Temerario I - El Dragón de Su Majestad

—Bien. ?Se?or Martin! —llamó ahora en voz más alta—, prepare la bengala, les vamos a dar algo que ver en la próxima pasada.

 

La raza francesa era de complexión pesada y fuerte, además de peligrosa, pero se trataba de animales nocturnos por naturaleza y sus ojos eran muy sensibles a los ramalazos repentinos de luz brillante.

 

—Se?or Turner, dé la se?al de bengala, por favor.

 

Llegó la rápida confirmación del alférez de se?ales de Messoria. El mismo Tanator Amarillo estaba enfrascado en el intento de rechazar el enérgico ataque de un peso medio francés contra el frente de la formación. Laurence se inclinó y palmeó el cuello de Temerario para llamar su atención.

 

—Vamos a darle al Fleur—de—Nuit una buena dosis de luz de bengala —gritó—. Mantén la posición y espera la se?al.

 

—Sí, estoy preparado —contestó Temerario, con una profunda nota de excitación vibrando en su voz; de hecho, casi temblaba.

 

—Procura ser cuidadoso —no pudo evitar a?adir Laurence, ya que, a tenor de las numerosas cicatrices, el dragón francés era uno de los más veteranos y no quería que Temerario resultara herido por un exceso de confianza.

 

El Fleur—de—Nuit enfiló hacia su posición e intentó situarse entre Temerario y Nitidus con un claro objetivo: dividir la formación y herir a un dragón u otro en el proceso. Eso dejaría expuesta a Lily a un ataque desde la retaguardia en una pasada posterior. Sutton estaba ya se?alando una nueva maniobra, que los obligaría a virar y le abriría a Lily un nuevo ángulo de ataque contra el Fleur—de—Nuit, sin duda el mayor de los asaltantes franceses, pero antes de que se pudiera llevar a cabo, primero habría que rechazar esta acometida.

 

—?Todos preparados, tened lista la bengala! —dijo Laurence, que se servía de la bocina para amplificar su voz y hacer llegar sus órdenes mientras la enorme criatura azul y negra se abalanzaba sobre ellos.

 

La velocidad del combate era mucho mayor de lo que nunca antes había experimentado. En la Armada, un intercambio de fuego podía durar un mínimo de cinco minutos. En el aire, una pasada había terminado en menos de uno, y la segunda se producía casi de inmediato. En este momento, el dragón francés se le echaba encima en un ángulo que le acercaba más a Nitidus; al parecer, no deseaba tener nuevos encuentros con las garras de Temerario. El peque?o Azul de Pascal no podría mantener su posición contra aquella gran masa.

 

—?Todo a estribor, vamos a acercarnos! —gritó a Temerario.

 

El animal respondió al instante; sus grandes alas negras los hicieron girar e inclinarse hacia el Fleur—de—Nuit, y Temerario se acercó con más rapidez de lo que un dragón de combate pesado normal habría sido capaz. El enorme dragón enemigo se volvió para mirarlos de forma instintiva. En ese momento, cuando captó un atisbo de los pálidos ojos blancos, el aviador gritó:

 

—?Prended la bengala!

 

Apenas pudo cerrar sus propios ojos a tiempo; el brillante destello fue visible incluso a través de sus párpados y el Fleur—de—Nuit bramó de dolor. Laurence volvió a abrir los ojos para encontrar a Temerario acuchillando con fiereza al otro dragón, clavando profundamente las garras en su vientre, mientras sus fusileros hacían trizas a los ventreros del otro lado.

 

—Temerario, mantén la posición —le pidió Laurence, viendo que corría peligro de caer, llevado por su entusiasmo por acabar con el dragón enemigo.

 

Temerario dio un respiro, batió las alas de forma aturullada y se apresuró a ocupar su posición en la formación. El alférez de se?ales de Sutton alzó la bandera verde y todos ellos viraron en un rizo cerrado como si fueran un solo cuerpo, mientras Lily abría ya las quijadas y siseaba. El Fleur—de—Nuit aún volaba a ciegas y vertía sangre al aire mientras su tripulación intentaba alejarle.

 

—?Enemigo arriba!, ?enemigo arriba!

 

El vigía de estribor de Maximus se?alaba frenéticamente hacia arriba. Mientras aún resonaba en sus oídos el chillido del muchacho, les sacudió los tímpanos un rugido sordo y ensordecedor como el trueno que sofocó el grito de aviso: un Grand Chevalier caía en picado sobre ellos. El pálido vientre del dragón le había permitido pasar inadvertido en la densa capa de nubes, por lo que los vigías no le habían visto. Ahora se precipitaba sobre Lily con las grandes fauces completamente abiertas. Doblaba a ésta en tama?o e incluso sobrepasaba en peso a Maximus.

 

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