?Lo que en verdad pasó.?
—Esto era lo que ella quería que pasara —se quejó Aegan con ese tono dominante y enfadado que lo caracterizaba—. No sé ni qué podría suceder si...
—Aegan —le interrumpió el hombre, tratando de que no perdiera la calma.
Pero él quería perderla.
—No puedo tomármelo a la ligera —dijo, tenso—. Esto es peligroso. Todo está en juego. Mi libertad y mi apellido.
—Tienes que pensar con la cabeza fría, y lo conseguirás —dijo el tipo—. Por ahora, lo importante es que está muerta.
A mi mente solo llegó un nombre: Eli.
Estaban hablando de Eli. ?Eli estaba muerta!
Me asusté demasiado, me asusté tanto que las manos comenzaron a temblarme, pero al mismo tiempo fue como si ese miedo, de alguna forma, despejara algo en mi mente, porque en ese momento me di cuenta de algo muy pero que muy importante.
Recordé que Aegan, la primera vez que me había ido a buscar para llevarme a clase, cuando cambiábamos las canciones había dicho: ?No me gusta. Prefiero oír a Mick Jagger, de los Rolling Stones?.
A Aegan le gustaba Mick Jagger, era su cantante favorito. él había usado el nombre de Mick Jagger para recoger el auto con una autorización que seguramente había obligado a Eli a firmar antes de matarla. ?Todo lo había hecho él!
—Aun así, tengo que encontrar su móvil —dijo Aegan con frustración—. Ahí está todo lo que ella pretendía usar para culparme y esas pruebas deben desaparecer.
—?Has buscado en los lugares que te recomendé?
—No he parado de buscar —contestó él con un resoplido—. Y nada. No sé en dónde lo escondió antes de... Bueno, antes de lo que pasó.
—No te preocupes más de lo necesario —le aconsejó el hombre—. Seguiré vigilando y buscando, y te traeré la información necesaria.
Aegan iba a decir algo, pero sucedió lo peor.
Como ya estaba demasiado nerviosa y al mismo tiempo a tope de adrenalina, mis manos temblorosas me fallaron por un momento y, de repente, el móvil se me resbaló. Al intentar cogerlo, golpeó mis dedos y ello evitó que cayera con fuerza contra el suelo metálico del conducto, pero aun así cayó y produjo un ruido.
De-mo-nios.
Obviamente, los dos lo oyeron. Al instante, Aegan miró hacia arriba con el ce?o fruncido. Yo reaccioné rápidamente y me eché hacia atrás para que no pudiera verme a través de la rejilla.
—?Eso ha sido en el conducto? —preguntó Aegan.
Escuché su silla deslizarse. Se había levantado. Mi corazón se aceleró muchísimo debido al miedo de ser descubierta por un asesino. Seguí moviéndome hacia atrás. Mi respiración quiso salir por mi boca con rapidez, pero traté de contenerla.
—Creo que sí —respondió el hombre desconocido, y tras una peque?a pausa dijo—: ?Han revisado los accesos? Puede haber ratas.
—No —zanjó Aegan, sonando más duro que nunca—. Aquí nunca ha habido ratas. No de las que crees.
Tras oír esto, mi voz interna me gritó como Jenny gritó a Forrest Gump: ??Corre, Jude, corre!?.
Debía salir de ahí de inmediato. Nerviosa, gateé hacia atrás hasta que llegué a la entrada. Primero saqué la cabeza para comprobar que no hubiera nadie. Una chica estaba saliendo. Cuando se despejó todo, saqué la pierna por el agujero. Mientras me esforzaba por poner el pie sobre el tanque para hacer una salida exitosa, mi agilidad, mi equilibrio y mi propio pie me dijeron: ?Pues no, mi ciela?, y me resbalé. Primero me caí sobre el retrete, después me di contra la pared del compartimiento y finalmente mi cara golpeó contra la puerta. Sentí más dolor en la cadera que en el rostro, pero me reacomodé la máscara y salí de ahí.
Una vez fuera, traté de no parecer tan nerviosa como en realidad estaba. Avancé entre las personas, rumbo a la escalera que llevaba al piso superior y a la salida. Pensé que lo lograría con éxito, pero de repente vi que Aegan salió por un pasillo. Supe que era él por su ropa, no por su rostro, que estaba cubierto por una máscara de zorrillo. ?Sospechaba que había alguien en el conducto de ventilación? Eso parecía porque miraba en todas las direcciones como buscando algo.
Me desvié hacia la barra. Aegan se movió por la gran sala, inspeccionando. Más atrás, me fijé que el hombre que estaba con él en la habitación también rondaba ahora por allí. Dios, cuando tenía que haber mucha gente en ese lugar, no la había. No es que fueran pocas las personas que había, claro, pero con más público me habría sido más fácil pasar desapercibida.
Empecé a sentir los nervios de una persecución, pero rodeé la barra para poder retomar el camino hacia la escalera. Sin embargo, de alguna forma, Aegan se giró y quedamos de frente, pero a unos metros de distancia.
Lo bueno: debido a la poca luz y al hecho de que había personas pasando de un lado a otro, era difícil que me reconociera.
Lo malo: se me quedó mirando, tal vez sospechando de mí.
Lo único que pensé fue que necesitaba un plan rápido, o me descubriría, y en un impulso hice lo primero que me llegó a la mente, que no fue lo más inteligente, pero sí lo más útil. Había una bebida sobre la barra. La cogí y la volqué sobre la espalda de una chica. Me aparté para que pareciera que lo había hecho otra. La joven empujó a la desconocida y se inició una discusión.
Eso se llama estrategia.
Aproveché y rodeé la barra de nuevo como si el mismísimo Flash se hubiera metido en mi cuerpo. Justo antes de llegar a las escaleras, se me ocurrió mirar hacia atrás. Aegan estaba apartando gente para llegar a mí.
Solo me quedó una cosa por hacer:
Correr.
Correr como si no hubiera un ma?ana.
Y como dirían nuestros amigos mexicanos:
?Vámonos a la verga, güey!
Subí las escaleras a toda velocidad. Me asusté de verdad. Las luces, las máscaras, los cuerpos; todo pareció demasiado peligroso y abrumador a medida que huía. Quizá lo único que me ayudó en ese momento fueron las luces bajas y mi capacidad para no tropezar. Atravesé la puerta mientras el pecho me subía y bajaba con violencia, solté la máscara en la caja, atravesé la otra puerta y seguí corriendo.
Por un momento sentí que no lo lograría, pero salí del club. Agradecí que fuera de noche, porque todo estaba más oscuro y era menos visible. Crucé la calle a una velocidad sorprendente y corrí más rápido.
Necesitaba ir a algún lugar.
Pero no podía ser a mi apartamento.
Porque ahí estaba Artie y yo estaba asustada y era posible que Aegan me siguiera... ?Y si me había reconocido? ?Y si no? Pero ?y si sí? Podía ponerla en peligro...
Por pensar y correr al mismo tiempo, no me fijé que andaba por en medio de la calle hasta que un auto que giró en la esquina frenó de golpe para no atropellarme. Fue todo tan rápido que no pude reaccionar y me quedé paralizada, así que tras el ruido de las llantas quedé con las manos sobre el capó.
Una cabeza se asomó por la ventana:
—?Jude?
Era Adrik.
?Era Adrik!
Pasé a sentirme totalmente religiosa y creyente, porque eso tuvo que haber sido obra de un milagro.
Me miró con confusión, como si encontrarme ahí —y en ese estado tan catastrófico— fuera lo que menos se esperara en la vida. Así que nos observamos durante un instante, de extremo a extremo, como un par de personas paradas en el sitio menos indicado, entre las circunstancias más peligrosas, corriendo el riesgo de colisionar en lo equivocado.
Caos y tragedia, cara a cara.
Sin embargo, a toda velocidad fui hacia la puerta del copiloto, la abrí y entré en el coche.
—?Qué sucede? —me preguntó, sin entender qué estaba pasando—. ?Por qué estabas...?
No iba a explicárselo.
—Arranca y llévame a tu apartamento —le pedí.
—Pero...
—?Arranca ya!
él obedeció. Pisó el acelerador y nos fuimos. Por un momento miré hacia atrás. Como no vi a nadie, me acomodé en el asiento. Tenía la respiración agitada y un miedo abrasador palpitándome en el cuerpo.
Estaba segura de que no podía regresar a mi apartamento por ahora.