El bueno, el feo yla bruja

—Pero es que ella no quiere serlo. Tendré más cuidado. No me pasará nada. —Adopté un tono de confianza y persuasión, pero dudaba si intentaba convencerle a él o a mí.

 

—Rachel… —Nick espiró y el aire movió el pelo de mi cabeza. Esperé y casi podía escucharlo pensar si debía decir algo más o no—. Mientras más tiempo te quedes con ella —dijo finalmente—, más difícil te resultará resistirte a la euforia inducida por los vampiros. El demonio que te atacó la pasada primavera te inoculó más saliva en tu cuerpo que un maestro vampiro. Si las brujas pudiesen ser convertidas, ya serías uno de ellos. Tal y como están las cosas, creo que Ivy podría embelesarte simplemente con decir tu nombre. Y ni siquiera está muerta todavía. Estás haciendo racionalizaciones inciertas para permanecer en una situación de inseguridad. Si crees que alguna vez querrás marcharte, deberías irte ahora. Créeme, sé lo bien que te hace sentir una cicatriz de vampiro cuando las ansias de un vampiro entra en acción. Sé lo profunda que llega a ser la mentira y lo potente que es la atracción.

 

Me senté derecha y me llevé una mano al cuello.

 

—?Lo sabes?

 

Hizo un gesto avergonzado.

 

—Fui al instituto en los Hollows. ?No creerías que había pasado por aquello sin que me mordiesen al menos una vez?

 

Arqueé las cejas al ver su mirada casi de culpabilidad.

 

—?Tienes un mordisco de vampiro? ?Dónde?

 

No quiso mirarme a los ojos.

 

—Fue un rollete de verano y ella no estaba muerta, así que no contraje el virus. Tampoco es que me inoculase mucha saliva, así que normalmente permanece tranquila a menos que me encuentre rodeado de muchas feromonas de vampiro. Es una trampa, lo sabías, ?no?

 

Volví a acurrucarme contra él, asintiendo. Nick estaba a salvo. Su cicatriz era antigua y se la había hecho una vampiresa viva recién salida de la adolescencia. La mía era reciente y estaba adornada con tantas neurotoxinas que Piscary pudo despertarla simplemente con su mirada. Nick permaneció inmóvil y me pregunté si su cicatriz se había despertado al entrar en la iglesia, eso explicaría por qué no había dicho nada y se había quedado simplemente observando. ?Cuánto placer le proporcionaría su cicatriz?, me pregunté, incapaz de culparlo.

 

—?Dónde está… tú cicatriz de vampiro? —le pregunté lentamente.

 

Nick me apretó más cerca de sí.

 

—?Y a ti qué te importa, bruja? —dijo juguetonamente.

 

De pronto tomé consciencia de que me apretaba contra él con sus brazos, rodeándome para evitar que me cayese. Miré el reloj. Tenía que ir a casa de mi madre para recoger mi antiguo material de líneas luminosas para hacer mis deberes. Si no los hacía esta noche, no los haría nunca. Miré a Nick y él me sonrió. Sabía por qué estaba mirando el reloj.

 

—?Es esta? —le pregunté. Me revolví en sus rodillas y aparté el cuello de su camisa para dejar al descubierto una leve cicatriz blanca en la parte alta del hombro.

 

Sonrió abiertamente.

 

—No sé.

 

—Mmm —dije—, te apuesto a que lo averiguo. —Mientras él entrelazaba las manos para sujetarme por las caderas, le desabroché el primer botón de la camisa. El ángulo era incómodo, así que me giré para sentarme a horcajadas sobre sus piernas, colocando una rodilla a cada lado. Desplazó sus manos para sujetarme un poquito más abajo. Arqueé las cejas ante nuestra nueva postura y me incliné hacia él. Le pasé los dedos por la nuca y aparté el cuello de la camisa para tocar su cicatriz con mis labios y soltarle un sonoro beso. Nick inspiró con fuerza y se deslizó bajo mi peso para acomodarse en la silla y no tener que sujetarme para que no me cayese.

 

—No es esa —dijo. Deslizó la mano hacia abajo por la espalda describiendo la línea de mi columna y chocando con el elástico de mi pantalón de chándal.

 

—Vale —murmuré cuando tiró de la parte de debajo de mi sudadera y metió la mano por dentro, provocándome un cosquilleo en la piel—. Ya sé que no es esta. —Me incliné sobre él y dejé que mi pelo cayese sobre su pecho mientras con la lengua acariciaba las marcas, primero una y después la otra, que le había hecho cuando, siendo un visón, creía que él era una rata dispuesta a matarme. No dijo nada y cuidadosamente rocé las cicatrices con tres meses de antigüedad con los dientes.

 

—No —dijo con la voz repentinamente forzada—, esas me las hiciste tú.

 

—Tienes razón —susurré rozando con mis labios su cuello y abriéndome paso hacia su oreja con besitos—. Mmm… —gemí—. Supongo que tendré que investigar. ?Es consciente, se?or Sparagmos de que estoy entrenada profesionalmente en el campo de la investigación?

 

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