Preparé la maleta el sábado por la tarde para tenerla lista cuando Oliver viniese a recogerme a la ma?ana siguiente. Cuando terminé, me puse la ropa que había dejado fuera. Un vestido de color melocotón y unas sandalias planas con tiras marrones. Cogí el bolso del mismo color y salí.
Axel ya estaba en el salón; llevaba vaqueros y una camisa un poco ridícula que a cualquier otro tío le habría quedado terrible, pero que a él le hacía distinguirse aún más entre los demás.
Sus ojos me recorrieron y me estremecí.
—Veo que ya estás lista. Vámonos.
Axel había propuesto que, por una vez, saliésemos a cenar y a dar una vuelta. A mí me había faltado poco para saltar emocionada y lanzarme a sus brazos, pero me contuve. Porque él me lo había pedido. No, más bien rogado. No me quitaba de la cabeza el ?no puede ser? que me había susurrado al oído aquel día en la cocina, y quería gritarle que no era verdad, pero no soportaba la alternativa de que volviésemos a estar mal y distanciados. Me conformaba con que lo hubiese admitido, aunque eso también lo hacía más difícil.
Fuimos a un pueblo cercano, a unos veinte minutos en coche, y cenamos en un restaurante que a Axel le gustaba y en el que servían todo tipo de platos vegetarianos. Pedimos varias cosas para picar, y fuimos cogiendo de aquí y de allá compartiendo la comida. Me miró mientras masticaba.
Estaba tan guapo bajo la luz anaranjada…
Y yo tan jodidamente pillada por él…
—He estado pensando que podríamos ir un día a Brisbane.
—?Para qué? —Bebí un trago de agua.
—No sé, para dar una vuelta, salir por ahí y visitar la universidad, por ejemplo.
Dejé el vaso a un lado y el silencio nos envolvió.
—Ni siquiera estoy segura de querer ir.
—?Por qué no? Vamos, cuéntamelo.
—Es que… tengo la sensación de que estoy empezando a respirar… Y
me aterra volver a ahogarme, estar sola allí y tener que conocer gente nueva. No sé si puedo hacerlo. Hace un a?o era el sue?o de mi vida y ahora… me da miedo.
—Pero el miedo no es malo, Leah.
—No quiero hablar de esto hoy.
Axel se reclinó en la silla.
—Está bien, ?qué quieres hacer?
—Solo ser normal, una noche. Sin pensar en el futuro. Tampoco quiero hablar sobre la muerte, ni las emociones ni nada relacionado con pintar.
él ladeó la cabeza sin apartar sus ojos claros de mí.
—Tan solo estar aquí en este instante, ?no fue eso lo que me explicaste hace tiempo?
—Sí. Vamos a divertirnos.
Dejó un par de billetes en la mesa y salimos del restaurante.
Caminamos por las calles poco iluminadas hacia la zona más próxima a la costa, en la que se concentraban la mayoría de los locales de copas.
Elegimos uno que tenía mesas bajas y sillones con almohadones de colores.
Yo pedí un cóctel de pi?a colada y Axel una copa de ron.
—Vine un par de veces aquí con Oliver.
—Me gusta el sitio —sonreí—. Me gusta esto.
Los ojos de Axel se mantuvieron fijos en los míos hasta que el camarero llegó y nos sirvió las bebidas. Cogí mi copa y luego me relajé hablando con él, mirándolo, deseando poder estar más cerca, poder tenerlo, llevarme otro instante suyo…
Sonaba de fondo Lost stars.
—?Puedo hacerte una pregunta? —planteé.
—Conociéndote, sé que debería ser prudente y decirte que depende.
—No es nada muy personal.
—De acuerdo. Adelante.
—?Qué hacías antes, cuando vivías solo?
—?Antes? —Se encogió de hombros—. Lo mismo que ahora. Solo que sin ti.
Hubo algo en su tono final que me puso la piel de gallina. Me metí la pajita en la boca y le di un sorbo a mi copa. Intenté no sonrojarme.
—?Y era mejor?
—No. —Sonó firme.
—?Me echarás de menos cuando me vaya?
—Leah… —se quejó.
—Vamos. Solo sé sincero.
Axel dejó escapar el aire que contenía.
—Ya te echo de menos la semana que no estás.
El corazón me latió más rápido. Bebí otro trago. No debería…, pero se me escaparon las palabras.
—?Por qué ?no puede ser?, Axel?
Me entendió sin aclarar nada más.
—Ya lo sabes. Las cosas son así.
—?Y si no lo fueran? —insistí.
—?Qué pretendes, Leah?
—No lo sé. Saber cómo sería todo en una realidad paralela. Si nada lo impidiese y fuésemos dos extra?os que acabásemos de cruzarnos aquí, en este mismo local, ?te habrías fijado en mí? —Axel asintió lentamente con la cabeza. Su mirada intensa me indicó que allí había deseo y más, algo más —. ?Y qué habrías hecho?
Axel se movió inquieto, incómodo, prudente.
—A veces es mejor dejar las cosas como están.
—Prefiero saberlo. Necesito saberlo —susurré.
él se recostó y bajó las defensas. El muro se deshizo a sus pies y sus palabras surgieron tras la nube de polvo que terminó por atraparnos dentro.
—Hablaría contigo. Te preguntaría cómo te llamas.
—?Solo eso? —Me humedecí los labios.
—Luego bailaríamos juntos y te besaría lento.
—Suena romántico —admití insegura.
Un músculo se tensó en su mandíbula cuando apoyó los antebrazos en la mesa que nos separaba y se inclinó hacia mí.
—Después, sin que nadie se diese cuenta, te arrinconaría contra una pared, metería la mano por debajo de ese vestido que llevas, y te follaría con los dedos.
—Axel… —Mi corazón se saltó un latido.
—Haría que repitieses mi nombre así.
Abrí la boca para decir algo, pero no salió ningún sonido. Nos quedamos en silencio, los dos con la respiración agitada, ajenos a la música y a la gente que había a nuestro alrededor. Axel resopló y se frotó el rostro con las manos.
—Deberíamos volver a casa —dijo.
—?Ya? Todavía es temprano y…
—Leah, por favor.
—De acuerdo.
64
AXEL
Oliver cogió su botellín de cerveza y sonrió relajado. Estábamos sentados en los escalones del porche de casa y la brisa del mar sacudía los arbustos que crecían alrededor.
—Así que la cosa marcha con Bega.
—Eso parece. Me gusta. Me gusta demasiado.
—Ya veo… —Bebí un trago de cerveza.
—Pensaba que nunca me sentiría así…
—Y yo que jamás lo vería —me reí.