—Alice —dio un paso hacia ella—, no iba en serio. Vamos.
Hizo una se?a hacia el coche, esperando que Alice se subiera, pero ella se limitó a cruzarse de brazos.
—?Puedo conducir yo?
Rhett enarcó las cejas.
—No —le dijo enseguida—. De eso nada.
—Déjame conducir.
—Para eso deberías saber conducir y, para saber conducir debería ense?arte, y no puedo hacerlo ahora porque está oscureciendo. Y, además, estamos fuera de la ciudad. Otro día, podríamos...
—No necesito que me ense?es. Ya sé. ?Vine aquí en coche, por si se te había olvidado!
—Sí, y lo estampaste contra el... —se calló cuando vio la expresión de Alice—. Es decir..., seguro que eres una conductora maravillosa. Ese maldito muro molestaba, de todas formas. Hiciste bien en tirarlo.
—No sé si me gustan del todo tus bromas. —Alice entrecerró los ojos—. Pero está bien, ya conduciré otro día.
—Genial. —Rhett pareció aliviado—. Ahora, volvamos de una vez.
Jake estuvo durmiendo con la boca abierta, tumbado en el asiento de atrás, mientras volvían a la ciudad. Alice le colocó bien el brazo que le colgaba fuera del asiento y lo cubrió mejor con la chaqueta de Rhett. Al final, había sido un buen día.
*
A la hora de la cena, en su mesa solo estaba Trisha. Tenía un ojo un poco azulado. Alice no pudo evitar esbozar una mueca de sorpresa al darse cuenta. Nunca la había visto con una herida tan notable.
—?Qué te ha pasado? —preguntó, sentándose delante de ella.
—Un idiota ha conseguido acertarme en el entrenamiento. —Esta la miró con desconfianza—. ?Dónde habéis estado el pesado, el amargado y tú todo el día?
—Hemos ido a practicar. ?Dónde están los demás?
—Esperando su turno, supongo.
Alice los miró. Dean, Saud y Jake estaban haciendo cola para que les sirvieran la comida. Se volvió de nuevo hacia Trisha.
—?Puedo preguntarte algo?
—?Qué? —masculló ella, removiendo su puré con cara de asco—. Dios, cómo huele. Voy a vomitar.
—Eeeh... No tiene nada que ver con la comida.
—?Qué quieres?
—?Tú... has estado con un chico alguna vez?
Trisha dejó de poner cara de asco para mirarla con curiosidad.
—No, nunca.
—?Jamás te ha gustado un chico?
—?A qué viene preguntarme eso?
—Curiosidad —mintió Alice avergonzada—. Dime, ?nunca te ha gustado nadie?
—Claro que alguna vez me ha gustado alguien. No soy un robot.
Alice casi se atragantó.
—El otro día —siguió, tras recuperarse—, un chico y una chica de mi habitación empezaron a hacer cosas raras en una cama.
—?Cosas raras? —repitió Trisha claramente divertida.
—Sí, bueno..., eso de besarse.
—Besarse no es raro, Alice.
—?Lo es si se hace de esa forma tan ruidosa!
—Vale —Trisha enarcó una ceja—, ?adónde quieres llegar con esto?
Alice respiró hondo, jugueteando con su cuchara.
—?Cómo sabe una persona cuándo es el momento de..., eeeh..., dar un beso a otra?
Hubo un instante de silencio en el que Trisha esbozó una sonrisita incrédula.
—No me lo puedo creer... ?El amargado todavía no ha intentado besarte?
—?Todavía?
—Bueno, babea cada vez que te ve. —Trisha puso los ojos en blanco—. ?Es tan evidente!
—?De verdad? —preguntó Alice con voz chillona.
—No es que disimuléis mucho, ?no? Especialmente cuando viene a nuestra mesa y te pregunta si después irás a su habitación.
Alice agachó la cabeza, avergonzada. Tenía razón.
—Supongo que él no se ha lanzado y quieres hacerlo tú —dedujo Trisha.
—Más o menos... Es que yo nunca he besado a nadie.
—Eso ya lo suponía.
—En las películas siempre empiezan los chicos.
—Pero eso es taaan antiguo... —Trisha puso los ojos en blanco—. Si quieres besarlo y crees que él también, hazlo y ya está. No le des más vueltas. ?Qué puedes perder?
—?Mi dignidad si me dice que no?
—Tampoco tienes mucha.
—?Hablo en serio!
Trisha lo pensó un momento.
—No te dirá que no —concluyó con una sonrisita maliciosa—. Créeme, hará de todo menos decirte que no.
—?Cómo puedes estar segura?
—Confía en mí. No lo hará. Son cosas que... simplemente se saben. Igual que tu madre intuye que te encuentras mal sin que le digas nada.
No recordaba una sola vez en que una madre se hubiera preocupado de su bienestar en su antigua zona. Ni siquiera el padre John lo hacía demasiado. Le habría gustado tener a alguien que lo hiciera.
—Volviendo al tema... —prosiguió Trisha—, dar un beso no es para tanto.
—?No?
—No, claro que no. Tú solo lánzate y síguele el rollo.
—?El... rollo?
—Sí. él te ayudará. Seguro que tiene más experiencia que tú.
—?Y ya está? ?Y si lo hago mal?
—Es cuestión de práctica, Alice. Cuanto más lo hagas, mejor se te dará.
—?Y si practico antes con otra persona?
—Ah, no, eso no. —Trisha empezó a reírse—. No le hagas eso a un pobre chico o morirá a manos del se?or amargado.
—Pero ?no has dicho que un beso no es para tanto?
—Limítate a besar a Rhett si es quien te gusta.
—Mmm..., vale.
—Genial. —Trisha la se?aló—. Tú cierra los ojos, pero no te quedes quieta como un palo, ?eh? Eso es lo más aburrido del mundo. Y no lo muerdas, por favor. Eso sí que no lo hagas. Al menos el primer día. Resérvate alguna sorpresa para el segundo.
—No tenía pensado morder a nadie, la verdad.
—Yo solo te aviso.
—Oye, respecto a la técnica... —empezó Alice.
Pero, justo en ese momento, llegaron los chicos a la mesa y no pudo continuar. Trisha la miró con una sonrisa pícara, cosa que Alice interpretó que era para darle ánimos y que no se echara atrás.
Iba a ser una noche interesante, eso seguro.
19
La técnica perfecta