Oliver se revolvió el cabello.
—Es que, no sé, al principio simplemente me gustaba, pero después la cosa se empezó a complicar. Ella es… distinta. Sé que crees que te hablo en chino, pero lo digo en serio, Axel. Piensas que no pasará, y un día te levantas y ya no puedes quitarte a esa persona de la cabeza.
—Tengo que ir a por un cigarrillo.
Fui a la cocina a buscar el paquete de tabaco. Regresé junto a él aún incómodo, como cuando caminas con una piedrecita minúscula dentro de la zapatilla y, aunque no duela, no puedes ignorar que está ahí. Me encendí el cigarro.
—?Cómo van las cosas por aquí?
Oliver me palmeó la espalda y tosí soltando el humo.
—Bien, como siempre, supongo.
—Yo no diría eso. Leah está muy cambiada. Estos dos últimos meses casi parece la chica que era antes.
Yo me tragué las palabras que me quemaban en la garganta porque, desde mi punto de vista, ella no se parecía en nada a la chica de entonces.
Había cosas inalterables, pero muchas otras nuevas. La Leah que vivía conmigo era más oscura, más intrigante y, para mi desgracia, más mujer.
Estaba su faceta fría, lejana, la que pintaba en blanco y negro, y se pasaba horas encerrada en su habitación con los auriculares puestos o un carboncillo entre los dedos. Y luego la otra: la inesperada, la que me cogía por sorpresa y me jodía un poco la vida, la que se desnudaba en mi salón una noche cualquiera. Y joder, joder, me gustaban las dos, todo, de algún modo retorcido que no sabía desenredar.
—Sí, va poco a poco. —Le di una calada larga—. Oye, cuando te dieron el trabajo, ?no dijiste que quizá la temporada que te tocaba estar allí se acortara?
—Pensaba pedirlo, acelerar las cosas…
—?Aún puedes hacerlo?
—?Qué pasa? ?Leah te está dando problemas?
—No, no es eso… —Me froté la cara—. Olvídalo.
—Eh, vamos, dímelo.
Oliver esperaba impaciente una respuesta. Yo sentí que el corazón me latía más rápido. Joder, que nos habíamos pasado la vida mano a mano, juntos. Que hasta un par de a?os antes no sabía hacer nada sin él. Que era el único amigo de verdad que había tenido, casi como un hermano. Y me estaba comportando como un cabrón.
—Tan solo lo decía para cuadrar las fechas. La idea es que vaya a la universidad, ?no? Depende de cuándo empiece el curso, habrá que mirar la residencia. Y hablando de eso, he pensado en llevármela a Brisbane un día, ense?arle el campus… Puede que eso la motive. Quería consultarlo antes contigo.
—Joder, es una idea genial.
—Iremos a finales del próximo mes.
—?Tú crees que todo saldrá bien?
—?Qué quieres decir?
—Que esto valdrá la pena. Lo de Sídney. Que Leah irá a la universidad y que seguirá adelante con los planes que tenía antes de… eso.
—Del accidente —concreté.
—Sí, ya sabes lo que quería decir.
—?Y por qué no lo haces?
—?El qué? —Oliver frunció el ce?o.
—Decirlo claramente. ?Hablas con Leah de tus padres?
—No. —Me quitó un cigarro—. Tampoco creo que sea lo más conveniente todavía en este momento. Lo ha pasado muy mal, Axel, no lo encajó bien, fue difícil…
—Si nunca lo afronta, no lo superará.
Oliver sacudió la cabeza un poco enfadado.
—?Qué cojones quieres que haga? Me paso tres semanas al mes a cientos de kilómetros de aquí, y ahora que ella está mejor lo último que quiero es volver a hundirla en la mierda. Hace meses ni siquiera soportaba acercarse a algo que le recordase a ellos. Así que no, no quiero ni nombrarlos, no quiero hacerla sentir mal ni que sufra más.
—Pero, Oliver…
—Tú no estabas en ese coche.
—Tú tampoco.
—Exacto. Esa es la diferencia. Que ella sí.
Se puso en pie y lo seguí por la terraza. No estaba acostumbrado a discutir con él; no por cosas serias, al menos. Una vez, en la universidad, borrachos, nos habíamos dado de pu?etazos hasta que nos sangró la nariz.
A la ma?ana siguiente ni siquiera recordábamos por qué. Creo que fue por una chica o por algo relacionado con uno de los posavasos del lugar en el que estábamos de fiesta. La cuestión es que no era importante, porque de lo contrario lo habríamos sabido.
—?Espera, Oliver! —lo sujeté del hombro.
—Perdona. Es solo que no sé…
—?Qué pasa?
—Todo es tan diferente… —Se pasó una mano por el pelo—. No solo Leah. Mi vida también. Ni siquiera sé qué haré cuando acabe el trabajo en Sídney y vuelva aquí…
—?Qué intentas decirme?
Se mordió el labio.
—Que Bega estará allí. Y si todo sale bien, Leah vivirá en Brisbane.
No sé si tiene sentido que regrese a Byron Bay como si nada. Ni sé si podré volver a ser el mismo de antes…
Quise decirle: ?Nosotros somos tu familia?, pero las palabras se me quedaron atascadas. Comprendí esa sensación de que quizá ya no formaba parte de ningún lugar concreto. Antes de que pudiese decir algo, Oliver chasqueó la lengua, me dio un abrazo rápido y se despidió de mí tras robarme otro cigarro y colocárselo detrás de la oreja.
Me quedé tenso, igual de inquieto. Me dejé caer de nuevo en los escalones y me encendí el segundo cigarro. Observé el humo ensimismado, recordando lo que le había dicho a su hermana unos días atrás. Que me la follaría con los dedos. Que solo podía pensar en su boca. Cerré los ojos y cogí aire con fuerza. Estaba perdiendo la cabeza. Era eso.
Estaba perdiendo la cabeza por ella.
65
LEAH
Era una noche templada de oto?o y yo no podía dejar de pensar en la charla que aquel día nos habían dado en el instituto sobre tomar decisiones, elegir caminos, dibujar futuros. Aún quedaba todo el curso por delante, pero hacía a?os que sabía lo que quería hacer.
Mi padre me miró sonriente, sentado en su sillón de colores.
—?Seguro que lo tienes claro? Si te apetece dedicarte a cualquier otra cosa…
—?Cómo a qué? —me reí.
—Astronauta, por ejemplo.
Saboreé la piruleta que tenía en la boca.
—O probadora de golosinas. Eso se me daría bien.