Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)

?Por una simple chica.?

Esas palabras se reprodujeron en mi cabeza unas cinco veces con eco incluido. Las dijo de un modo tan... desde?oso. Sentí un dolor en el pecho y me quedé rígida. ?Y por qué me afectaron tanto? Porque aunque yo en ese momento quise decirle, y lo intenté, que él también era para mí un simple chico, no pude hacerlo.

Eso fue una revelación.

Joder, me gustaba Adrik más de lo que había creído.

Dita.

Sea.

él se mostró hastiado de esa discusión, así que me rodeó y avanzó unos pasos para alejarse, pero yo me giré sobre mis pies como una autómata.

—Si me dices que no quieres traicionar a tu hermano, lo entiendo, pero... ?una simple chica? —me fue inevitable no soltar—. ?Así es como me ves?

Adrik se detuvo. Dudó un momento, de espaldas a mí, pero terminó por darse vuelta. Tenía la mandíbula apretada, una mano formando pu?o, el pecho aún agitado. Parecía el dios griego de la destrucción. Con un leve movimiento, podía acabar con lo que quisiera. Quiso acabar conmigo y lo consiguió cuando dijo:

—No lo sé, Jude, porque no tengo ni idea de cómo debo verte ahora. Ni siquiera sé quién eres en realidad.

Y... ?oíste eso? Sí, un ?crash!, como el sonido que producen mil cristales rompiéndose. Así me rompí yo, pero no te preocupes, me barrí, recogí los trozos y me rehíce yo sola después.

Tragué saliva para diluir el nudo, aunque aun así noté su presión en la garganta. Sin embargo, no dejé que me dominara.

—Exacto, no lo sabes —asentí, intentando recuperar mi valor—. Ni tú, ni Aegan, ni nadie puede decir quién soy. No saben nada de mí. Por eso no puedes creerme cuando te digo que nunca intenté jugar a nada tan bajo como estar contigo y con tu hermano. Fue algo que simplemente pasó. No sé por qué dejé que pasara, pero fue real.

A pesar de que me sinceré, de que le dije eso luchando contra mi orgullo y mi necesidad de irme con la cara en alto, Adrik me miró con los ojos entornados, duros y tensos. No hubo ni siquiera un destello de entendimiento en ellos, nada de lo que había visto cuando nos besamos o cuando pasamos aquella noche en la casa del árbol. Ante mí estaba el Adrik intratable, frío y distante que había visto la vez que me senté en aquella mesa de póquer a retar a Aegan.

Y me dio miedo volver a encontrarlo. Descubrí que no temía tanto la crueldad de Aegan o el peligro que representaba saber el secreto de la muerte de Eli como que Adrik me odiara sin conocer la verdad.

—Puedes romper con él —me dijo de forma inesperada. Luego se?aló en dirección al pasillo por donde se volvía a la zona de la piscina—. Si es verdad lo que dices, ve a buscarlo y pon fin a vuestra relación. Yo te estaré esperando, y no me importará una mierda lo que diga él, Aleixandre o el resto. Si lo haces, te creeré.

Me quedé con la boca entreabierta. Quise decir algo, pero no me salió más que un carraspeo de estupefacción. Algo helado me recorrió el cuerpo, una sensación horrible. ?Estaba oyendo bien? ?Adrik me estaba pidiendo que eligiera?

Sí, quería que eligiera entre él y Aegan.

—?Qué? —emití en un aliento.

—No voy a pelear con él por ti —me aclaró. Sus ojos, fijos en los míos, me confirmaron que hablaba en serio—. Así que tú decides, pero hazlo ya.

—Adrik, no... —intenté explicarle, pero me interrumpió:

—Yo no habría hecho nada de lo que hice si hubiera sabido que seguían juntos. Por mucho que me gustes, me habría controlado. Pero lo hice, y significó algo.

Se acercó a mí. Yo continuaba inmóvil, pero de todos modos su cercanía envió una ráfaga de sensaciones a mi cuerpo, una corriente potente. Me pregunté si sería muy ridículo e inmaduro lanzarme sobre él y olvidarlo todo. Me pregunté también en qué punto estábamos ahora. Parecía... el fin de algo.

No quise que siguiera hablando. Quise retroceder unos minutos y no haberlo ido a buscar para no tener esa discusión.

—Eso es injusto —negué con la cabeza.

—Lo injusto es que pasó algo entre nosotros y que sigue pasando algo en este momento, pero no puedo hacer nada porque Aegan es tu novio —corrigió. Todavía emanaba furia. No había bajado el nivel de su ira y menos la frialdad y la inflexibilidad en su tono, pero ante mi falta de respuesta y mi cara de aflicción a?adió—: Jude, te veo delante de mí y solo quiero darte la espalda e irme lejos, pero al mismo tiempo también quiero pedirte que nos vayamos juntos a otro lugar y arreglemos esto de alguna manera.

Creí que iba a colapsar de tristeza, emoción y furia hacia mí misma. Odié que me mostrara que todavía tenía más partes de él por descubrir, y quise decirle que sí, que nos fuéramos lejos, pero no podía... Mierda, no podía.

—No es tan fácil, Adrik... —negué, tratando de ser realista—. Habría problemas porque primero estuve con él y luego contigo...

—Buscaré la forma de arreglar eso —me interrumpió, intentando que viera el otro lado—. Pero tienes que elegir. Suena egoísta, sí, pero es que no quiero estar contigo a sus espaldas.

Esa habría sido una decisión fácil si yo no hubiera sido una... imbécil. Habría elegido a Adrik sin pensármelo ni un segundo. A pesar de lo que estaba pasando, él se estaba sincerando conmigo, admitía que entre nosotros había una chispa, que ambos nos gustábamos. Era más maduro, más transparente cuando no quería ser un tipo oscuro. Pero lo que él en realidad me estaba pidiendo era que eligiera entre él y mi plan.

Eso era Aegan para mí, solo un plan.

El problema era que el plan ya no era un simple plan. Dentro de mí crepitaba un fuego que exigía venganza. Un fuego alrededor del que luego nos sentaremos a hablar tú y yo, lector. Así que por más que me gustara Adrik, por más que me lastimaran sus palabras, lo que sentía no era tan profundo todavía y era el momento perfecto para evitar que creciera. él me ofrecía estar juntos, pero eso significaba probar primero si lo nuestro funcionaba y ver qué sucedía después.

?Y si no sucedía nada? ?Y si después de acostarnos se esfumaba lo que nos atraía al uno del otro? No era seguro que fuéramos a enamorarnos o que nuestra relación fuera a salir bien.

Lo único seguro que tenía eran las pruebas que me permitían destruir a Aegan.

Lo único seguro era mi venganza.

Lo que ambos sentíamos era un error.

—No puedo —susurré.

—?No puedes o no quieres? —me preguntó.

—No puedo —contesté con decisión—. No es por ti, ni por mí. No lo entenderías, pero no puedo, no lo haré.

No quise mirarlo a los ojos. Siempre he pensado que soy bastante fuerte, que no soy de las que se echan a llorar. Todo lo contrario, soy de las que convierten las lágrimas en combustible para enfrentar lo que venga, pero no me sentí así en ese momento. Me sentía destrozada.

La noche anterior, Adrik me había mirado como si estuviera dispuesto a permitir que yo descifrara sus enigmas, como si yo pudiera convertirme en la chica que derrumbaría sus muros de frialdad y distancia. Ahora, sin embargo, sentía que si me enfrentaba a la forma en que me miraba, con rabia y con desprecio, como si quisiera acabar conmigo ahí mismo, me derrumbaría. Ver sus ojos plomizos en ese momento me debilitaría.

Así que lo único que hice fue escuchar las palabras cargadas de ira y resentimiento que dijo antes de irse:

—Se te da bastante bien eso de hacer creer a la gente que eres diferente.

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