Zafiro (Edelstein-Trilogie #2)

Así pues, me instalé en el taxi con cara impasible y, cuando el coche arrancó, fijé la vista al frente. Gideon, a mi lado, miraba por la ventana. El taxista observó intrigado nuestra vestimenta por el retrovisor arqueando las cejas, pero no dijo nada, lo que era realmente de agradecer.

—Pronto serán las seis y media —me dijo Gideon, sin duda para iniciar una conversación sobre un tema neutro—. No es extra?o que me esté muriendo de hambre.

Ahora que lo decía, me di cuenta de que a mí me pasaba lo mismo. Esa ma?ana, con el ambiente enrarecido que se respiraba en la mesa familiar, apenas había podido desayunar media tostada, y nunca había soportado la comida de la escuela. Con cierta a?oranza pensé en los apetitosos bollos y bocadillos de la mesa del té de lady Tilney, que por desgracia nos habíamos perdido.

?Lady Tilney! Hasta este momento no había pensado en que Gideon y yo aún debíamos ponernos de acuerdo con respecto a nuestra aventura en 1912. A fin de cuentas, el asunto se había descontrolado completamente, y no tenía ni idea de cómo se lo tomarían los Vigilantes, que en cuestión de misiones en el tiempo no se andaban con bromas. Gideon y yo habíamos viajado al pasado con el encargo de registrar a lady Tilney en el cronógrafo (dicho sea de paso, yo seguía sin entender muy bien cuál era el motivo, pero en cualquier caso todo el asunto parecía terriblemente importante; por lo que sabía, estaba en juego la salvación del mundo, como mínimo); sin embargo, antes de que hubiéramos podido cumplir nuestra misión, habían entrado en escena mi prima Lucy y Paul; por más se?as, los malvados de toda esta historia. O al menos de eso estaba convencida la familia de Gideon, y él con ellos. Supuestamente, Lucy y Paul habían robado el segundo cronógrafo y se habían escondido con él en el tiempo. Desde hacía a?os, nadie había oído hablar de ellos, hasta que habían aparecido en casa de lady Tilney y habían revolucionado nuestra peque?a reunión para tomar el té.

El pánico había provocado que no pudiera recordar exactamente cuándo habían entrado en juego las pistolas, pero el caso es que en algún momento Gideon había apuntado un arma a la cabeza de Lucy, una pistola que bien mirado no debería haber llevado nunca. (Igual que yo no tendría que haber llevado mi móvil, ?pero al menos con un móvil no se puede disparar a nadie!) Luego habíamos huido y nos habíamos refugiado en la iglesia; pero durante todo ese tiempo yo no había podido deshacerme de la sensación de que en lo referente a Lucy y a Paul las cosas no estaban tan claras como les gustaba afirmar a los De Villiers.

—?Qué vamos a decir de lo de lady Tilney? —pregunté.

—Bueno... —Gideon se rascó la cabeza con aire cansado—. No es que tengamos que mentir, pero tal vez lo más inteligente en este caso sería omitir algunos detalles. Lo mejor será que lo de hablar me lo dejes a mí.

Ahí estaba de nuevo el viejo y conocido tono de mando.

—Sí, claro —dije—. Asentiré y mantendré la boca cerrada como una ni?a buena.

Instintivamente, crucé los brazos sobre el pecho. ?Por qué Gideon no podía comportarse de una forma normal para variar? ?Primero me besaba (?y más de una vez!), para inmediatamente después asumir el papel de gran maestre de la logia de los Vigilantes?

Los dos nos concentramos en mirar por nuestras respectivas ventanas.

Fue Gideon quien finalmente rompió el silencio, lo que me proporcionó cierta satisfacción.

—?Qué pasa, se te ha comido la lengua el gato?

Por el modo en que lo dijo, sonó casi tímido.

—?Cómo dices?

—Mi madre me lo preguntaba siempre cuando era peque?o. Cuando miraba fijamente hacia delante con ese aire obstinado que tú tienes ahora.

—?Tienes una madre?

?Por Dios! Hasta que no lo hube pronunciado, no me di cuenta de lo estúpido que sonaba.

Gideon levantó una ceja.

—?Qué te creías? —preguntó divertido—. ?Que soy un androide y que el tío Falk y mister George me ensamblaron?

—No me parece tan descabellado. ?Tienes fotos tuyas de bebé? —Traté de imaginarme a Gideon como un bebé, con una cara mofletuda y la cabeza pelada, y se me escapó una sonrisa—. ?Dónde están tu madre y tu padre?

?También viven aquí, en Londres?

Gideon negó con la cabeza.

—Mi padre murió, y mi madre vive en Antibes, al sur de Francia. —Durante un breve instante apretó los labios, y ya pensaba que volvería a encerrarse en su silencio cuando a?adió—: Con mi hermano peque?o y su nuevo marido, el se?or Llámame-papá-quieres Bertelin. Tiene una empresa que fabrica microcomponentes de platino y cobre para aparatos electrónicos, y por lo que parece el negocio va viento en popa; en todo caso, ha bautizado su ostentoso yate con el nombre de Creso.

Yo estaba absolutamente perpleja. Tanta información personal de golpe no encajaba con la idea que me había hecho de Gideon.

—Vaya, pero seguro que debe de ser genial pasar las vacaciones allí, ?no?

—Sí, claro —dijo en tono burlón—. Hay una piscina del tama?o de tres pistas de tenis, y ese yate de locos tiene los grifos de oro.

—De todos modos, me lo imagino mejor que un cottage sin calefacción en Pebbles.

Kerstin Gier's books