de reírse con la esperanza de que fuera una broma, pero no lo era.

—Ya se me da mal con ambas manos —le recordó.

—No se te da mal. —Rhett enarcó una ceja—. Eres mi mejor alumna.

?Ella era...?

Se distrajo cuando vio que Rhett se ponía de pie y se dirigía a la sala de tiro. Se apresuró a seguirlo, guardando el iPod en el bolsillo.

—Vete a la pared del fondo —le ordenó él.

Lo esperó allí. Había mu?ecos pintados, era en la que habían practicado con el fusil de francotirador. Rhett no tardó en aparecer con dos pistolas, una para cada uno.

—Es más fácil de lo que parece —le aseguró—. Y, teniendo en cuenta que ya te han disparado una vez en el brazo...

—Me pilló desprevenida, ?vale?

—No te vendría mal aprender a disparar solo con una mano. Solo por si sucede otra vez.

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