Ciudades de humo (Fuego #1)

Cuando intentó llegar a la siguiente cuerda, notó que se le resbalaba la bota y contuvo la respiración, asustada. Sin embargo, la mano de Rhett le rodeó el tobillo al instante y volvió a colocarla.

—Concéntrate, Alice.

Ella tragó saliva y continuó. Casi lloró de felicidad cuando llegó a la última plataforma. La bajó de un salto, emocionada, y miró atrás. ?Era la primera vez que conseguía terminar el recorrido!

Deseó que Deane estuviera allí para restregárselo, pero seguía prefiriendo a Rhett.

Se volvió hacia él, entusiasmada.

—?Lo he terminado!

—Sí, no está mal para una rarita como tú.

—Bah, déjame en paz. Estoy emocionada. ?Quiero volver a hacerlo!

Y lo hizo. Cuatro veces más. El pobre Rhett acabó harto.

Las cuerdas siempre eran lo más complicado, pero terminó atravesándolas sola. Y sin comentarios de Rhett, cosa que le indicaba que lo hacía bien.

Al cabo de un rato, tomó un descanso y se sentó al borde de la última plataforma. El guardián estaba apoyado con la espalda junto a sus piernas, de pie, mirando distraídamente a su alrededor.

—?Se te daba bien esto cuando eras alumno? —quiso saber ella.

Rhett, que estaba ocupado frunciendo el ce?o a unos principiantes que se perseguían entre ellos en el campo de entrenamiento, asintió con la cabeza.

—Cuando te dije que era el mejor de mi clase no estaba bromeando.

—Y ?cómo sé que no exageras?

Rhett la miró con una ceja enarcada, ligeramente divertido.

—Porque te lo digo yo.

—?Y si no me lo creo?

—Pues me temo que te quedarás con la duda.

—?Por qué no haces tú el recorrido?

Rhett sonrió, negando con la cabeza.

—Primero, porque me da pereza —aclaró, volviéndose de nuevo hacia los principiantes—. Segundo, porque los instructores tenemos prohibido usar el material de clase.

—?Y las pistolas?

—Solo las toco cuando estamos a solas. —Le puso mala cara—. Así que no seas bocazas y no se lo cuentes a nadie.

Alice intentó no protestar. Con lo que le había gustado lo primero, ?por qué siempre tenía que arruinar las cosas bonitas con un comentario hostil?

—Malditos críos —masculló Rhett antes de dar un paso hacia los chicos que jugaban—. ?Eh, vosotros!

Los principiantes se detuvieron al instante. Alice vio que se habían estado lanzando hierba arrancada del suelo. Parecieron aterrados al ver a Rhett.

Podía dar verdadero miedo si se lo proponía.

—?El próximo que arranque una sola maldita hebra de hierba se la comerá! —espetó irritado—. ?Lo habéis entendido?

Todos asintieron frenéticamente a la vez.

En cuanto se alejaron corriendo hacia los dormitorios, Rhett se apoyó de nuevo en la plataforma con los brazos cruzados.

—No sé qué haríamos sin tu amor en esta ciudad —murmuró Alice, mirándolo.

él esbozó media sonrisa.

—?Quién te ha ense?ado a usar tan bien el sarcasmo?

—Jake.

—?Y no te ha ense?ado a cerrar la boca?

Alice puso los ojos en blanco descaradamente, para que lo viera. él estaba sonriendo, también. Ella ya se había acostumbrado a esas formas que tenía de irritarla.

—Bueno, yo tengo clase —murmuró Rhett, centrándose de nuevo—. Y tú deberías aprovechar tu tiempo libre haciendo algo más productivo que estar sentada en una plataforma, ?no crees?

—La plataforma es cómoda.

—Pero no te ayudará a pasar bien por las cuerdas, así que levanta el culo de ahí.

—Mi culo está perfecto justo donde está, gracias.

—?Quieres que me acerque y te baje yo?

Alice suspiró y se bajó de la plataforma. Rhett, por su parte, se marchó a su clase.





18


    La maldición

de la pintura


Durante los días siguientes, Alice se pegó más a Davy en las clases de la loca de Deane que, desde ese entrenamiento en el que habían discutido, la miraba como si quisiera darle un pu?etazo en la nariz. O unos cuantos.

Davy no era especialmente simpático, pero al menos no la miraba con hostilidad, cosa que era un avance. Era el punto perfecto entre el rechazo de Shana y Tom y la excesiva simpatía —por no llamarlo de otra forma— del pesado de Kenneth.

Por otro lado, por las noches, le daba la sensación de que, aunque muy poquito a poco, Rhett le contaba cada vez más cosas de sí mismo. Especialmente de su vida antes de la guerra. Una de las confesiones que más le había llamado la atención fue cuando le habló de su padre. No lo había hecho hasta entonces. Y lo hizo justo cuando terminaron una película cuyos protagonistas estaban en el ejército.

—Esta película me recuerda a mi padre —murmuró, negando con la cabeza—. También era militar.

Alice lo miró de reojo, sin saber muy bien si preguntar o no.

—?Y gritaba tanto como ese hombre? —bromeó finalmente.

—No. —Rhett sonrió—. Gritaba aún más.

—Imposible.

—Lo juro.

—Bueno, ya sé de dónde has sacado el mal humor.

Rhett empezó a reírse, pero no dijo nada más.

De hecho, era difícil conseguir que se abriera. Cuando lo hacía, era solo en peque?as dosis. Y después se quedaba un momento en silencio, como si no estuviera muy seguro de si se arrepentía o no.

—?Gritaba como Max? —sugirió Alice con una sonrisita, rodando para quedarse apoyada en los codos, mirándolo.

Rhett ladeó la cabeza hacia ella, tumbado boca arriba.

—Max es un angelito a su lado.

—Lo siento, pero no me lo creo.

—Pues es verdad. —Su sonrisa se apagó un poco—. Era un cabrón.

Alice se quedó confusa con esa última palabra. Y también por su forma de pronunciarla.

—?Qué es eso?

—Es... —Negó con la cabeza—. Da igual, no necesitas saberlo.

—Anda, dímelo.

él suspiró.

—Es un insulto —aclaró, mirándola—. No hace falta que vayas repitiéndolo.

—Lo reservaré para cuando alguien se porte mal conmigo, entonces.

—?Eso quiere decir que vas a empezar a llamarme cabrón en cada clase?

—Si tú me llamas principiante, puedes estar seguro de que lo haré.

Rhett sonrió un poco, pero dejó de hacerlo para mirarla intrigado cuando vio que Alice se había quedado pensativa.

—?Qué? —preguntó él.

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