—No es más grande que yo. Tampoco es un Largario, por lo que no escupe veneno, ni hay dragones en Inglaterra que echen fuego por la boca. No veo nada en que me supere.
—No te supera en nada, en absoluto —admitió Laurence mientras le acariciaba una de las patas delanteras, que el dragón mantenía en tensión—. La preferencia es una mera cuestión de formalidad, y estás en tu perfecto derecho de comer con los otros. Sin embargo, te pido que no te pongas pendenciero. Han escapado de Europa huyendo de Bonaparte.
—?Sí? —La gorguera de Temerario se fue plegando poco a poco alrededor de su cuello y Temerario miró al otro dragón con renovado interés—. Pero hablan francés. ?Por qué temen a Bonaparte si son franceses?
—Son monárquicos, leales a la dinastía Borbón —dijo Laurence—. Supongo que escaparon de Francia antes de que los jacobinos acabaran con el rey. Me temo que el Terror reinó allí durante un tiempo, y aunque Bonaparte al menos ya no anda cortando cuellos en la guillotina, para los monárquicos no es mucho mejor que los jacobinos. Te aseguro que le desprecian todavía más que nosotros.
—Bueno, lo siento si he sido descortés —murmuró Temerario, que se fue por Praecursoris para hablar con él y, para asombro de Laurence, le dijo—: Veuillez m'excuser, si je vous ai dérangé[2].
Praecursoris se giró.
—Mais non, pas du tout[3] —respondió gentilmente, e hizo una inclinación de cabeza; luego, agregó—: Permettez que je vous présente Choiseul, mon capitaine[4].
—Et voici Laurence, le mien[5] —contestó Temerario—. Laurence, haz una reverencia, por favor —agregó el dragón hablando en voz baja cuando el aviador se le quedó mirando petrificado.
El aviador bajó la rodilla. No interrumpió el formal intercambio de frases, pero le consumía la curiosidad y en cuanto bajaron volando al lago para que el dragón se ba?ara quiso saber:
—?Cómo diablos has aprendido a hablar francés?
Temerario volvió la cabeza.
—?Qué quieres decir? ?Es extra?o hablar francés? Es muy fácil.
—Bueno —repuso Laurence—, es un fenómeno bastante peculiar, ya que hasta ahora no habías oído ni una palabra de francés. De mí no, desde luego, que me puedo considerar afortunado si soy capaz de decir bonjour sin avergonzarme.
—No me sorprende que hable francés —admitió Celeritas cuando Laurence se lo comentó aquella tarde en el campo de entrenamiento—, pero sí no habérselo oído antes. ?Quiere decir que no habló en francés después de que rompió el cascarón? ?Habló en inglés directamente?
—Pues, sí —respondió Laurence—. Admito nuestra sorpresa general, pero sólo porque empezara a hablar tan pronto. ?Es insólito?
—Que hable, no. Aprendemos el lenguaje a través de la cáscara del huevo —le explicó Celeritas—. Estuvo a bordo de una nave francesa durante los meses previos a la eclosión, por lo que no me sorprende nada que conozca ese idioma. Me choca más que sea capaz de hablar inglés después de una sola semana a bordo del Reliant. ?Se desenvolvía con fluidez?
—Desde el primer momento —contestó Laurence, complacido de la nueva evidencia de los dones únicos de Temerario—. Nunca dejas de sorprenderme, amigo —a?adió dirigiéndose al dragón mientras le palmeaba el cuello.
Temerario se hinchó de satisfacción.
Sin embargo, el Imperial continuó mostrándose un poco quisquilloso, en especial en lo que concernía a Praecursoris. No se trataba de una abierta animosidad ni tampoco una especial hostilidad, pero se conducía con la intención manifiesta de demostrar que era tan bueno como el dragón veterano, en especial una vez que Celeritas incluyó al Chanson—de—Guerre en las maniobras.
Laurence se complacía en secreto al ver la fluidez y gracilidad de los movimientos de Temerario en el aire, Praecursoris no tanto; pero la experiencia del dragón y de su capitán pesaban mucho, y los dos conocían y dominaban ya muchas de las maniobras. El interés de Temerario en el trabajo creció de forma considerable. En algunas ocasiones, Laurence salía de comer y encontraba al dragón sobrevolando el lago, practicando las maniobras que antes había encontrado tan aburridas, y en más de una ocasión le pidió que sacrificaran una parte del tiempo de lectura para realizar un trabajo adicional. Se hubiera obligado a entrenar hasta la extenuación todos los días si Laurence no le hubiera contenido.
Al final, Laurence fue en busca de Celeritas para pedirle consejo. Albergaba la esperanza de que existiera una forma de aminorar la intensidad del esfuerzo, o tal vez de persuadir al director de prácticas para que separase a los dos dragones, pero aquél, después de escuchar sus objeciones, repuso con calma: