Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)

Ahí lancé lo que en verdad necesitaba.

—Bueno, por último, quisiera alquilar el mismo coche que alquiló mi amiga aquella vez. ?Es posible?

—Solo si lo tenemos disponible —dudó la joven—. Déjame revisar. ?Cómo se llama tu amiga y qué día alquiló el auto?

—Eli Denver. El 25 de febrero.

Escribió en la computadora con la mirada fija en la pantalla. Aproveché para mirar hacia los lados. De la oficina del fondo no salía nadie y las casetas de otros empleados estaban ocupadas con clientes.

—Aquí está —dijo al fin—. Bueno, lo alquiló a su nombre, pero lo vino a buscar otra persona.

—?Eso es posible?

—En casos especiales y con una cuota extra —asintió—. Ella tuvo que haber firmado una autorización para que la otra persona pudiera recogerlo.

—Ah, pero ?fue devuelto?

—Sí.

Hum...

—Tal vez fue su novio y no me lo mencionó —dije, fingiendo que sabía que debía de ser así, pero lanzando el tonito de ??me lo confirmas??.

Lo hizo.

—Pues aquí dice que lo retiró alguien llamado Mick Jagger —me informó, y soltó una risita—. Qué chistoso.

Me quedé tan atónita que no me di cuenta de que de la oficina del fondo salió alguien y se situó rápidamente junto a la chica del otro lado del escritorio. Era un hombre con sendas manchas de sudor debajo de las axilas. Su camisa decía Ryan Tompson. Y no se veía muy amigable.

—?Qué está sucediendo? —quiso saber, exigente como un superior.

—Esta chica está haciendo un artículo sobre autos alquilados y escogió nuestra agencia —le explicó ella al instante, encantada.

Pero su encanto murió en lo que el hombre le dijo con dureza:

—Tendrías que habérmela enviado a mí. ?Te entregó una autorización firmada por la universidad para solicitar información?

—No...

Me dedicó una mirada severa. Sentí que era de esos hombres capaces de liarse a golpes a la mínima.

—?Puedo ver tu carnet? —me exigió.

Hice lo único que me quedaba por hacer: salir de allí muy rápido.

—Ya obtuve lo que necesitaba —dije, y me apresuré a ir hacia la puerta soltando un ??Gracias!?.

Apenas abandoné el local, me aseguré de cruzar la calle por si el hombre salía a perseguirme. Entré en una tienda de ropa solo para despistar.

Entonces, si estaba entendiendo y conectándolo todo bien, Eli nunca se había ido en el coche que había alquilado, ya que lo había ido a recoger otra persona. Sumando eso a su miedo de ser lastimada, a su necesidad de protegerse, tal vez... ?sí había sido lastimada después de todo? Tal vez... ?no había logrado escapar de aquello a lo que temía? De ser así, no estaba oculta ni a salvo.

Tal vez estaba...

?Muerta?

??Y quién rayos era Mick Jagger?! Porque estaba segura de que no se trataba del cantante.





15


Un Cash puede lograr todo lo que quiera,

pero ?cuáles son sus más crueles métodos?




Salimos del campus el sábado por la ma?ana.

Tagus estaba a las afueras del estado de Pensilvania, rodeada de un área de zonas residenciales para gente influyente. Los Cash eran propietarios de una casa de campo allí, lugar favorito de Aegan para celebrar eventos que no tuvieran fines universitarios. Era mejor porque no había que respetar reglas.

El trayecto de dos horas fue bastante normal. Al menos nadie discutió dentro del vehículo y con ?nadie? me refiero a Aegan y a mí, jejé. él estaba de buen humor al igual que Aleix y Artie. Quien obviamente parecía haber sido obligado a ir era Adrik, que tenía la peor cara del mundo, serio y con las cejas algo fruncidas, dando la impresión de que no le gustaba nada lo de la fiesta o lo de ir con todos. O lo de existir.

Pero, bueno, llegamos. Todo lo que nos rodeaba era bosque. Olía a madera, árboles y tierra. La casa de campo parecía más bien una mansión de campo. Tenía el aire rústico de una caba?a, pero se veía inmensa desde fuera; perfecta para fiestas. De ella salía y entraba gente que decoraba, preparaba la comida, las bebidas, el sonido y todo lo necesario. Entre esas personas, me di cuenta de que había alguien muy raro frente a la entrada.

Era un hombre no muy alto, vestido con pantalón negro y camisa de traje blanca. Tenía el pelo canoso, pero oscuro en algunas partes, y debía de estar en los cincuenta. Inspiraba rectitud y fuerza, como una mezcla de mayordomo de película y guardaespaldas capaz de romper rodillas. Llevaba puestas unas gafas de sol negras.

Nos abrió la puerta del vehículo para que bajáramos. Antes, sorpresivamente, bajaron Owen y Aleixandre a toda velocidad y le saltaron encima dándole un abrazo cari?oso.

—?Largo! —le saludó Aleixandre en el abrazo con mucha alegría.

?Largo? ?Qué? Me quería morir de la risa.

—Aleixandre, Owen, yo también los he echado de menos —contestó el hombre, dándoles palmadas en las espaldas.

Aleixandre lo soltó y se giró hacia nosotras, que mirábamos la escena. Con todo el entusiasmo del mundo nos lo presentó:

—él es Largo. Fue nuestro chófer desde que nacimos, pero después pasó a ser la mano derecha de nuestro padre. Lo conocemos de toda la vida.

—Encantado —dijo Largo con cortesía.

Por un momento, el hombre me miró fijamente. No detecté ninguna expresión en específico. Solo sentí que no podía aguantarme la pregunta y la solté:

—?Por qué Largo?

—Por el mayordomo de La familia Addams —contestó Owen, divertido y con tono de obviedad—. Y el chiste del nombre es que no se parecen en nada, solo en que sirven a una familia de locos.

Cierto, ese Largo no se parecía al Largo de la familia Addams.

Aegan se acercó a Largo y no hubo un saludo claro de palabras, solo le palmeó el hombro. Ay, sí, el hombre serio y maduro.

—Tu padre me pidió que te dijera que espera lo mejor de ti en este evento —le informó Largo—. Por eso me envió.

Aegan asintió con todo el peso de la responsabilidad, y se volvió hacia nosotras para dar una orden clara:

—Bueno, a prepararse ya.

Artie y yo tuvimos que subir a una habitación a toda velocidad. Nos duchamos y esperamos con las toallas puestas como si estuviésemos en un spa. Mientras, Artie me contó todas las tácticas que tenía preparadas para que Adrik le prestara atención, ya que, como íbamos a pasar tiempo con ellos, quería intentar divertirse con él.

—Porque admitamos que es sexy —opinó—. ?No?

—Lo confirmo —acepté, recordando lo visto desde su armario, lo cual había estado mal, pero qué le íbamos a hacer.

—Entonces ?por qué no? —Alzó los hombros, algo emocionada—. Quiero comprobar lo que dicen las chicas que han estado con él.

Alcé las cejas, tomada por sorpresa.

—?Qué dicen?

Artie se mordió el labio inferior con una risa, resistiéndose a compartir conmigo lo que yo insistí en que me dijera.

—Bueno, que... —Soltó una risita inevitable y casi me desesperé—. Que es toda una experiencia.

Mi yo más curiosa, esa de dieciocho a?os que solo había estado con un chico en toda su vida y que era algo que recordaba como normal y no muy maravilloso, se quedó intrigada. ?Era toda una experiencia estar con el obstinado y apático Adrik? Eso significaba que había un Adrik oculto por ahí, uno que quizá solo salía cuando andaba con una chica...

No me pareció mala idea que Artie intentara algo de ese tipo. Estábamos tratando de fastidiarlos, ?no?

De repente, la puerta se abrió de manera abrupta y nuestra interesante conversación murió.

—??Son ustedes?! —nos preguntó una mujer en un tono exigente y chillón.

Artie y yo nos quedamos inmóviles. La desconocida entró y mi mente de inmediato la asoció con una caricatura. Era muy flaca y muy alta, de esas mujeres en las que todo era largo: el cuello, los dedos, las piernas e incluso la nariz. Tenía unos ojos peque?os, pero atentos y críticos. Su piel lucía un tono bronceado y el cabello rojizo le caía en una cascada bien peinada.

Nos ubicó y nos echó un largo vistazo de arriba abajo. Tuve ganas de cubrirme cualquier cosa que tuviera cerca.

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