La bella de la bestia

—?Y Robert?

—Acababa de comprometerme con él cuando tú llegaste. Si quieres que te haga una lista de besos —le dijo arrastrando las palabras—, he de admitir que he tenido muy pocos. Sin embargo, he soportado una avalancha de poesía capaz de revolver el estómago al más templado —su acida ironía lo hizo sonreír.

—El vino, además de locuaz, te vuelve impertinente.

—Me temo que no es el vino lo que hace aflorar ese defecto —lo miró con expresión expectante y ávida. Anhelaba sentir por primera vez las sensaciones de un beso de amor.

Descifrando la expresión de Gytha, Thayer sacudió la cabeza, sorprendido. Se le dibujó en el rostro una sonrisa ligeramente tonta, mientras la tomaba entre sus brazos. Le embriagaba sentirse centro de toda la atención de la muchacha. Se dijo firmemente que sería un placer fugaz, que desaparecería a medida que ella fuera volviéndose más experimentada; pero tal pensamiento hizo poco por atenuar su embriaguez.

Thayer rozó con suavidad sus labios con los de Gytha y saboreó la tibieza temblorosa de la boca de la muchacha. Cuando ella pasó sus delgados brazos alrededor del cuello de su prometido y metió las suaves manos entre su pelo, Thayer aumentó la presión de sus labios, pero Gytha se apartó ligeramente de él cuando trató de introducirle la lengua dentro de la boca. Lo miró con curiosidad y un poco de molestia; todavía brillaba un cierto calor en su mirada.

—Justo en este momento era cuando daba un tirón de orejas a William —el lento movimiento de las manos del hombre sobre su espalda despertó un extra?o y fiero calor dentro de su cuerpo.

—?Le advertías antes de tirarle de las orejas, como lo estás haciendo conmigo? —le dibujó las delicadas líneas de la cara con besos suaves y ligeros.

—No —la sorprendió lo ronca y jadeante que sonó su propia voz.

—Es sólo parte del beso, querida. Vamos, abre la boca —cuando ella lo hizo, Thayer gru?ó suavemente, de puro placer. La miró con pasión—. Vaya, ésta sí que es una vista hermosa.

Cuando Thayer cubrió de nuevo la boca de Gytha con la suya, ella se sintió como nunca se había sentido. La lengua de su prometido se abrió paso entre sus labios, y con cada lengüetazo se avivaba más y más el fuego que la consumía. Gytha se aferró con fuerza al cuello de Thayer cuando él la levantó sin esfuerzo y la sentó sobre su regazo. Al terminar el beso, la joven se desplomó sobre el brazo de su futuro marido y lo miró fijamente a la cara. La pasión le nublaba la mente y el asombro se abría paso entre la bruma de su alborotado ánimo. Ciertamente, Thayer hacía que experimentase extra?as sensaciones, nunca conocidas por ella.

Thayer, por su parte, se sintió aturdido. Nunca en su vida un mero beso lo había excitado tanto. Culpó a la luz tenue que los alumbraba, o a su imaginación, que se había visto azuzada por la esperanza equívoca de lo que había creído vislumbrar en la cara de la muchacha. Pero nada de lo que se decía a sí mismo borraba la realidad de la suave y cálida expresión de los ojos de la chica. Muchas veces había excitado a las mujeres, pero nunca había encendido el fuego en ninguna como Gytha. Las mujeres de ese tipo no se le acercaban lo suficiente como para poner a prueba su pasión, o su falta de pasión.

—?Lo he hecho bien? —le preguntó ella en un susurro.

—Sí —respondió sonriendo—. Lo has hecho muy bien. Tan bien —la alejó de sí—, que creo que es mejor que volvamos a la fiesta —le gui?ó un ojo mientras se ponían de pie—. No quiero que me tires de las orejas.

Caminaron de regreso hacia la casa, intercambiando comentarios sobre la vida de cada uno. Dentro, se reencontraron con Margaret y Roger. A pesar de que Thayer participó en la conversación, en realidad estaba profundamente sumido en sus propios pensamientos. Se sentía abrumado por el peso de las dudas y los temores. Gytha había estado comprometida con William, que fue un hombre extremadamente apuesto, y luego con Robert, que desde luego era bien parecido. Pero ahora iba a tener que casarse con él. Era cierto que se había encendido con sus besos, pero Thayer estaba seguro de que pronto se arrepentiría de estar unida para siempre al menos agraciado de los primos. Por más que trató de disipar estos pensamientos, cada vez que miraba a su encantadora novia sólo veía un futuro problemático.





Capítulo 3