Bruja blanca, magia negra

Mientras nos marchábamos, eché la vista atrás. Glenn tenía un aspecto horrible pero, a menos que hubiera sufrido da?os cerebrales, se pondría bien. Esperaba de todo corazón que Ford pudiera decírnoslo.

 

Mientras conducía a Edden por el pasillo, siguiendo la estela de Ivy, sentí un alivio momentáneo que me hizo sentir culpable. Al menos Glenn no había resultado herido por alguien que intentara cazarme a mí. Podía sonar algo vanidoso por mi parte, pero ya había sucedido antes. El maestro vampiro de Ivy la había violado para conseguir que me matara, y había entregado a Kisten a su asesino por el mismo motivo. Piscary había muerto, y Kisten también. Yo estaba viva, y no iba a permitir que nadie más sufriera ningún da?o por mi culpa.

 

Al llegar a un banco situado frente a una máquina expendedora, Edden se soltó de mi brazo. Todo estaba dispuesto siguiendo los cánones de la comodidad institucional: suaves tonos de marrón y unos almohadones no lo bastante suaves como para animarte a permanecer allí mucho tiempo. Había una amplia ventana que daba al aparcamiento cubierto de nieve, y me senté de manera que mis pies quedaran iluminados por la mortecina franja de luz solar, a pesar de que no calentaba lo más mínimo. Edden se acomodó junto a mí, con los codos apoyados en las rodillas y las manos sobre la frente. No me gustaba nada ver a aquel hombre inteligente y con una extraordinaria habilidad con las armas de fuego sufriendo de aquel modo. Daba la impresión de que ni siquiera recordaba quién era.

 

—Se pondrá bien —le dije.

 

Edden inspiró profundamente.

 

—Lo sé —dijo con una contundencia que indicaba que no estaba seguro—. Quienquiera que le hiciera esto sabía muy bien lo que estaba haciendo. Glenn se topó con algo mucho más grande que una esposa que ponía los cuernos a su marido.

 

Mierda. Tal vez sí que es culpa mía.

 

La sombra de Ivy recayó sobre nosotros, y levanté la vista. Su silueta contrastaba con la luz de la ventana, y me recliné buscando la sombra.

 

—Averiguaré quién le ha hecho esto —prometió. Y volviéndose hacia mí, a?adió—: Las dos los haremos. Y no se te ocurra ofendernos ofreciéndote a pagarnos.

 

Entreabrí la boca sorprendida. Había intentado esconderse en la sombra, pero sus palabras dejaban bien claro la rabia que sentía.

 

—Pensaba que no te caía bien —dije estúpidamente, y luego me puse colorada.

 

Ella se colocó la mano sobre la cadera.

 

—Esto no es una cuestión de si me cae bien o no. Alguien agredió a un agente de la ley y lo dejó moribundo. La SI no va a hacer nada por resolverlo, y no podemos permitir que impere la anarquía. —A continuación se dio la vuelta dejando pasar la luz del sol—. No creo que un humano le hiciera esto —dijo tomando asiento frente a nosotros—. Quienquiera que se lo hiciera sabía exactamente cómo provocar un dolor atroz sin causar la muerte. Lo he visto antes.

 

Casi podía oír sus pensamientos. Un vampiro.

 

Edden apretó las manos con fuerza, y luego se obligó a sí mismo a relajarse.

 

—Estoy de acuerdo.

 

Incapaz de quedarme quieta, me revolví en mi asiento.

 

—Se va a poner bien —exclamé.

 

?Maldición! No sabía qué más decir. Toda la cultura vampírica de Ivy se basaba en monstruos que actuaban al margen de la ley, gente que trataba a los demás como si fueran cajas de bombones. Los más crueles y poderosos, aquellos que establecían las normas, podían hacer lo que les viniera en gana sin temor a las consecuencias.

 

Ivy se inclinó para reducir el amplio espacio que nos separaba.

 

—Dame la dirección de la casa donde lo encontraron —pidió—. Me gustaría echar un vistazo.

 

Edden frunció los labios, haciendo que el bigote se contrajera. Era la primera muestra de que estaba recobrando la compostura.

 

—Ivy, te agradezco mucho tu ofrecimiento —dijo con voz firme—, pero podemos resolverlo sin ayuda. En este momento, mis hombres están examinando el lugar.

 

El párpado de mi compa?era empezó a temblar, y aunque no era fácil de apreciar, creo que sus pupilas se estaban dilatando por el resentimiento.

 

—Dame la dirección —repitió—. Si lo hizo un inframundano, vas a necesitarnos a Rachel y a mí. La SI no te ayudará.

 

Por no hablar de que la AFI probablemente no se percatará de todo lo que guarde relación con el Inframundo, pensé, soltando un bufido y sentándome más derecha sobre el delgado acolchado.

 

Edden se quedó mirándola, claramente ofendido.

 

—Mi departamento se está ocupando de todo. Glenn recuperará el conocimiento en unos días y entonces…

 

De repente cerró los ojos y se quedó en silencio. Ivy se puso en pie, alterada, y en un tono casi cruel, dijo:

 

—Si no le aprietas las clavijas en las próximas horas a quienquiera que hizo esto, se escapará. —Edden la miró a los ojos, y ella continuó con una actitud algo más amable—: Deja que te ayudemos. Estás demasiado implicado. Toda la AFI lo está. Necesitas a alguien que contemple lo sucedido desde un punto de vista objetivo, y no movido por la venganza.