Temerario I - El Dragón de Su Majestad

En el momento en que Temerario hacía una pasada junto a la Pécheur—Rayé y lanzaba un zarpazo contra el costado de la dragona francesa, los tripulantes arrojaron sus bombas sobre la cubierta del transporte. Sobre el lomo de la Pécheur sonó una detonación, y Laurence oyó un grito a sus espaldas. Collins levantó los brazos al cielo y quedó colgando inerte de su arnés, mientras su fusil caía a las aguas que se extendían bajo ellos. Momentos más tarde, su cuerpo lo siguió: estaba muerto, y alguien había cortado sus correas.

 

En el transporte no había ca?ones, pero su cubierta había sido construida con la inclinación de un tejado. Tres de las bombas rodaron antes de estallar, dejando un reguero de humo mientras caían sin haber cumplido si misión. Sin embargo, dos explotaron a tiempo. La nave entera se balanceó en el aire cuando la conmoción hizo que la Pécheur perdiera el ritmo por un instante, lo que abrió una serie de boquetes en la tablazón del transporte. Laurence tuvo un atisbo de una cara pálida que le miraba desde el interior, manchada de polvo y con un gesto de terror inhumano. Después, Temerario viró hacia un lado y se apartó de allí.

 

Había sangre que caía goteando de algún lugar, un chorro fino y negro. Laurence se inclinó para comprobarlo, pero no vio ninguna herida. Temerario estaba volando bien.

 

—?Granby! —gritó, se?alando a la sangre.

 

—?Es de sus garras! ?De la otra bestia! —le gritó Granby un momento después, y Laurence asintió.

 

Pero no hubo ocasión para hacer una segunda pasada. Dos dragones franceses venían directamente hacia ellos. Temerario batió las alas y se elevó hacia el cielo a toda velocidad, seguido por las bestias enemigas. Ya habían visto su truco y se acercaron a él a un ritmo más precavido para no pasarse de largo.

 

—?Media vuelta, directo hacia abajo y a por ellos! —le indicó Laurence a Temerario.

 

—?Armas preparadas! —gritó Riggs a su espalda.

 

Temerario expelió una profunda bocanada y giró en redondo a mitad del vuelo. Sin tener que luchar ya contra la gravedad, se precipitó en picado hacia los dragones franceses con un feroz rugido. Su tremendo volumen hizo vibrar los huesos de Laurence, a pesar del ulular del viento en su rostro. El dragón que iba delante retrocedió con un chillido y enredó sus alas contra la cabeza del segundo.

 

Temerario pasó volando entre ambos, atravesando la humareda acre de los disparos enemigos, mientras los fusiles ingleses ladraban su respuesta. Varios de los adversarios muertos ya tenían las correas cortadas y se precipitaban al vacío. Temerario lanzó un zarpazo al pasar y abrió una herida en el costado del segundo dragón. Un chorro de sangre salpicó los pantalones de Laurence, que sintió su contacto cálido y febril contra la piel.

 

Mientras se alejaban, sus dos atacantes seguían esforzándose por enderezarse. El primero estaba volando muy mal y emitía agudos chillidos de dolor. Laurence miró hacia atrás y vio cómo el dragón volvía grupas hacia Francia: con tal superioridad numérica, los aviadores de Bonaparte no tenían por qué exigir más a los dragones heridos.

 

—?Bravo! —dijo Laurence, incapaz de reprimir la alegría.

 

Su orgullo era evidente en su tono de voz, por absurdo que fuese permitirse esos sentimientos en el apogeo de una batalla tan desesperada. Tras él, los tripulantes prorrumpieron en vítores cuando el segundo dragón francés se alejó para buscar a otro adversario, sin atreverse a atacar él solo a Temerario. éste se dirigió de nuevo hacia su objetivo original, irguiendo la cabeza con orgullo: por el momento, no había sufrido ni un rasgu?o.

 

Messoria, su compa?era de formación, estaba atacando al transporte. La dragona y Sutton, su cuidador, habían adquirido una gran astucia tras treinta a?os de servicio, y la habían aprovechado para abrirse paso a través de la línea de batalla y proseguir el ataque contra la Pécheur que, herida por Temerario, estaba ya debilitada. Una pareja de Pou—de—Ciels, de menor tama?o, estaba defendiendo a la Pécheur. Juntos superaban el peso de Messoria, pero ella estaba recurriendo a todos los trucos que conocía y trataba de atraerlos para abrir un hueco por el que lanzarse contra la dragona francesa. De la cubierta del transporte salía más humo: era evidente que la tripulación de Sutton había conseguido alcanzarlo con unas cuantas bombas más.

 

Cuando se acercaron a Messoria, Sutton les indicó desde su lomo la maniobra ?flanquear a babor?. Messoria atacó a los dos defensores para atraer su atención, mientras Temerario se lanzaba hacia delante y clavaba sus garras en el costado de la Pécheur, haciendo un ruido espantoso al desgarrar los eslabones de su armadura. La sangre brotó negra. La dragona rugió e instintivamente trató de ara?ar a Temerario en defensa propia, lo que hizo que una de sus patas delanteras soltara la barra. El transporte estaba asegurado al cuerpo del dragón por gruesas cadenas, pero aun así se escoró visiblemente hacia abajo, y Laurence oyó gritar a los hombres que iban dentro.

 

Temerario aleteó con rapidez y esquivó el golpe con un movimiento poco elegante, pero eficaz, sin apartarse apenas de la dragona. Sus zarpas volvieron a desgarrar la armadura y a herir a la Pécheur.

 

—?Lanzad una andanada! —rugió Bellows, y los fusileros acribillaron cruelmente la espalda de la bestia.

 

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