Rubí (Edelstein-Trilogie #1)

Aunque lady Arista se había encargado de inculcarnos en la cabeza desde peque?os que en ningún caso, sin excepción, debíamos hablar con nadie de las peculiaridades de nuestra familia, yo había decidido por mi cuenta hacer una excepción con Leslie. Al fin y al cabo, era mi mejor amiga, y las mejores amigas no tienen secretos.

Por primera vez desde que la conocía (lo que, bien mirado, era toda mi vida), Charlotte parecía casi incapaz de valerse por sí misma.

Pero yo estaba preparada y sabía lo que había que hacer. La tía Glenda no se había cansado de recordármelo.

—Acompa?aré a Charlotte a casa —dije a mister Whitman, y me levanté—. Si le parece bien.

Mister Whitman seguía con la mirada fija en Charlotte.

—Me parece una buena idea, Gwendolyn —respondió—. Que te mejores, Charlotte.

—Gracias —murmuró Charlotte, y se dirigió hacia la puerta con paso vacilante—. ?Vienes, Gwenny?

Me apresuré a cogerla del brazo. Por primera vez me sentía importante en presencia de Charlotte. Era una sensación agradable poder ser útil para variar.

—Sobre todo, llámame y explícamelo todo —tuvo tiempo de susurrarme Leslie.

En el pasillo, la zozobra que había experimentado Charlotte ya se había volatilizado. De hecho, me dijo que antes de marcharse quería recoger sus cosas de la taquilla.

La sujeté con fuerza de la manga.

—?Olvídalo, Charlotte! Tenemos que ir a casa lo más rápido posible. Lady Arista ha dicho…

—Ya se me ha pasado —dijo Charlotte.

—?Y qué? De todos modos, puede volver en cualquier momento. —Charlotte dejó que la arrastrara en la dirección contraria—. ?Dónde demonios tengo la tiza? —Sin dejar de caminar, empecé a revolver en el bolsillo de la chaqueta—. Ah, aquí está. Y el móvil. ?Quieres que llame a casa? ?Tienes miedo? Oh, qué pregunta más tonta, lo siento. Es que estoy nerviosa.

—Tranquila, no pasa nada. No tengo miedo.

La miré de reojo para comprobar si decía la verdad. Lucía su sonrisita de superioridad de Mona Lisa, y era imposible descubrir qué sentimientos se ocultaban tras ella.

—?Quieres que llame a casa?

—?Y de qué serviría? —replicó Charlotte.

—Solo pensaba…

—Es mejor que lo de pensar me lo dejes a mí —me espetó Charlotte.

Bajamos juntas los escalones de piedra hacia el hueco donde siempre se sentaba James, que enseguida se levantó al vernos. Pero yo me limité a dedicarle una sonrisa. El problema con James era que, aparte de mí, nadie podía verle ni oírle.

James era un fantasma. Por eso evitaba hablar con él en presencia de otras personas. Solo había hecho una excepción con Leslie, que ni por un segundo había dudado de su existencia. Leslie creía todo lo que le decía, y esa era una de las razones de que fuera mi mejor amiga.

Leslie lamentaba profundamente no poder ver ni oír a James, aunque me alegraba mucho de que fuera así, porque lo primero que James había dicho después de verla había sido: ??Por todos los santos! ?Esta pobre muchacha tiene más pecas que estrellas hay en el cielo! ?Si no empieza a aplicarse enseguida una buena loción decolorante, nunca encontrará marido!?.

En cuanto a Leslie, lo primero que dijo cuando los presenté fue: ?Pregúntale si tiene algún tesoro escondido en algún sitio?.

Por desgracia, James no había enterrado ningún tesoro y estaba bastante ofendido por que Leslie le creyera capaz de hacer algo semejante.

También se ofendía cuando hacía como que no le veía. De hecho, James se ofendía con bastante facilidad.

—?Es transparente? —había preguntado Leslie en el primer encuentro—. ?O se ve en blanco y negro?

No, en realidad, James tenía un aspecto totalmente normal. Con excepción de la ropa, claro.

—?Puedes pasar a través de él?

—No lo sé. No lo he intentado nunca.

—?Y por qué no lo intentas ahora? —había propuesto Leslie.

Pero James no estaba dispuesto a permitir que pasara a través de él.