Puro (Pure #1)

La imagen falsa de luz solar de la ventana parpadea como si hubiesen pasado unos pájaros por delante. ?Forma parte del programa? ?Cómo van a estar pasando unos pájaros por la ventana? Apenas hay aves en la Cúpula. De vez en cuando alguna se escapa del aviario, pero es raro. ?Se los habrá imaginado? ?Algún resquicio de recuerdo enquistado?

Hasta la fecha lo peor de todo, aparte del pánico siempre presente, es el cabello. Se lo raparon al llegar. Ha calculado que tendrán que pasar al menos tres a?os para volver a tenerlo tan largo como antes. Las pocas chicas a las que ha conocido que han vuelto de rehabilitación llevaban peluca al principio. Con el miedo a una recaída instalado en sus caras y el brillo falso del pelo parecían extraterrestres, lo que hacía que diesen aún más miedo. Lyda lleva ahora un pa?uelo en la cabeza, blanco para que combine con el mono de algodón fino que le queda holgado y se cierra por delante: una talla vale para todas. El pa?uelo lo lleva anudado en la nuca, y le pica. Se pasa los dedos por debajo del nudo y se rasca.

Piensa en Perdiz, en su mano en la suya mientras recorrían el pasillo hasta el baile. A veces aparece tan rápidamente en su cabeza que se le hace un nudo en el estómago. Está aquí por su culpa. Todas las preguntas que le han hecho se remontan a esa noche. Lo cierto es que apenas lo conoce, pero ya puede repetirlo una y otra vez que nadie la creerá. Lo dice ahora en el espacio en silencio de su calabozo: ?Apenas lo conozco?. Ni siquiera ella se lo cree. ?Estará vivo? Tiene la sensación de que, si estuviese muerto, su cuerpo lo sabría de algún modo, en lo más hondo.

A las tres en punto llaman a la puerta y, antes de que pueda responder, la abren. El grupo entra: son dos doctoras y su madre. Lyda mira a esta última esperando algún tipo de se?al, pero tiene la cara tan quieta como el estanque de la academia. Aunque mira hacia su hija, en realidad tiene los ojos fijos en la pared de detrás, y los mueve del suelo al lavabo, y luego de nuevo a la pared.

—?Cómo te encuentras? —pregunta la doctora más alta y espigada.

—Bien. La ventana es bonita.

A la madre le recorre un estremecimiento imperceptible.

—?Te gusta? —pregunta la doctora alta—. Fue toda una mejora para nosotros, muy importante.

—Una vez más vamos a hacerte unas preguntas breves —interviene la otra doctora, que es regordeta y habla con voz entrecortada—. Nos han ordenado que indaguemos en la naturaleza de tu relación con Ripkard Willux.

—Tu novio, Perdiz —le aclara la doctora alta como si Lyda no hubiese reconocido el nombre del chico.

—Son solo unas preguntas —dice su madre—. No nos extenderemos. —?Le está diciendo que no se extienda en sus respuestas?

—No sé dónde está Perdiz. Se lo he dicho y se lo he repetido a todo el mundo. —Ya ha habido varios interrogatorios, cada cual más hostil que el anterior.

—Como podrás imaginar, el propio Ellery Willux está siguiendo muy de cerca el caso, por supuesto —comenta la doctora alta; el solo sonido de aquel nombre hace estremecer a Lyda—. Estamos hablando de su hijo.

—Tal vez puedas ayudarnos a localizarlo —a?ade su madre alegremente, como si estuviese diciendo que tal vez eso las redimiese como familia.

La imagen falsa de la ventana vuelve a parpadear como al pasar un ala… ?o será que el programa tiene un fallo?, ?como si tartamudeara? ?Tal vez puedas ayudarnos a localizarlo.? ?Es que se ha perdido? ?Se ha ido como un pájaro del aviario? ?Como el que hizo con alambre y que quizás ahora esté expuesto en el Salón de los Fundadores, donde estaban los temporizadores con forma de huevo, los delantales y los cuchillos? ?O habrán descalificado su pájaro de alambre porque ella ya no estudia en la academia?

—Has declarado que le ense?aste la exposición de hogar a deshoras, justo como solías hacer cuando guiabas a los grupos al mediodía —le dice la doctora regordeta.

—Pero ?es eso del todo exacto? Un chico y una chica en una sala a oscuras… que se han escapado de un baile, con la música sonando… —a?ade la doctora alta—. Todos hemos sido jóvenes. —Le gui?a un ojo.

Lyda no responde, ha aprendido a contestar a las preguntas con preguntas:

—?Qué quiere decir?

—?Te besó? —la interroga la doctora alta.

Lyda siente cómo se le encienden las mejillas. él no la besó, fue ella la que lo besó a él.

—?Os abrazasteis?

Recuerda la mano de él alrededor de su cintura, rozándole ligeramente las costillas, el frufrú de la tela por su barriga. Bailaron dos canciones. Había muchos testigos y el se?or Glassings y la se?orita Pearl hacían de carabinas en el baile. Perdiz inclinó la cabeza mientras bailaban y ella sintió su aliento en el cuello. Llevaba un cuchillo en el cinturón, tapado por la chaqueta. Sí. ?El beso? ?Se dio cuenta la gente? Fueron cogidos de la mano hasta la puerta del cuarto de Lyda, los vieron. ?Había alguien mirando por una ventana? ?Había más parejas andando por la senda?

—Independientemente de si a ti te gustaba o no —interviene la doctora regordeta—, ?crees que él albergaba sentimientos profundos por ti?

A Lyda se le humedecen los ojos. No, no lo cree. No, él no sentía nada por ella, la había elegido por conveniencia. Había sido un maleducado desde el principio y solo había sido amable con ella porque le había dejado salirse con la suya y robar un cuchillo de las vitrinas. ?Con qué fin lo utilizó? Eso nadie se lo va a contar. Y luego bailó con ella porque quería que pareciesen personas normales, que encajasen y no levantasen sospechas. ?Les preocupa que pueda estar muerto? ?Creen que se ha largado para matarse, igual que su hermano? Ahora mira a su madre como rogándole: ??Qué debo hacer??

—?Te quería? —repite la doctora alta.

La madre de Lyda asiente, aunque no llega a ser un gesto claro, parece más una ligera sacudida, como si intentara no toser. Lyda se enjuga las lágrimas. Su madre le está diciendo que diga que sí, que les diga que Perdiz la quería. ?La hará eso más valiosa? Si tiene algún valor, ha de ser porque él está vivo. Si creen que la quiere, tal vez prefieran utilizarla… ?como mensajera?, ?intermediaria?, ?o como se?uelo?

Se agarra las rodillas, la tela arrugada entre los dedos, y después se pone a alisar el mono.

—Sí —dice bajando los ojos—. Me quería. —Y por un momento, finge que es cierto y lo repite, con más fuerza—. Me lo dijo. Esa noche me dijo que me quería.

La ventana vuelve a parpadear. ?O es su vista?





Pressia


Zapato