Temerario I - El Dragón de Su Majestad

Aquel peque?o cotilleo se refería a personas que Harcourt no conocía de nada y la dejó fuera de la conversación. Sin embargo, antes de que Laurence pudiera cambiar de tema, ella se disculpó y se escabulló de la mesa. Perdía así la oportunidad de propiciar la relación entre ellos.

 

Los pocos días restantes de la semana previa a la excursión transcurrieron rápidamente. El entrenamiento consistió en todavía más pruebas sobre las habilidades voladoras de Temerario y probar de qué modo él y Maximus podían volar en la formación, que giraba en torno a Lily. Celeritas les había hecho dar incontables vueltas alrededor del valle de adiestramiento, otras intentando reducir el número de aleteos, otras intentando aumentar la velocidad, y siempre manteniéndolos alineados unos a otros. Pasaron una ma?ana memorable en vuelo invertido, cabeza abajo, al final de la cual Laurence se encontró mareado y colorado. El corpulento Berkley echaba chispas cuando bajó tambaleándose de lomos de Maximus después de la última vuelta, y Laurence se adelantó de un salto para facilitarle bajar al suelo cuando le fallaron las piernas.

 

—Gracias —dijo mientras tomaba el vaso de brandy que le ofreció Laurence, y lo sorbió; entretanto, Laurence se soltó el lazo del cuello.

 

—Lamento tener que someterlos a tanta presión —se disculpó Celeritas cuando Berkley aún no había dejado de jadear y seguía colorado—. Habitualmente, estas pruebas durarían en torno a medio mes. Tal vez les esté presionando demasiado al ir tan deprisa.

 

—Tonterías, me habré recuperado en un santiamén —replicó Berkley de inmediato—. Sé perfectamente que no podemos desperdiciar ni un segundo, Celeritas, así que no se retrase por mi culpa.

 

—Laurence, ?por qué hay asuntos tan urgentes? —le preguntó Temerario aquella tarde después de haber comido, mientras volvían a tumbarse juntos fuera de los muros del patio para leer—. ?Va a haber una gran batalla pronto? ?Nos van a necesitar?

 

Laurence cerró el libro, dejando un dedo entre las páginas para indicar el lugar donde se había quedado.

 

—No. Siento decepcionarte, pero estamos demasiado verdes como para que nos destinen al lugar de mayor acción. Aun así, lo más probable es que lord Nelson no sea capaz de destruir la flota francesa sin la ayuda de una formación de Largarios, en este momento estacionados en Inglaterra. Nuestra tarea consistirá en reemplazarlos para que se puedan ir. Se va a producir una batalla realmente importante, y te aseguro que nuestra participación no va a ser de menor importancia aunque no intervengamos en ella de manera directa.

 

—Sí, aunque no parece muy emocionante —contestó Temerario—, pero tal vez Francia nos invada. —Parecía más esperanzado que cualquier otra cosa—. ?Tendremos que luchar en ese caso?

 

—Esperemos que no —repuso Laurence—. Si Nelson destruye la flota francesa, echaría por tierra cualquier oportunidad de que el ejército de Bonaparte cruzase el canal de la Mancha. Aunque he oído decir que tiene miles de barcos para transportar a sus hombres, son sólo transportes, y la Armada los hundiría a cientos si intentaran cruzar sin la protección de la flota.

 

Temerario suspiró y metió la cabeza entre las dos patas delanteras.

 

—Vaya —dijo.

 

Laurence se echó a reír y le acarició el hocico.

 

—?Menuda sed de sangre! —exclamó divertido—. No temas. Te prometo que vamos a ver mucha acción en cuanto haya concluido el adiestramiento. Para empezar, se está produciendo un gran número de escaramuzas sobre el canal, y luego, tal vez nos envíen en apoyo de alguna operación naval o a hostigar el transporte marítimo por nuestra cuenta.

 

Aquellas palabras alentaron mucho a Temerario, que, habiendo recuperado ya el buen humor, prestó atención al libro de nuevo.

 

Maximus y él pasaron el viernes haciendo una prueba de resistencia para determinar cuánto tiempo aguantaban en el aire. Los miembros más lentos de la formación iban a ser los dos ejemplares de Tanator Amarillo, por lo que, para la prueba, tanto Temerario como Maximus debían ajustar a ellos su ritmo, así que estuvieron dando vueltas y más vueltas alrededor del valle en un círculo sin fin mientras encima de ellos el resto de la formación llevaba a cabo las maniobras bajo la supervisión de Celeritas.

 

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