—?Mi decisión es firme! —la voz del barón temblaba ligeramente—. Entregaré ese maldito aparato a la alianza; no importa qué pérfidos métodos se atrevan a utilizar para disuadirme de ello. Sé que está aliado con el demonio.
—?Qué quiere decir con eso? —susurró Lucy.
Paul se limito a sacudir la cabeza.
De nuevo resonó aquella suave risa.
—?Ay, mi ciego y pusilánime antepasado! Cuanto más fácil habría podido ser su existencia, ?y también la mía!, si me hubieras escuchado a mí en lugar de a nuestro obispo o a esos lamentables fanáticos de la Alianza... Si hubieras utilizado tu entendimiento en lugar de tu rosario... si hubieras reconocido que formas parte de algo más grande que lo que predican tus sacerdotes...
La respuesta del barón parecía un padrenuestro; Lucy y Paul solo oyeron murmurar algo en voz baja.
—Amén —dijo el visitante suspirando—. De modo que esa es tu última palabra en lo que respecta a este asunto...
—?Eres el demonio personificado! —exclamó el barón—. Abandona mi coche y no vuelvas a presentarte nunca ante mi vista.
—Como lo desees. Pero aún queda un peque?o detalle. Hasta este momento no lo había dicho para no inquietarlo inútilmente, pero en su tumba, he visto con mis propios ojos, aparece el 15 de mayo de 1602 como el día de tu muerte.
De los anales de los Vigilantes
18 de diciembre de 1992
Paul y Lucy han sido enviados hoy, a las 15.00 horas, a elpasar al a?o 1498. A su regreso a las 19.00 horas, han aterrizado en el macizo de rosales ante la ventana de la Sala del Dragón, vestidos con trajes del siglo XVII totalmente empapados.
Daban la impresión de encontrase sumamente trastornados.
En contra de su voluntad, he puesto a lord Montrose y a Falk de Villiers al corriente de la situación.
La historia, sin embargo, se ha aclarado de una forma muy sencilla.
Lord Montrose aún recordaba perfectamente la fiesta de disfraces que se celebró en 1498 en el jardín, en el curso de la cual algunos invitados, entre ellos Lucy y Paul, tras consumir cantidades excesivas de alcohol, aterrizaron el la balsa de los peces de colores.
Lord Lucas asumió la responsabilidad por ese incidente y prometió sustituir los dos ejemplares de rosales destrozados ?Ferdinand Picar? y ?Se?ora de Jonh Laing?.
Lucy y Paul han sido severamente amonestados y conminados a mantenerse apartados del alcohol en el futuro, al margen de la época.
Informe de J.Mountjoy, adepto de segundo grado.
1
—?Se?ores, estamos en una iglesia! ?Este no es lugar para besarse!
Espantada, abrí los ojos como platos y me eché hacia atrás rápidamente, esperando ver venir hacia mí a un viejo párroco con sotana ondulante y rostro indignado dispuesto a echarnos un furioso sermón. Pero no era el párroco quien había interrumpido nuestro beso. De hecho, no era una persona. Era una peque?a gárgola que estaba acurrucada en un banco de la iglesia junto al confesionario y que me miraba tan sorprendida como yo a ella.
Aunque, en realidad, el estado en que yo me encontraba difícilmente podía calificarse como de sorpresa. Para ser sincera, debería haberlo descrito más bien como una violenta suspensión del raciocinio.
Todo había empezado con ese beso.
Gideon de Villiers me había besado a mí, Gwendolyn Sheperd.
Naturalmente, debería haberme preguntado por qué se le había ocurrido semejante idea tan de repente —en el confesionario de una iglesia situada en algún lugar de Belgravia en el a?o 1912—, justo después de que hubiéramos representado en vivo una huída de película que nos había dejado sin aliento y en la que habíamos tenido que luchar, entre otras cosas, contra mi estrecho vestido largo hasta los tobillos y su ridículo cuello de marinero.
Podría haber realizado comparaciones con los besos de otros chicos y haber analizado a qué se debía que Gideon besara mucho mejor que ellos.
También habría podido darme que pensar el hecho de que entre nosotros se encontrara la ventanilla del confesionario por la que Gideon había tenido que pasar la cabeza y los brazos, y que esas no fueran las condiciones ideales para un beso, aparte de que no necesitara para nada a?adir más confusión a mi vida después de que hacía solo tres días me hubiera enterado de que había heredado de mi familia el gen de los viajes en el tiempo.
Pero lo cierto es que yo no pensaba absolutamente en nada, aparte quizá de ??Oooh!? y ?Mmm...!? y ??Más!?.
Por eso tampoco me percaté del tirón en el vientre, y solo entonces, mientras esa peque?a gárgola me miraba fijamente desde el banco con los ojos chispeantes y los brazos cruzados sobre el pecho, solo cuando mi mirada cayó sobre la sucia cortina marrón del confesionario que hacia un momento había sido de un verde de terciopelo, tuve el pálpito de que entretanto habíamos saltado de nuevo al presente.
—?Mierda! —Gideon se retiró hacia su lado del confesionario y se rascó la nuca.
??Cómo que “Mierda”?? Caí bruscamente de mi nube y olvidé a la gárgola.