ángeles en la nieve

La muerte de su madre dejó destrozado a su padre; aunque no era un tipo mezquino, como mi padre, no pasaba mucho tiempo en casa. Prefería pasarse las tardes en los bares. Kate tuvo que criar a sus hermanos, cocinar, limpiar la casa y perseguir a su padre para que le diera dinero para comprar de comer.

Pero su padre al menos hizo algo bueno por ella. Era mecánico, y trabajaba en una estación de esquí, donde se ocupaba del mantenimiento de los remontes, por lo que ella disponía de clases de esquí y remontes gratis. Se convirtió en una esquiadora alpina fantástica. Con el tiempo ganó varias competiciones importantes y llegó a so?ar con competir en los Juegos Olímpicos.

Un día, a los diecisiete a?os, estaba tomando parte en una carrera, a más de ciento cincuenta kilómetros por hora. Se cayó, se rompió la cadera y se pasó semanas en tracción. Final del sue?o. No pudo volver a competir y perdió lo único que le apasionaba. Aun así, se volvió más dura, consiguió una beca y estudió, se convirtió en una mujer de negocios y triunfó en la el sector de la gestión de estaciones de esquí.

Al pensar en la familia de Kate, la mente se me va de nuevo a Suvi. Nunca le he hablado de mi hermana muerta a Kate. A lo mejor tengo miedo de que ella también me culpe por lo que pasó.

—?Quieres que te prepare algo de comer? —me pregunta.

—Mamá me ha dado de cenar.

Me rodea con sus brazos y me besa en los ojos.

—Entonces vámonos arriba.

Kate me coge de la mano y me guía hasta la cama. Desnuda, trepa sobre mí. Sus largos brazos y sus piernas me envuelven, sus largos cabellos rojizos me caen sobre el rostro. A pesar de lo ocurrido hoy, no puedo evitar desearla. Siempre la deseo. Quizás haber sido testigo de la muerte de Sufia me provoca un deseo de disfrutar de la vida. A Kate aún no se le nota el embarazo, pero besarle en el vientre me hace pensar en nuestro hijo, que crece en su interior. Ella presiona su boca contra la mía, me pasa la lengua por los labios. Siento mi excitación crecer y su respiración que se agita.

Hacemos el amor, y yo me duermo. Lo siguiente que noto es que Kate me despierta, agitándome: —Tenías una pesadilla.

La imagen aún flota tras mis ojos. Yo tenía nueve a?os y estaba en el dormitorio que compartía con mi hermano. Sufia Elmi estaba sentada en una silla junto a mi cama. Mi hermana Suvi estaba de pie a su lado. Papá me bajaba los pantalones y me pegaba con el cinturón. Sufia y Suvi miraban, cogidas de la mano. Sufia, desnuda y maltrecha, pronunciaba palabras que yo no entendía.

—?Qué estabas so?ando? —pregunta Kate.

—No lo recuerdo.

—Pues yo he tenido un sue?o maravilloso. Tenía dieciséis a?os, era antes de romperme la cadera. Estaba en una competición de esquí. Sentía como si volara.

Temo que llegue la hora de despertarme, por la ma?ana, v mirar el reloj. Son las dos de la madrugada. Me acurruco junto a Kate y me dispongo a intentar dormir todo lo que pueda.





5


El despertador suena a las cinco y media. Kate no mueve un músculo. Desayuno una rebanada de pan de centeno con embutido y queso, y espero a que el café esté listo. No he dormido lo suficiente, pero la investigación tiene que ponerse en marcha.

Me pongo calcetines de lana y una bata, salgo al porche trasero y echo un vistazo a las estrellas mientras me bebo el café y me fumo un cigarrillo. El humo no me molesta, pero el aire helado se me mete en la garganta y me hace toser. El termómetro del porche marca treinta y dos bajo cero. La temperatura está subiendo.

Vuelvo al interior y me visto. Normalmente llevo vaqueros y un suéter, pero hoy puede que sea necesario lucir un aspecto serio, así que me pongo un traje, subo al coche y me dirijo al trabajo atravesando calles heladas y desiertas.