El bueno, el feo yla bruja

Las arrugas alrededor de los ojos de Nick se marcaron.

 

—No. No persigue solo tu sangre, aunque implique un intercambio. Pero para ser sincero, os complementáis la una a la otra como ninguna otra pareja de vampiro y heredero que conozca. —Un gesto de una emoción desconocida creció y desapareció en su mirada—. Es una oportunidad para alcanzar la grandeza… si estás dispuesta a renunciar a tus sue?os y a unirte a los de ella. Siempre estarás en segundo plano, pero detrás de una vampiresa destinada a controlar Cincinnati. —Nick dejó de acariciarme el pelo—. Si he cometido un error —dijo lentamente sin mirarme—, y deseas ser su heredera, no hay problema. Os llevo a ti y a tu cepillo de dientes a casa y me marcho para dejaros que acabéis lo que interrumpí. —Empezó a mover la mano de nuevo—. Lo único que lamento es no haber sido capaz de apartarte de ella.

 

Paseé la mirada sobre el batiburrillo de muebles de Nick mientras oía el tráfico que rugía fuera de su apartamento. Era tan diferente a la iglesia de Ivy, con sus amplios espacios y sus habitaciones aireadas. Lo único que yo quería era ser su amiga. Ivy necesitaba una desesperadamente. Se sentía infeliz consigo misma y deseaba ser algo más, algo limpio y puro, algo íntegro e inmaculado. Albergaba la esperanza de que algún día encontraría un hechizo para ayudarla. No podía dejarla y destruir lo único que le daba fuerzas. Que Dios me perdone si me estoy volviendo loca, pero admiro su indomable voluntad y fe en que algún día encontrará lo que busca.

 

A pesar de la amenaza potencial que representaba, de su compulsiva necesidad de organización y de su estricta adhesión a las estructuras, era la primera persona con la que había compartido piso que no se quejaba de mis despistes; como acabar con el agua caliente para la ducha, u olvidarme de apagar la calefacción antes de abrir las ventanas. He perdido a muchas amigas por peque?as discusiones como esas. No quería estar sola de nuevo. Lo malo era que Nick tenía razón. Hacíamos muy buena pareja. Y ahora tenía un nuevo temor. No era consciente de la amenaza que representaba mi cicatriz de vampiro hasta que ella me lo dijo. Marcada para el placer y sin reclamar. Pasar de vampiro en vampiro hasta que les suplicase que me desangrasen. Recordé las oleadas de euforia y lo difícil que había sido decir que no y entendí lo fácilmente que la predicción de Ivy podría convertirse en realidad. Aunque ella no me había mordido, estaba segura de que el rumor en las calles era que yo ya era mercancía reclamada y que no debían acercarse. Maldición. ?Cómo había podido llegar a esta situación?

 

—?Quieres que te lleve de vuelta? —susurró Nick, apretándome contra él.

 

Moví el hombro para adaptarme a su cuerpo. Si fuese lista, le pediría ayuda para traerme mis cosas de la iglesia esta misma noche, pero lo que salió de mi boca fue un débil:

 

—Todavía no. Pero la voy a llamar para asegurarme de que está bien. No quiero ser su heredera, pero no puedo dejarla sola. Le he dicho que no y creo que lo respetará.

 

—?Y qué pasa si no lo hace?

 

Me achuché más fuerte contra él.

 

—No lo sé… quizá tenga que ponerle un cascabel.

 

Soltó una risita, pero creo que advertí un resto de dolor en ella. Sentí como su buen humor se desvanecía. Su pecho movía mi cabeza al respirar. Lo que había pasado me disgustaba más de lo que estaba dispuesta a admitir.

 

—Ya no estás bajo ninguna amenaza de muerte —me susurró—. ?Por qué no te vas?

 

Me quedé inmóvil escuchando sus latidos.

 

—No tengo dinero para hacerlo —protesté en voz baja. Ya habíamos hablado de esto antes.

 

—Te dije que podías venir a vivir conmigo.

 

Sonreí, aunque él no podía verlo, y froté mi mejilla contra su camisa de algodón. Su apartamento era peque?o, pero no era por eso por lo que siempre había limitado mis visitas nocturnas a los fines de semana. él tenía su propia vida y yo le estorbaría si tenía que verme más que en peque?as dosis.

 

—Nos iría bien durante una semana y luego acabaríamos odiándonos —le dije sabiendo por experiencia que era verdad—. Y yo soy lo único que evita que vuelva a ser una vampiresa practicante.

 

—Pues deja que vuelva a serlo. Es una vampiresa.

 

Suspiré sin encontrar las fuerzas para enfadarme.

 

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