Ciudades de humo (Fuego #1)



Hacía casi dos horas que esperaba, tumbada en la cama, para ir por fin a la habitación de Rhett. Había sentido la tentación de hacerlo unas cuantas veces, pero no quería arriesgarse a que la pillaran. Especialmente ese día. Se había pasado el rato repasando los consejos de Trisha para asegurarse de que lo haría bien, no quería espantar a Rhett y que saliera corriendo.

Aunque, pensándolo bien, si lo hacía mal sería ella misma quien saldría corriendo de la vergüenza.

Ay, no, ?y si salía mal?

Su rostro reflejó preocupación. Trató de recordar los besos que había visto en las películas. ?Allí nunca salía nada mal!

Por fin, llegó la hora de irse. Se incorporó un poco y miró a su alrededor. Se oían ronquidos y respiraciones acompasadas. Asegurándose de que nadie permanecía despierto, se puso de pie, dispuesta a salir de la habitación. Cerró la puerta con sumo cuidado, sin hacer ningún ruido, y se dirigió a la escalera sin percatarse de que había alguien allí.

Chocó contra él y se llevó una mano a la nariz con una mueca de dolor.

—?Au! ?Qué...? —empezó, pero se quedó callada al ver quién era—. ?Kenneth? ?Qué haces aquí?

—Podría preguntarte lo mismo —dijo él, cruzándose de brazos.

Alice tuvo que pensar con rapidez. Con demasiada rapidez.

—Iba al ba?o.

Kenneth sonrió, negando con la cabeza.

—Hay una puerta en la habitación.

—Está rota.

—?En serio? Voy a ver...

Alice lo detuvo.

—Bueno, ?y qué pasa si quiero ir por aquí? ?Hay algún problema?

él la miró unos segundos. Los nervios de Alice aumentaban cada vez más.

—Muy bien —accedió él, finalmente.

—Genial. —Alice pasó por su lado, pero se detuvo cuando la agarró del brazo—. ?Qué haces? Suéltame.

—Te acompa?o —le dijo firmemente.

Oh, no.

—De eso nada.

—?Por qué no, Alice?

—Porque hay algo en este mundo llamado privacidad.

—Me da igual. Voy contigo.

—Oye, te he dicho que me sueltes. —Alice tiró de su brazo, estaba empezando a enfadarse.

—Y yo te he dicho que voy contigo.

—?Déjame en paz! —Por fin, consiguió liberar su brazo—. Vete a molestar a otra persona, Kenneth.

él frunció el ce?o lentamente.

—Cada noche te vas de la habitación a esta hora y no vuelves hasta más tarde —dijo, remarcando cada palabra—. ?Pretendes que me crea que vas a hacer pipí y que tardas dos horas en mear?

—No quiero que te creas nada. Lo que haga o deje de hacer es problema mío.

—Entonces quizá sea problema de alguna instructora cuando se lo cuente.

Alice ya se estaba dirigiendo a la puerta del servicio, pero se detuvo en seco para mirarlo por encima del hombro.

—?Qué has dicho?

—Ya me has oído.

Uf, ese chico estaba jugando con fuego.

—Muy bien, Kenneth. —Alice también se cruzó de brazos—. Vete corriendo y delátame. Pero ?qué le dirás exactamente? ?Que voy al ba?o a medianoche? Seguro que me echan de la ciudad. Qué peligrosa soy.

—Venga ya, ?te crees que nací ayer?

—Nunca me lo había planteado, la verdad.

Kenneth la miró unos segundos, desconcertado, para después volver al tema.

—No vas al servicio, no soy idiota. Vas a ver a alguien.

—Es tu palabra contra la mía.

—Si se lo cuento a un guardián le dará importancia —amenazó Kenneth—. Se lo podría decir a Rhett y te echaría de tu especialidad.

Alice tuvo que controlarse para no reír. Sí, seguro que le sorprendía mucho...

—Muy bien, cuéntaselo a quien quieras, pero déjame pasar.

La volvió a agarrar del brazo. Esta vez Alice se zafó rápidamente y apretó los pu?os.

—?De qué vas? —le preguntó Kenneth, de pronto.

—?Que de qué... voy? —Alice no sabía muy bien qué significaba eso.

—Sí, eso te he preguntado.

—Ni siquiera sé que... Oye, ?puedes dejarme en paz de una vez? He intentado ser amable contigo, pero ya me estás cansando. Si es lo que piensas, no estoy interesada en ti, lo siento. Seguro que encontrarás a alguien que lo esté, pero esa no soy yo. Ahora, ?puedo irme?

Kenneth se había quedado mirándola con una mueca cada vez más enfadada. Alice permaneció firmemente de pie delante de él, sosteniéndole la mirada, aunque su instinto le gritaba que le diera una patada en la ingle y saliera corriendo.

—Eres una calientapollas —le soltó él de repente.

Alice parpadeó, confusa.

—?Que soy una calienta... qué?

—Estás jugando conmigo, ?no? ?Eso te divierte?

—Mira, no sé de qué me estás hablando, pero no quiero seguir con esta conversación, así que...

Volvió a intentar pasar. Esta vez no la agarró del brazo, sino que la empujó contra la pared, haciendo que, cuando su espalda chocó contra ella, Alice se quedara un breve momento sin poder respirar.

Las ganas de practicar los golpes que Rhett le había ense?ado en la cara de Kenneth acababan de aumentar exponencialmente.

—Pues yo sí que quiero seguirla —le dijo él brusco—. Un día te pasas el rato insinuándote y al siguiente me tratas como si fuera la peor mierda.

—?Yo nunca he insinuado nada! —Alice frunció el ce?o.

—?Te crees que soy idiota?

—?No creo nada! ?No estoy interesada en ti, nunca lo he estado y nunca lo estaré!

—Eso no puedes saberlo.

—?Créeme, estoy segura!

—?Por qué?

—?Porque me gusta otra persona! ?Puedes entender eso? —Alice ya estaba de los nervios—. No me gustas. ?Te lo tengo que decir en otro idioma para que lo entiendas? Porque sé más de veinticinco. ?O mejor te lo escribo en la pared? ?Así me dejarías en paz de una maldita vez?

Se había prometido ser amable con él, pero había llegado al punto en que le daba igual herir los sentimientos de Kenneth —si es que tenía—. Se había comportado como un idiota y estaba casi segura de que la había insultado.

—Mentira —le dijo Kenneth, mirándola con suspicacia.

Pero ?cómo se podía ser tan pesado?

—?Cómo dices? —preguntó ella lentamente, exhalando los últimos restos de su pobre paciencia malherida.

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