El bueno, el feo yla bruja

Miré a Jenks, que zumbaba para llamar mi atención. Me echó una mirada de preocupación como diciendo ?Te lo dije?. Qué amable era Trent dejando a su secretaria todo el tiempo que necesitase para encontrar a su novio cuando probablemente estuviese encerrado en un armario para que ella mantuviese la boca cerrada.

 

—Mmm, mejor esta noche —dije acordándome del pez—. Tengo que solucionar un par de cosas. —E improvisar unos cuantos hechizos, revisar mi pistola de bolas de líquido y recoger mis honorarios…

 

—Por supuesto —dijo volviéndose a acomodar con la expresión ensombrecida.

 

—Y si no encontramos nada allí daremos el siguiente paso —dije intentando que mi sonrisa fuese tranquilizadora—. ?Nos vemos en el apartamento de Dan sobre las ocho?

 

Percibiendo el tono de despedida en mi voz asintió y se levantó. Jenks revoloteó y se elevó también.

 

—De acuerdo —dijo Sara Jane—. Está en Redwood…

 

Edden arrastró los pies.

 

—Ya le indico yo a la se?orita Morgan dónde está, se?orita Gradenko.

 

—Sí, gracias. —Su sonrisa empezaba a parecer forzada—. Es que estoy tan preocupada…

 

Disimulé rebuscando en mi bolso para guardar el amuleto detector de mentiras y saqué una de mis tarjetas de visita.

 

—Por favor, llámeme a mí o a la AFI si sabe algo de él antes —le dije entregándosela. Ivy había mandado imprimir las tarjetas y resultaban muy profesionales.

 

—Sí, lo haré —murmuró moviendo los labios después al leer ?Encantamientos Vampíricos?, el nombre que Nick le había puesto a la agencia de Ivy y mía. Cruzamos miradas cuando se guardó la tarjeta en el bolso. Le di la mano y advertí que su apretón era más firme esta vez. Sus dedos, sin embargo, seguían igual de fríos.

 

—La acompa?o a la salida, se?orita Gradenko —dijo Edden abriendo la puerta. Tras su sutil gesto me hundí de nuevo en la silla a esperar.

 

Jenks hizo zumbar sus alas para llamar mi atención.

 

—No me gusta —dijo cuando nuestras miradas se cruzaron.

 

Un arrebato de ira me poseyó.

 

—No mentía —dije a la defensiva. Jenks apoyó las manos en las caderas y lo espanté de mi vaso de plástico para dar un sorbo al café templado—. Tú no la conoces, Jenks. Odia a las alima?as, pero intentó evitar que Jonathan me atormentase, a pesar de que pudo costarle el puesto.

 

—Le dabas lástima —dijo Jenks—. Pobrecito visón con conmoción cerebral.

 

—Me daba parte de su almuerzo al ver que no comía aquel asqueroso pienso.

 

—Las zanahorias estaban drogadas, Rachel.

 

—Ella no lo sabía. Sara Jane lo sufrió tanto como yo.

 

El pixie se elevó quince centímetros frente a mí, reclamando mi atención.

 

—Eso es lo que quiero decir. Trent podría estar usándola para volver a llegar hasta ti y ella ni siquiera tiene por qué saber nada.

 

Lo empujé con un suspiro.

 

—Está atrapada. Tengo que ayudarla si puedo. —Levanté la vista al abrir Edden la puerta y asomar la cabeza. Tenía puesto un sombrero de la AFI y quedaba un poco raro con su camisa blanca y pantalones caqui haciéndome se?as para que fuese con él.

 

Jenks se posó en mi hombro.

 

—Tus ?impulsos rescatadores? van a acabar contigo —me susurró cuando alcanzaba el pasillo.

 

—Gracias, Morgan —dijo Edden cogiendo mi depósito con el pez y acompa?ándome a la salida.

 

—No hay problema —dije al entrar en las oficinas traseras de la AFI. El bullicio de la gente me rodeó y mi tensión se alivió por la bendita autonomía de la que disfrutaba—. No mentía en nada aparte de en lo de que tenía la llave para sacar al gato. Pero eso te lo podría haber dicho sin necesidad de amuleto. Te llamo para contarte lo que vea en el apartamento de Dan, ?hasta qué hora puedo llamarte?

 

—Oh —dijo Edden en voz alta al pasar por el mostrador de recepción y dirigiéndose a la soleada acera—, no será necesario, se?orita Morgan. Gracias por tu ayuda. Estaremos en contacto.

 

Me detuve de golpe, sorprendida. Un rizo suelto me rozó el hombro cuando las alas de Jenks entrechocaron con un ruido áspero.

 

—?Pero qué rayos pasa? —musitó.

 

Noté que me ardía la cara al darme cuenta de que me estaba despachando.

 

—No he venido hasta aquí para invocar un cutre amuleto detector de mentiras —dije iniciando la marcha de nuevo bruscamente—. Ya te he dicho que iba a dejar a Kalamack en paz. No te interpongas en mi camino y déjame hacer lo que mejor se me da.

 

Tras de mí, las conversaciones se iban apagando. Edden no vaciló ni un instante en su lento camino hacia la puerta.

 

—Es un asunto de la AFI, se?orita Morgan. Deja que te ayude.

 

Lo seguí pegada a sus talones sin importarme las sombrías miradas que me echaban.

 

—Esta misión es mía, Edden —dije casi gritando—, tu gente lo va a echar a perder. Son inframundanos, no humanos. Puedes llevarte todo el mérito. Lo único que quiero es que me paguen. —Y ver a Trent en la cárcel, a?adí para mis adentros.

 

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