Hizo girar su cerveza entre los dedos mientras me miraba. Vi decepción en sus ojos. Y joder, tuve que contenerme para no echarme a llorar como un chiquillo delante de él, de todo lo que siempre había querido ser y emular y nunca iba a lograr.
—Puedo entenderte si me lo explicas.
Me levanté y me pasé una mano por el pelo.
—Es todo. Es… esta casa, este lugar. La idea que tenía de lo que sería y lo que al final no ha sido. Eso me ahoga. Es como llevar una jodida soga atada al cuello todo el puto día. —Me movía de un lado a otro y pisé unas pinturas, pero me dio igual—. Ni siquiera sé por qué quería hacer esto.
Pintar. Lo he olvidado. ?Cómo puedes olvidar algo que supuestamente es tu sue?o, Douglas?
—Solo dime una cosa, ?qué se interpone entre tú y el lienzo?
—Yo, joder. Yo. Que no siento nada. Que no tengo nada que plasmar, nada de lo que dejar constancia. No quiero hacer cualquier cosa. Para eso, prefiero no volver a tocar un puto pincel en toda mi vida. Y cuanto más intento encontrar algo lo suficientemente importante para mí como para volcarme en ello, peor es, más me frustro. No puedo. Llevo meses así y…
no puedo. Se supone que estudié para esto y te prometí que lo haría y que expondría en la galería y que...
Me llevé una mano al pecho justo antes de que Douglas se levantase y me abrazase. Me aferré a él, porque necesitaba aquello, saber que, a pesar de no conseguirlo, de no tachar esa meta de la lista, iba a seguir ahí, conmigo, porque la pintura era uno de los hilos más fuertes que nos habían unido desde que era un ni?o y me daba miedo que al cortarlo él se alejase o algo cambiase.
—Ya está, chico. Ya está —me palmeó la espalda—. No tienes que hacerlo más, ?me estás oyendo? Nadie te obliga. Te has metido en una guerra en la que solo luchas contra ti mismo y nunca vas a poder ganar. A la mierda la pintura. A la mierda todo, ?me oyes? Lo primero es ser feliz, levantarte cada ma?ana tranquilo.
Joder, solo quería llorar de puto alivio.
Respiré hondo. Respiré, respiré, respiré…
Douglas me apretó en el hombro con la mano y la decepción de su mirada se transformó en orgullo. Yo no supe por qué, pero tampoco pregunté, porque me bastó con verlo. él disipó la tensión cuando fue a por la cena y cogió las dos cajas de tallarines para llevarlas a la terraza.
Cenamos callados, cada uno perdido en sus propios pensamientos. Estaba a punto de ir a por el té cuando me frenó con una sonrisa.
—Espera, tengo algo mejor.
—Venga, no me jodas. —Me eché a reír cuando él se sacó una bolsa y la sacudió delante de mis narices—. Parece buena. Dame eso.
Su carcajada se alzó en medio de la noche cuando le quité la maría y fui a buscar papel de liar. Media hora después, los dos estábamos fumados y con una botella de ron abierta, sentados en los escalones del porche trasero, con los pies sobre las hierbas que crecían entre la arena. él dio otra calada y tosió.
—Estoy muy mayor para esto.
—Tú nunca serás mayor para nada, Douglas. ?Pueden envejecer los pensamientos? Yo creo que no, que uno siempre será como quiera ser.
—No vayas a ponerte filosófico a estas horas, chico.
Le quité el porro de las manos. él me miró de reojo mientras yo dejaba escapar el humo y contemplaba las espirales que se perdían en la oscuridad de la noche.
—Así que a la mierda la pintura.
—?A la mierda! —repetí eufórico.
—Siempre me gustó eso de ti, la manera que tenías de aferrarte a la vida y acoplarte a ella. Me recuerdas a mí. ?Sabes? A veces solo hay dos opciones: subir o bajar, avanzar o retroceder, coger o dejar, cerrar o abrir…
Los tonos grises están bien, pero no sirven para todo. En ciertas ocasiones hay que ir a por todas, tomar decisiones arriesgadas. Como en el amor.
—Me río yo del amor —farfullé.
—Pues no lo hagas tanto. Eres un blanco fácil, lo sabes, ?verdad?
Joder, dime que lo sabes, Axel. Deberías estar preparado.
Lo miré de reojo alzando una ceja.
—Ya has fumado más de la cuenta.
—No. Es por ti, por cómo eres. Créeme, sé de lo que hablo —se llevó una mano al pecho, risue?o—. Axel, tú pintas o no pintas, y un día amarás o no lo harás, porque no sabrás hacer las cosas de otro modo.
Me tumbé y fijé la mirada en el cielo estrellado.
—Pues está tardando en llegar…
—Hay cosas por las que vale la pena esperar.
—?Cómo supiste que Rose era la indicada?
—?Cómo no iba a saberlo? —arrugó la frente desconcertado, como si no entendiese mi pregunta—. Joder, si la miré y el mundo se paró justo cuando empezaron a sonar en mi cabeza las notas de I will. Nunca tuve dudas.
—Eres afortunado —susurré, y luego, dos ideas encajaron de repente.
Pudo ser casualidad que ella se colase en mi cabeza mientras hablaba de amor. O pudo no serlo. Nunca llegaría a saberlo—. En cuanto a esa promesa que te hice, teniendo en cuenta que acabo de gritar que a la mierda la pintura…
—No me des explicaciones, Axel.
—No es una explicación, es una jodida revelación que acabo de tener.
—Me senté de golpe y me mareé un poco—. Ella lo hará. Leah. Tu hija.
Tiene sentido, ?no? Ahora entiendo que estaba claro desde el principio.
?Has visto lo que hace? Llenará galerías. Y creo…, creo que mi destino no era ese, pero el suyo sí. Joder, no puede ser otro.
—Es muy buena, sí. Y especial.
—?Sabes? Puede que sí cumpla mi promesa. Haré una exposición allí algún día, solo que la haré con ella. Yo seré el que la organice. No veo ninguna diferencia.
Douglas se echó a reír y yo lo imité.
Casi había amanecido cuando me decidí a entrar en casa y a buscar el teléfono móvil entre los trastos del escritorio porque, si mis cálculos no me fallaban, debía de haberlo dejado por ahí uno o dos días atrás. Lo encontré y llamé a Rose. Le dije que no se preocupase y que su marido iba a quedarse a dormir en casa, pero veinte minutos más tarde apareció.
—No me lo puedo creer —dijo en cuanto abrí la puerta y vio a Douglas en el sofá.
—Ha sido culpa mía, lo juro. —La dejé entrar—. ?Café?
—Sí, porque es eso o cogerlo de la oreja.
—Ya te he dicho que lo lie sin que se diese cuenta.