Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)

Y porque Aegan sabía algo. Algo con lo que trataba de controlar a sus hermanos. Me pregunté si tendría que ver con Eli y su muerte, pero si el causante era solo Aegan, ?qué tendrían que ver Aleix y Adrik? ?Acaso ellos sabían qué había ocurrido y lo encubrían?

No me agradó la idea de que Adrik fuera un cómplice.

—Lo dejas ganar para que te dé libertad —dije para confirmar si había entendido bien.

—Algo así —afirmó con una nota ácida.

—Es injusto. Al final estás haciendo lo que él quiere.

Adrik fijó la mirada en mí. Quise preguntarle por qué se veía cansado. ?Había algo que no le dejaba dormir? Esas ojeras..., ?qué o quién las causaba?

—Soy un Cash después de todo, como tú dices —soltó, elevando un poco la comisura derecha en una sonrisa agria—. Prefiero no enfrentarme a nada, solo lo dejo pasar. Si hay un problema, le presto atención cuando me golpea la cara, y si me piden que haga algo, lo hago, porque me parece tedioso contradecir o crear un lío que luego no quiero manejar.

Miré la botella con el ce?o fruncido, algo enojada por lo que me estaba contando. ?Es que, en todos los universos posibles, Aegan conseguía lo que quería de cualquier forma? Tener dominados a sus hermanos era algo muy rastrero.

—Pero tú... —empecé a decir, y apreté los labios con cierto disgusto—. No tienes por qué seguir ese juego de los noventa días solo para complacer a Aegan. Aunque supongo que estás enamorado de la chica de la foto porque...

Al instante en que lo solté entendí que fue un error. Adrik me miró con sorpresa, como diciendo: ??Cómo rayos sabes eso??.

—Olvídalo —agregué con rapidez, pero por supuesto que él no lo ignoró.

—?Qué chica de qué foto? —preguntó.

Bueno, ya lo había soltado... Quise pegarme con una piedra en la boca. En definitiva, ese no era mi día. Bebí un trago largo en un gesto de frustración y cogí impulso para continuar.

—La de tu habitación —respondí—. La vi, y también sé que te tiras unos pedos horribles.

Adrik soltó aire por la boca en una risa ácida y nada divertida, más bien me pareció algo absurda. Al mismo tiempo negó con la cabeza.

—No estoy enamorado de la chica de esa foto.

Tensó más la mandíbula y hundió un poco las cejas. Avisté un gesto de disgusto, así que sentí la necesidad de aligerar el momento.

—Mira, yo no te voy a pedir nada, ?de acuerdo? El hecho de que nos hayamos besado ni siquiera estuvo bien y...

—Es mi prima —me interrumpió, algo bajo. Cerré la boca abruptamente—. Bueno, era como mi hermana.

De acuerdo, eso no me lo esperaba. Ni siquiera supe qué decir, hasta que caí en cuenta del tiempo verbal que había usado.

—Espera, ?has dicho ?era?? ?Es que le pasó algo?

—Se fue, ya no está aquí —contestó, y miró hacia la calle, esa vez serio e inescrutable, de nuevo con esa expresión que no permitía descifrar nada.

Aun así, entendí que el hecho de que ese asunto le había afectado. Por eso abrí la boca para decir algo, para tratar de enmendar mi error, de salvar el momento, pero balbuceé y solo logré decir:

—Mierda, lamento habértela recordado, Adrik. Yo...

—Tranquila, no importa —me interrumpió él, seco, duro, como el Adrik inalcanzable de siempre.

Entendí que no debía preguntarle más sobre esa chica, que no debí siquiera mencionar lo de la foto. Mierda, a veces soy una bocazas.

Nos quedamos un momento en silencio. Tuve la peque?a esperanza de que desapareciera el aire incómodo y distante que se había creado al sacar el tema de su prima, pero ya no había arreglo y me enojé conmigo misma por ello. Cuando Adrik por fin se abría para contarme cosas, de repente yo decía algo que no debía y él alzaba de nuevo los muros, y volvía a su faceta de chico silencioso y frío al que no le quedaban ganas de hablarle. ?Qué demonios pasaba conmigo?

Exhalé y me levanté del sofá.

—Debería irme ya —suspiré, sintiéndome estúpida por haberla cagado de ese modo—. El rato fue increíble, gracias por... acompa?arme y eso.

—De acuerdo —se limitó a decir él, igual de frío.

Bien, ni siquiera le importaba que me fuera. Seguramente estaba enfadado.

?Perfecto, Jude. ?Cómo se te ha ocurrido hablar de su prima/hermana que tuvo que irse lejos? Por Dios, ?y no querías mejor darle una patada en la entrepierna??

Inicié una pelea mental conmigo misma mientras dejaba la botella sobre la mesita de la sala. Ya no me quedaba más que irme porque, a pesar de que la había cagado, en mi mundo de orgullo siempre se debía salir con la cabeza en alto, y no se contemplaba el disculparse. Solo que por primera vez me pregunté: ?debía seguir haciendo eso?

Comprendí que no quería, que había un nuevo impulso dentro de mí ansioso por salir. Uno parecido al que me había empujado a abrazar a Adrik antes. Este impulso era que deseaba decirle algo que no debía decirle.

Pero ?y si me equivocaba al hacerlo? Por otro lado, ?cómo sabría si me equivocaba o no?

Joder...

Jude Derry encaraba cualquier circunstancia.

Había llegado el momento de que encarara esa.

Me giré con cierto nerviosismo. Adrik seguía mirando hacia la calle, quizá esperando escuchar la puerta cerrarse.

—Las cosas que dijiste en la casita del árbol aquella noche son bastante ciertas —dije, intentando sonar firme y tranquila, aunque sentía que se me estaba removiendo el estómago y que el corazón había comenzado a latirme con más fuerza—. Soy un desastre. Soy insoportable. Siempre creo que lo sé todo, que puedo hacerlo todo y que soy más fuerte que nadie. Soy muy intensa y tan orgullosa que me pica la lengua solo ante la idea de pedir perdón, pero a pesar de todo eso creo que no me moriré si por una vez admito que me he equivocado.

Adrik giró la cabeza y me miró con interés.

—?En qué te has equivocado? —me preguntó, sereno y nada sorprendido. Tampoco parecía por su tono que tratara de burlarse de mí aprovechando ese ataque mío de sinceridad.

Tragué saliva porque de repente sentí la boca seca. Estaba nerviosa.

—En algo que solo no quería decir —admití en un tono más bajo, algo inseguro.

Adrik se reacomodó en el sofá. Ahora me miraba a los ojos, atento.

—?Y por qué no querías?

Me pasé la mano por el brazo, sintiéndome expuesta, vulnerable. Desvié la mirada, algo dudosa, nerviosa, con el corazón latiéndome más rápido que al inicio. No sabía si decirlo. No sabía qué pasaría si lo decía, pero necesitaba ser sincera. Era una sensación que me revolvía el estómago. Si no lo soltaba ahora, se acumularía dentro de mí y se convertiría en algo peor. Necesitaba al menos una cosa que me hiciera desprenderme de ese sentimiento. Si la conseguía en ese momento, sería mucho más fácil.

—Porque me daba miedo —admití.

—?Qué te daba miedo? —Adrik hundió las cejas, fue un gesto de verdadera incredulidad, como si no le viera sentido a lo que estaba diciéndole—. ?Qué creías que sería lo peor que pasaría?

—Que... —La palabra fue como un hilo de voz.

—?Qué...? —me animó.

Cerré los ojos e inhalé hondo. No puedo decir que mi voz fuera firme. Quizá sonó vulnerable, afectada, dudosa en ciertas ocasiones, pero fue sincera:

—Que al admitirlo no supiera cómo dejar de sentirlo, porque me gustó el beso, Adrik. Sí me gustó.

Hubo un silencio. Fue el peor silencio de mi vida. Fue tan profundo, tan significativo y al mismo tiempo tan incomprensible que me di la vuelta con intención de irme porque juro que pensé que él no diría nada, que me mandaría a la mierda sin decir una palabra...

Pero él, de repente, se acercó a mí y me cogió del brazo. Me giró y quedamos frente a frente. Fui consciente de su altura, de su cercanía, del calor que emanaba su cuerpo. Me observó por un instante con una atención extra?a que me hizo estremecer y que me causó un temblor temeroso, pero efervescente.

—?Te has desintegrado o explotado por decirlo? —dijo, menos frío que un instante antes.

—No te burles —susurré, ce?uda—. Sabes que el hecho de que me gustara no está bien, Adrik; no está nada bien.

Soné en verdad afligida, frustrada, y él lo notó. Hundió las cejas mostrando su desacuerdo.

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