?Adrik.?
Adrik me miraba. Sentía todo el peso de sus ojos sobre mí. El resto también me estaba mirando, pero no como él, no de la misma forma. Como una cobarde, no me atreví a levantar la vista hacia él.
—Bueno, ?y por qué nos has citado aquí? —le preguntó Owen a Aegan, relajado en la silla—. Iba a cortarme el cabello y tuve que cancelarlo.
—Oh, no; no lo hagas —le dijo Laila, alarmada—. Así te queda perfecto.
Owen la ignoró de forma extra?a.
Aegan se frotó las manos, entusiasmado por poder hablarnos a todos. Yo no estaba segura de poder soportar alguna otra sorpresa más; temía desmayarme.
Lo soltó:
—Esta ma?ana la rectora ha anunciado que se adelantará la feria de los fundadores y que empezará este viernes.
Oh, no.
?Nononono!
??El viernes?! ?Faltaban solo dos días!
No me desmayé porque me esforcé en seguir de pie.
Pero Aegan continuó hablando; aún había más.
—También me han pedido que haga el discurso de apertura —reveló, feliz.
—?El mismo que dio papá en su último a?o! —exclamó Aleixandre con alegría por su hermano.
Owen alzó un vaso con agua que había sobre la mesa en se?al de felicitación. Laila le dedicó un peque?o aplauso. Solo Artie y yo no dijimos nada. Adrik, ni idea. Aegan asintió a todo, orgulloso, pero luego se puso serio.
—También me he enterado de que él estará viendo el discurso en vivo y en directo —agregó—. Por esa razón necesito que todo salga perfecto, así que he decidido que ustedes sean el comité de organización de la feria. Ya casi todo el trabajo está adelantado, pero...
—?Implica esfuerzo? —interrumpió Owen, pues él consideraba importante saber eso primero.
—Solo tendrán que vigilar que no falle nada —le contestó Aegan.
—Cuenta conmigo —aceptó Owen entonces.
Aegan siguió explicando:
—Los he organizado por parejas, Aleixandre y Laila, Owen y Adrik, y Jude y Artemis. También he redactado las instrucciones sobre las secciones que tienen que vigilar.
Entró en juego un sobre amarillo que reposaba sobre la mesa. Aegan lo tomó, lo abrió y sacó hojas para todos. Las fue entregando hasta que llegó a mí. Vi que el título era: ?Decoración? y que bajo él había una lista de las cosas de las que debíamos asegurarnos.
—?Es todo? —preguntó de repente Adrik. Al escuchar su voz me quedé helada.
—Sí —contestó Aegan.
—Bien —soltó, seco.
Rígida, escuché su silla deslizarse. No quise alzar la vista, pero cuando lo hice, lo único que vi de Adrik fue cómo nos daba la espalda y se alejaba de la zona de la piscina.
—?Qué le pasa a Driki? —preguntó Aleixandre con extra?eza.
—Lo normal: desprecia a la humanidad y no aguanta pasar más de cinco minutos con nosotros —respondió Owen, encogiéndose de hombros.
—Ya hablaré con él —aseguró Aegan, como si a Adrik le esperara un sermón solo por comportarse como Adrik.
Los demás no parecieron notar nada raro y se pusieron a hablar sobre la feria y las cosas que tenían que hacer. Yo entré en cierto pánico interno porque ?sabes lo que significaba eso?, pues que todo el tiempo que creí que tendría para encontrar pruebas en contra de Aegan se acababa de reducir a dos insuficientes días. ?Además, adelantar la feria significaba también que lo de terminar con él públicamente en la tarima también se adelantaría!
Todo acababa de dar un giro complicado para mi plan. ?Qué podría lograr en tan poco tiempo? Aunque tenía en mi poder la grabación de Aegan en el club confesando tener algo que ver con la muerte de Eli, la prueba de que ese sitio existía aun cuando las reglas lo prohibían...
—?Qué te pasa? —me preguntó Aegan de repente en un tono más bajo, solo para nosotros dos.
Salí de mis pensamientos. Lo miré entre parpadeos estúpidos.
—?Qué me pasa? —inquirí como respuesta automática.
—No estás hablando o haciendo preguntas que no debes. —Me contempló con ojos entornados, cargados de curiosidad.
—Bueno, es que tienes reglas estúpidas como que no debo hacerte muchas preguntas, ?no? Creo que una vez lo mencionaste en el auto, aunque no te estaba prestando mucha atención, a ser sincera.
—?Y desde cuándo tú cumples las reglas? —Se rio como si fuera algo absurdo.
Ah, vaya.
—?Es que te pones nervioso cuando no te fastidio? —inquirí, esbozando una falsa sonrisa—. Has debido de echarme mucho de menos...
—?Cómo no iba a echar de menos a mi rara, fastidiosa y escandalosa novia? —Sonó divertido, pero solo yo entendía la falsedad y la malicia de esas palabras. De pronto pareció acordarse de alguna cosa—. De hecho, te he echado tanto de menos que te he comprado una cosa.
Metió la mano en el bolsillo de su short y sacó una peque?a cajita dorada, amplió su perfecta y retorcida sonrisa apenas notó mi expresión, y abrió la tapa para mostrar el regalo. Abrí los ojos como platos porque no me esperaba eso.
Adentro había un anillo. Era de un plateado delicado, fino, y en el centro se unía en una ?A? también de plata. Era un anillo sencillo.
—Aegan —dije, porque sabía que eso significaba la ?A?.
él asintió con orgullo y satisfacción.
—Su mano, por favor, se?orita Derry —me pidió en un tono caballeroso y masculino que me dejó pasmada.
No supe qué rayos decir. Intenté que se me ocurriera algo, pero la boca se me secó tanto que terminé tragando saliva. Hice lo que me pedía como una mu?eca mecánica y seguí, estupefacta, cada uno de sus movimientos. Aegan me tomó la mano que se vio peque?ísima sobre la de él, sacó el anillo de la caja y lo deslizó por mi dedo medio.
Solté una risa rara, incómoda.
—?Por qué en ese dedo?
—Para que se lo muestres al mundo y digas: ?Jódanse todos, soy la novia de Aegan Cash? —respondió él sin más, pero con mucho entusiasmo como si esperara que yo en verdad hiciera algo así.
—No puedo usarlo —me negué, inquieta e indecisa.
—?Por qué no? Eres mi chica... Puedo regalarte cosas mejores, pero elegí este anillo porque sé que no te gusta lo extravagante.
?Y desde cuándo él sabía qué me gustaba y qué no? ?Desde cuándo me hacía regalos y me llamaba ?su chica??
Caí en la cuenta de que los demás en la mesa nos estaban mirando con unas sonrisas de fascinación, como si la escena fuera lo más romántico y genial que habían presenciado en su vida. Volví a mirar el anillo, pero no sentí la misma alegría que el resto. Algo agrio me sacudió el estómago. No estaba bien, aquello no estaba bien, pero debía disimular.
—Gracias —logré decirle a Aegan, dedicándole una media sonrisa—. Tienes buen gusto para estas cosas.
—Tengo buen gusto para todo —alardeó él, como acostumbraba hacer. Luego acercó una mano a mi rostro y me pellizcó la mejilla en un gesto que odié—. ?Estás más guapa o son cosas mías? —me preguntó, juguetón.
Claro que Aegan no podía dejar de ser odiosamente sarcástico ni por un minuto.
—Son cosas tuyas —le espeté—. Ahora, si me disculpas, tengo que ir a orinar.
él soltó una risa y se puso a hablar con los demás sobre las cosas para la feria. Salí de la zona de la piscina, bajé las escaleras, pero no llegué hasta el ba?o. Atravesé los pasillos del club tan abrumada que el lugar me pareció a un enorme y complejo laberinto. Durante un momento tuve que detenerme y apoyarme en una pared. Inhalé hondo y miré el anillo con espanto.