El bueno, el feo yla bruja

—Bueno, sí. Es mi amiga. —Hice un gesto de incredulidad—. ?No puedo creerme que la dejases allí tirada así!

 

Nick vaciló, con una expresión de gran confusión en sus ojos arrugados.

 

—Pero vi lo que intentaba hacerte —dijo—. Casi te muerde, ?y tú quieres volver?

 

Mis hombros se hundieron abatidos y bajé la vista hacia la fea moqueta manchada.

 

—Fue culpa mía —dije en voz baja—. Estábamos entrenando y estaba enfadada. —Levanté la vista—. No con ella, sino con Edden. Entonces se puso chulita y me cabreó, así que salté sobre ella y la pillé desprevenida… aterricé sobre su espalda, le tiré del pelo hacia atrás y le eché el aliento en el cuello.

 

Nick apretó los labios y se sentó lentamente en el borde de la silla y apoyó los codos en las rodillas.

 

—A ver si lo he entendido bien. Decidiste pelearte con ella estando enfadada, esperaste a que ambas estuvieseis emocionalmente cargadas, ?y entonces saltaste sobre ella? —Resopló enérgicamente por la nariz—. ?Estás segura de que no querías que te mordiese?

 

Le puse cara de pocos amigos.

 

—Ya te he dicho que no ha sido culpa suya. —No quería discutir con él, así que me levanté y aparté sus brazos para hacerme hueco en su regazo. Soltó un gru?ido de extra?eza y luego me rodeó con sus brazos cuando me senté. Hundí la cabeza entre su mejilla y su hombro, aspirando su masculino aroma. El recuerdo de la euforia inducida por la saliva de vampiro pasó fugazmente por mí. Yo no quería que me mordiese… no quería…, pero no podía apartar la insistente sensación de que una parte de mí, impulsada por el placer, quizá sí quería. Ya lo sabía. No había sido culpa suya y en cuanto pudiese convencerme a mí misma de ello y levantarme de las rodillas de Nick, iba a llamarla para decírselo.

 

Me acurruqué y escuché el rugido del tráfico mientras Nick me acariciaba la cabeza. Parecía enormemente aliviado.

 

—?Nick? —pregunté—. ?Qué habrías hecho si yo no le hubiese dicho que no?

 

Respiró lentamente.

 

—Dejar el caldero junto a la puerta y marcharme —dijo con una voz que retumbó en mi interior.

 

Me erguí y él hizo una mueca al cambiar la presión de mi peso sobre sus rodillas.

 

—?La habrías dejado rajarme la garganta?

 

No quiso mirarme a los ojos.

 

—Ivy no te habría desangrado y dejado tirada a tu suerte —dijo de mala gana—. Incluso en medio del frenesí al que la habías llevado. Oí lo que te ofrecía. No era un rollo de una noche, era un compromiso de por vida.

 

Mi cicatriz del demonio empezó a cosquillear al oír sus palabras y asustada, intenté alejar esa sensación.

 

—?Cuánto tiempo exactamente estuviste escuchando? —le pregunté quedándome helada al pensar que la pesadilla podía ser mucho más que una pérdida de control momentánea de Ivy.

 

Me apretó con más fuerza y bajó los ojos hasta cruzarse con los míos.

 

—Lo suficiente como para oírle pedirte que fueses su heredera. No iba a interponerme si era algo que tú querías.

 

Abrí la boca de par en par y retiré el brazo con el que lo rodeaba.

 

—?Te habrías ido y la habrías dejado convertirme en un juguete?

 

Una expresión de rabia cruzó sus ojos marrones.

 

—Su heredera, Rachel, no una sombra ni un juguete, ni siquiera su esclava. Hay un mundo de diferencia.

 

—?Te habrías marchado? —exclamé sin querer levantarme de sus rodillas por miedo a que el orgullo me hiciese abandonar su apartamento—. ?No habrías hecho nada?

 

Nick apretó la mandíbula pero no hizo ningún ademán de tirarme al suelo.

 

—?No soy yo el que vive en una iglesia con una vampiresa! —dijo—. No sé qué es lo que quieres. Solo puedo basarme en lo que me cuentas y en lo que veo. Vives con ella. Sales conmigo. ?Qué se supone que tengo que pensar?

 

No dije nada y él a?adió en voz baja:

 

—Lo que Ivy quiere no está mal ni es nada raro, es simplemente la fría realidad. Va a necesitar a un heredero de confianza dentro de unos cuarenta a?os más o menos y tú le gustas. A decir verdad, es una muy buena oferta. Pero será mejor que decidas qué quieres antes de que el tiempo y las feromonas de vampiro tomen esa decisión por ti. —Su voz se iba haciendo entrecortada y vacilante—. No serías un juguete. No con Ivy. Y estarías a salvo con ella, serías intocable para casi cualquiera de las criaturas desagradables que habitan Cincinnati.

 

Con la mirada perdida mis pensamientos empezaron a arrojar luz sobre algunos de los puntos de fricción aparentemente no relacionados entre Nick e Ivy, viéndolos bajo una nueva perspectiva.

 

—Me ha estado asediando todo este tiempo —susurré, sintiendo los primeros síntomas de miedo verdadero.

 

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