Y, justo cuando Alice estaba a punto de decir algo solo para romperlo, Rhett se le adelantó: —Buen trabajo, principiante —le dijo en voz baja, sin mirarla.
El corazón de Alice se aceleró, emocionado. ?Ja! ?Por fin, lo había hecho tan bien que incluso él tenía que admitirlo!
*
Un rato más tarde, cuando todos hubieron terminado sus respectivos combates, se acabó la lección y empezaron a alejarse del campo de entrenamiento, Alice vio que Rhett le hacía una se?a y se acercó a él mucho más feliz que de costumbre.
—No voy a venir a buscarte a la hora de comer cada día —le soltó él, apagando un poco su buen humor—. Sé puntual.
—Espera, ?tengo que ir cada día?
—Vaya, creía que disfrutabas tanto de mi compa?ía como yo de la tuya.
—Eeeh..., no estoy muy segura de si eso es sarcasmo o no.
—Mejor.
Se dirigió a la sala de tiros, así que Alice supuso que tenía que seguirlo. Volvió a toquetearse la nariz, incómoda. Le habían dado un leve golpe en su segundo y último combate que había hecho que volviera a sangrarle un poco.
Rhett debía de estar pensando también en su nariz, porque lo primero que hizo al entrar en la sala fue volverse hacia ella.
—Ven aquí. Pareces un boxeador después de un combate.
Ella se acercó y él cogió un pa?uelo de la mesa. Se lo puso en la nariz para impedir que siguiera sangrando. Alice lo sujetó cuando Rhett se dio la vuelta.
—?Sabías que lo haría? —preguntó ella con voz nasal.
—?El qué?
—Defenderme de Trisha.
Rhett sonrió un poco, mirándola por encima del hombro.
—Si te soy sincero, no tenía muchas esperanzas puestas en ti.
Eso la ofendió un poco.
—Pues... lo he hecho —recalcó—. Me he defendido muy bien.
—Has dado un pu?etazo, sí —le dijo, volviéndose y quitándole el pa?uelo para ver su nariz. Pareció quedar satisfecho, porque lo tiró a la basura—. Pero para que deje de emparejarte con ella, tendrás que dar algunos más.
Alice suspiró. No le parecía una perspectiva muy halagüe?a.
—Todo lo que me has dicho antes de que volviera al combate... —murmuró algo nerviosa— ?lo piensas de verdad?
Rhett la miró como si no la entendiera.
—?Qué parte?
—Eso de que estoy demasiado delgada. Y que no podría sobrevivir yo sola. Y que nunca seré capaz de hacerlo.
—Ah, eso. —Negó con la cabeza—. Solo quería provocarte.
—Pues que sepas que me parece de muy mala educación.
—Bueno, has ganado el combate, ?no? —Se?aló la puerta—. Coge el arma que quieras y acabemos con esto.
Alice nunca había entrado en la sala de armas. Cuando se detuvo delante de la puerta, estaba un poco más emocionada de lo que debería.
El olor a metal y a cuero impregnaba la sala. Estaba repleta de armas de todo tipo. Desde revólveres hasta fusiles. En la estantería baja había cajones llenos de munición. En las otras, las armas. También había chalecos antibalas, botas de combate, cinturones para armas, cuchillos y todo tipo de artilugios de defensa...
Pero lo que le llamó la atención no fue nada de eso, sino un artilugio que vio en lo alto de la estantería. Un fusil parecido al que habían usado para disparar al otro lado del campo de fútbol. El dise?o era bastante más sofisticado, tenía la culata hecha de algún tipo de madera rojiza, la punta y el gatillo plateados y un dibujo que se asemejaba a un animal desconocido para ella en la parte posterior. Supo al instante que era la elegida, así que se acercó, se puso de puntillas e intentó alcanzarla.
No sirvió de mucho. La estantería era gigante y el fusil estaba en la parte más alta. Apenas logró tocarlo con la punta de los dedos. Además, el miedo a que al tirar de él se le cayeran el resto de las armas encima hizo que diera un paso atrás.
Rhett se había detenido en la puerta, observándola con una sonrisita burlona.
—?Has ganado a la temible Trisha pero no puedes alcanzar un arma?
Alice entrecerró los ojos.
—?Me ayudas o no?
Realmente pensó que se reiría de ella y la dejaría sola, pero, para su sorpresa, asintió con la cabeza y se acercó a la estantería.
Cuando se estiró, se le descubrió algo de piel del abdomen y Alice clavó la mirada en esa zona sin siquiera darse cuenta. Concretamente, se quedó observando una cicatriz blanca que empezaba en el hueso de la cadera e iba ascendiendo hasta perderse en el interior de su camiseta.
En cuanto Rhett se volvió con el fusil en la mano, Alice alzó los ojos a toda velocidad, suplicando en silencio que no la hubiera pillado.
Como él no hizo ningún comentario al respecto, supuso que lo había conseguido. Casi soltó un suspiro de alivio.
Rhett, por su parte, le dejó el fusil en las manos. Pesaba más que el último que había usado. Se preguntó qué diferencia había entre ambos.
—A diferencia del otro que usaste, este es un fusil pesado —le dijo él, como si le leyera la mente—. Tiene más alcance, pero, claro, pesa más.
—?Y es normal que sea así de... sofisticado?
Rhett se encogió de hombros, apartando la mirada.
—Fue un regalo que me hicieron hace unos a?os, pero nunca lo he usado, así que lo guardé aquí por si algún día lo necesitaba. —Hizo una pausa, apretando los labios—. Supongo que puedes utilizarlo tú, el puesto de francotirador se te da mucho mejor que a mí.
Eso, en el mundo de Rhett, era un gran halago.
Quiso preguntar más al respecto, pero por la mirada incómoda del chico supo que no era una buena idea. Además, ya era raro que le contara algo personal. Prefería no forzar todavía más la situación.
Cuando salieron de la sala de tiro, Rhett cerró la puerta con llave. Alice lo miró con curiosidad.
—No podemos utilizarlo aquí —le dijo él, como si fuera evidente—. Terminarías matando a alguien.
—Entonces, ?dónde...?
—Sígueme. En silencio, a ser posible.
Pero no habían dado dos pasos y Alice ya era incapaz de cumplir con esa última condición.
—No me gusta el silencio —masculló.
—Pues a mí me encanta.
—En mi zona me obligaban a estar callada a todas horas, pensé que aquí no erais así.