El coleccionista

—?Qué le pasa a su madre?

—Es lo que intento decirte. La ha matado. Anoche la mató aquí, delante de mí y no he podido hacer nada para evitarlo —dice—. Ha sido lo peor… lo peor que me ha pasado en la vida. —Y realmente así había sido. Había rodeado el cuello de su madre con sus propias manos y le había dicho que lo sentía una y otra vez mientras a ella se le salían los ojos de las órbitas y él le arrebataba la vida. La amaba, pero aún amaba más su libertad. No había otra opción. La policía la habría interrogado. Ella les habría dicho que un demente pensaba que su hijo era un asesino en serie. La policía se habría preguntado si habría algo de cierto en ello, puesto que una de sus alumnas había desaparecido. Dos alumnas, si contabas la que había desaparecido hace tres a?os.

—?Oh, Dios mío! —exclama ella.

—Por favor, tienes que dejarme salir.

—Espere un segundo.

Emma retrocede un paso y la puerta se abre hacia fuera, hacia el pasillo. Una sobrecogedora sensación de alivio se apodera de Cooper. Ya siente el entusiasmo que le provoca poder matar a Adrian. Nota el sabor de la excitación que le provoca estar a solas con Emma Green. Por primera vez se da cuenta de que ella está completamente desnuda. Cooper sale de la celda. Esto no es ni Sunnyview ni Eastlake.

—?Dónde demonios estamos?

—No tengo ni idea —responde ella—. Pero creo que son dos.

—?Qué?

—Alguien me secuestró el lunes por la noche —dice ella—, y me abandonó en alguna parte, en un edificio. Luego alguien me sacó de ese edificio y me trajo a este. Y no era el mismo tipo.

—?Dónde está ahora el que está herido?

—Por allí —dice ella se?alando el pasillo.

Ese pasillo está en una casa. Parece una casa normal con una celda acolchada y no una clínica psiquiátrica abandonada. El pasillo está enmoquetado y se le antoja especialmente ancho. Hay unas mesillas anticuadas adosadas a la pared con figuritas de cerámica encima, algunas acuarelas que no parecen muy buenas y que probablemente pintaron los propietarios de la casa. Cooper da dos pasos hacia la habitación de la que había dicho haber salido Emma, la puerta se abre de repente y aparece Adrian.

De un lado de la cara le chorrean sangre y fluidos mientras con la palma de la mano se tapa una herida. También le sangra un pie, parece como si se lo hubieran aporreado con un martillo. Adrian levanta la pistola.

—Dios —dice Cooper, y agarra a Emma para protegerla de lo que le viene encima, la cubre con su propio cuerpo en un instinto que supone que procede del Cooper Riley anterior al divorcio y a Natalie Flowers. El disparo sale muy desviado e impacta en una pared, lejos de ellos, por lo que a Cooper se le ocurren dos cosas: que Adrian probablemente no había utilizado jamás una pistola hasta hoy, y que no tiene puntería porque solo ve por un ojo.

—?éramos amigos! —grita Adrian antes de volver a disparar. La segunda vez no se desvía tanto.

—Vamos —dice Cooper, que pasa de envolver a la chica con su cuerpo a agarrarla por un brazo. La habitación de la que acaba de salir le proporcionaría una seguridad inmediata, pero eso lo dejaría de nuevo en la casilla de inicio, encerrado a merced de Adrian.

Desgraciadamente, es su única opción. La puerta está abierta y obstaculiza el pasillo, para poder pasar tendría que cerrarla, eso le llevaría un segundo o dos más y no cree que tengan tanto tiempo.

—Pensaba que te caía bien —dice Adrian. Cooper no está seguro de si es a él a quien se dirige.

Empuja a Emma hacia dentro de la habitación y se lanza tras ella. El impacto contra el suelo es todo cuanto necesita su vejiga para ceder y vaciar un cuarto de su contenido antes de que Cooper pueda recuperar el control de sus esfínteres. Supone que dispone de cinco segundos para tomar una decisión antes de que Adrian cierre la puerta o los dispare.

—?Tienes un arma? —pregunta Cooper.

—?Qué? No, no, claro que no.

Cooper mira a su alrededor dentro de la habitación. Tiene los pantalones empapados, su vejiga intenta por todos los medios seguir vaciándose. De hecho, le duele más que antes. Antes no había nada que pudiera servir de ayuda y ahora tampoco.

Excepto su madre.

Su madre no tiene por qué haber muerto en vano.





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