Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)

?Cómo había olvidado a quién tenía enfrente?

??Cómo demonios me había olvidado de mi plan?!

Quería destruir a los Cash, no besarme con el Cash mediano mientras era la novia del Cash mayor.

Quise estampar la cara contra el vidrio. Me sentí enfurecida conmigo misma. Ahora seguramente Adrik creería que me gustaba. O sea, su beso me había gustado, sí. él... él... era diferente. Estaba segura de que había algo diferente en él, pero seguía siendo el enemigo. Tenía que seguir viéndolo como el enemigo si no quería fallar.

Ahora el plan estaba en peligro. Podía acabarse todo si Adrik le contaba a Aegan lo que había sucedido.

Empecé a rezar para que no lo hiciera.

?Se lo contarían todo entre ellos o se ocultaban cosas?

?Y qué pasaría conmigo si Adrik le decía a Aegan: ?Me acabo de besar con tu novia??

Oh, mierda.

Eso no lo había planeado.





20


A veces hay que decir la verdad... ?o mejor no?




Estaba temblando cuando atravesé la entrada de la biblioteca para ver a la profesora de Literatura. No sabía qué iba a pasar, pero estaba muy nerviosa.

Ella esperaba sentada en una mesa mientras escribía calificaciones en algunos informes. Al frente tenía una pila de dispositivos USB de los alumnos y alumnas que le habían entregado sus vídeos. Lo único que yo tenía en la mano era mi teléfono, en el que había quedado grabado todo, y una carta llamada: suplicar.

—?Buen día, profesora! —La saludé con todo el ánimo del mundo, a pesar de que en el fondo me sentía muy nerviosa.

Ella me respondió con afabilidad. Me senté enfrente y comencé a explicarle que Adrik y yo habíamos intentado hacer el vídeo, pero que todo había salido mal al final, y no le podíamos presentar el trabajo ese día, y que necesitábamos una prórroga para volverlo a hacer bien.

En el preciso momento en que iba a responder, apareció Adrik. Nunca me había molestado el hecho de que llegara tarde a cualquier lugar, pero en ese momento me irritó a niveles astronómicos. él sabía que no habíamos terminado el vídeo. No habíamos vuelto a hablar desde que salió de mi apartamento. A pesar de todo, vi que ni siquiera venía nervioso, al contrario, se mostraba tranquilo y apático, como si no pasara nada.

Me entraron ganas de gritarle: ??Estamos a punto de suspender! ???Reatziona, Adrik, reatziona!!!?.

—Si nos deja dárselo ma?ana, se lo entregaremos sin problemas —culminé con un tono dócil al tiempo que Adrik se sentaba a mi lado en la mesa.

Lauris, pensativa, alternó la vista entre ambos. Quise estrujarme las manos, pero confiaba en que ella era comprensiva. Era una profesora tranquila, nada estricta. Y Adrik era su favorito, ?no? No podía suspendernos. Tuve esperanza. Percibí un brillo positivo en su rostro...

—Déjenme ver qué hicieron —suspiró ella finalmente, extendiendo la mano hacia mí.

Y... la esperanza murió al instante.

—?No! —exclamé con rapidez, y pegué el teléfono a mi pecho—. Por favor, profesora Lauris, le juro que lo haremos bien para ma?ana.

Busqué apoyo en Adrik por un instante, esperando que dijera algo, pero él solo estaba ahí sentado, quieto, mirando a la profesora con un aire ausente y distante.

—Si no me demuestran que al menos lo intentaron, no puedo darles otra oportunidad —insistió ella, como si fuera muy simple—. ?Cómo, si no, puedo saber que simplemente se les olvidó hacer el vídeo, y que por eso ahora vienen a pedirme una prórroga?

—Porque usted sabe que soy responsable —alegué con una nota de súplica.

Ella formó una fina línea con los labios y observó a Adrik. En serio esperé que dijera algo porque, de lo contrario, yo misma era capaz de hacerle tragar el teléfono con el vídeo.

—Nunca me he dejado de hacer un trabajo —aseguró él sin más, medio adormilado.

?Ese era su argumento? ??Solo eso?! ?Por qué no nos defendía? Quise golpearlo ahí mismo, pero me contuve.

Lauris extendió más la mano hacia mí.

—O me dejas ver el vídeo o les pondré cero de inmediato —advirtió.

Lo que menos quería era un cero, pero tampoco quería pasar vergüenza delante de ella. En el vídeo había quedado grabado todo. Cuando digo todo, es, bueno, eso tan raro que había sucedido entre nosotros.

Antes de entrar en la biblioteca creí que podía convencerla. O, mejor dicho, creí que Adrik me ayudaría a convencerla, pero como él no estaba colaborando, aquello era un caso perdido. Me daba vergüenza, pero la vergüenza no me haría salir de Tagus, un cero sí.

Con mucha duda y con el corazón latiéndome a mil, desbloqueé el móvil, busqué el vídeo y le di al play. Le pasé el teléfono y ella comenzó a verlo.

Al principio todo estaba bien. Salíamos Adrik y yo sentados uno frente al otro, leyendo, pero luego... ahí estaba el horror. Yo comenzaba a comportarme como una estúpida, él intentaba hacerme entrar en razón, yo le saltaba encima y al final nos besábamos. Para rematar, ni siquiera nos besábamos como personas normales que no sabían lo que estaban haciendo. ?Nos besábamos como unos calenturientos que jamás habían tenido contacto físico! Lo peor era que se veía el bulto en el pantalón de Adrik. Sin olvidar que se oía perfectamente todo lo que decíamos sobre el maldito incienso.

La profesora lo paró en medio del beso.

Nos miró, curiosa y seria. Me ardía la cara por la vergüenza. Quería meterme debajo de una piedra y no salir jamás. Además, era raro pasar por eso teniendo a Adrik al lado, pero aún era más raro que él no parecía incómodo.

—Lo siento mucho —me excusé, superapenada, esperando que el verme tan patética ayudara en algo—. No era por completo yo... Si nos da otra oportunidad...

Lauris se reacomodó sobre su asiento y exhaló. Su expresión empeoraba mi estado. No parecía la profesora relajada de siempre. Su mirada había pasado a ser algo dura.

—Lo único que no puedo pasar por alto es el hecho de que se drogaron —soltó, con un tono duro de reproche.

—No teníamos ni idea —la interrumpí, de nuevo recurriendo a lo que fuera para salvarme—. No es algo que yo suela hacer. Me dijeron que era terapéutico. Yo no sabía que...

—?Y el se?or Cash no tiene más experiencia en esas cosas? —inquirió ella, lanzando esa afilada pregunta directamente hacia él.

Adrik se encogió de hombros. Maldición, quería coger el libro más grueso de los estantes y golpearle con él en la frente. Seguía sin parecer preocupado.

—Al principio no me di cuenta —se limitó a decir sin mucho interés—. Esa es la verdad.

La profesora esperó que dijera algo más, yo esperé que dijera algo más, pero él no dio se?ales de tener intención de agregar nada. Entonces Lauris suspiró como si estuviera decidiendo qué hacer con nosotros. Permanecí encogida en la silla, nerviosa. Quería hablar, quería seguir rogando, pero temí empeorar las cosas.

—Les voy a aprobar con la nota mínima —dijo después de un minuto que me pareció eterno.

El mundo se me cayó a los pies.

—?Qué? —emití en un jadeo de miedo y desconcierto—. Pero usted dijo que si le ense?aba el vídeo podía...

—No puedo darles otra oportunidad —zanjó—. Si el problema hubiera sido que su grabación había resultado ser un desastre, quizá sí les habría dado más tiempo, pero lo que acabo de ver está mal.

Claro que no habría sido Jude Derry si me hubiera quedado con esa respuesta. De nuevo intenté convencerla. Recurrí a todos los métodos, pero no funcionó. Dijo que debíamos agradecer que nos ponía un suficiente y que no nos suspendía. Al final salí de la biblioteca a zancadas apartando a la gente sin importarme quiénes fueran, furiosa conmigo misma, con la profesora y con el jodido mundo.

—Jude —me detuvo Adrik en uno de los pasillos.

—??Qué?! —solté. Me di vuelta y lo miré con los ojos llameantes de ira.

él frunció el ce?o y me observó con extra?eza. Lo único que le faltó fue decirme: ?Oye, tranquilo viejo?.

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