El Código Enigma

Margaret realmente le altera el cerebro. Cuando se vuelve realmente intolerable, va a la letrina (para que el personal no le interrumpa en un momento inoportuno) y ejecuta un Cambio Manual. Pero si hay algo que descubrió en Hawai es que un Cambio Manual por desgracia no es igual que la experiencia real. El efecto pasa demasiado pronto.

 

Mientras espera a que se pase el efecto, consigue realizar mucha matemática de calidad. Alan le dio algunas notas sobre redundancia y entropía, en relación con la investigación de cifrado de voz que está realizando en Nueva York. Waterhouse repasa las notas y descubre algunos temas interesantes que por desgracia no puede enviar a Alan sin violar tanto el sentido común como gran cantidad de procedimientos de seguridad. Terminado eso, presta atención a la criptología pura y dura. Pasó tiempo suficiente en Bletchley Park como para darse cuenta de lo poco que realmente comprende de ese arte.

 

Los submarinos usan demasiado la radio y toda la Marina Alemana lo sabe. Sus expertos en seguridad han estado dando la lata a sus oficiales para mejorar la seguridad y, al final, lo hicieron introduciendo la versión de cuatro rotores de la máquina Enigma, que ha traído loco a Bletchley Park cerca de un a?o…

 

Margaret debe recorrer el castillo por el exterior para traerle la comida a Waterhouse, y para cuando llega aquí, ya tiene las mejillas rosaditas. El vapor que sale de su boca flota a su alrededor como un velo de seda…

 

?Deja eso, Lawrence! El tema de la clase de hoy es la Enigma de cuatro rotores de la Marina alemana, conocida por ellos como Tritón y para los aliados como Tiburón. Se comenzó a usar el 2 de febrero del a?o pasado (1942), y no fue hasta la recuperación del submarino alemán U—559 embarrancado el 30 de octubre que Bletchley Park tuvo material suficiente para romper el código. Hace un par de semanas, el 13 de diciembre, Bletchley Park reventó por fin Tiburón y, una vez más, las comunicaciones internas de la Marina alemana fueron de nuevo un libro abierto para los aliados.

 

Lo primero que habían descubierto, como resultado, era que los alemanes habían roto completamente nuestros códigos mercantes, y que durante todo el a?o habían sabido exactamente dónde encontrar los convoyes.

 

Lawrence Pritchard Waterhouse había recibido toda esa información en los últimos días, vía los totalmente seguros cuadernos de uso único. Bletchley se lo cuenta porque plantea una pregunta de teoría de la información, que es su departamento y su problema. La pregunta es: ?con qué rapidez podemos reemplazar los códigos mercantes reventados sin hacerle saber a los alemanes que hemos roto Tiburón?

 

Waterhouse no tiene que pensar demasiado para llegar a la conclusión de que la situación es demasiado importante para andarse con juegos. La única forma de resolverla es montar un incidente de algún tipo que explicase a los alemanes por qué hemos perdido toda nuestra fe en los códigos mercantes y por qué vamos a cambiarlos. Escribe un mensaje a tal efecto, y comienza a cifrarlo con el cuaderno de uso único que comparte con Chattan.

 

—?Va todo bien?

 

Waterhouse se pone en pie y se gira de golpe, con el corazón desbocado.

 

Es Margaret, de pie tras el velo de su propio aliento, un abrigo de lana gris sobre el uniforme de sirvienta, sosteniendo una bandeja de té y bollos con manoplas también de lana gris. Las únicas partes de su anatomía que no están envueltas en lana son sus tobillos y la cara. Los primeros están muy bien formados; Margaret lleva tacones altos sin problemas. La cara ha sido expuesta a los rayos directos del sol y recuerda a pétalos de rosa desparramados sobre crema cuajada de Devonshire.

 

—?Oh! ?Deje que lo coja! —suelta Waterhouse, y se lanza hacia delante con un movimiento espasmódico nacido de la pasión mezclada con la hipotermia. Al tomar la bandeja de sus manos, inadvertidamente tira de una de las manoplas, que caen al suelo—. ?Lo siento! —dice, comprendiendo que jamás ha visto sus manos. Tiene esmalte rojo en las u?as de la mano ofendida, que se lleva a la boca y sobre la que sopla. Sus grandes ojos verdes le miran llenos de expectación plácida.

 

—Disculpe —dice Waterhouse.

 

—?Va todo bien? —repite.

 

—?Sí! ?Por qué no iba a ir?

 

—La antena —dice Margaret—. Lleva más de una hora sin moverse.

 

Waterhouse está tan confundido que apenas puede mantenerse en pie.

 

Margaret sigue respirando a través de sus dedos lacados, por lo que Waterhouse sólo puede verle los ojos verdes, que ahora se mueven y destellan con malicia. Lanza una mirada a la hamaca.

 

—Dormido en el trabajo, ?no?

 

El primer impulso de Waterhouse es negarlo y explicar la verdad, que es que estaba pensando en el sexo y la criptografía y se olvidó de mover la antena. Pero a continuación comprende que Margaret le ha ofrecido una excusa mejor.

 

—Culpable de los cargos —dice—. Anoche me quedé despierto hasta tarde.

 

—El té le mantendrá alerta —dice Margaret. A continuación vuelve a mirar a la hamaca. Vuelve a ponerse las manoplas—. ?Qué tal es?

 

—?Qué tal es qué?

 

—Dormir en una de esas cosas. ?Es cómodo?

 

—Mucho.

 

—?Puedo probar a ver qué tal es?

 

—Ah. Bueno, es muy difícil subirse… a esa altura.

 

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