—?Cómo? Si siempre duele. Siempre.
—Existen tres maneras de vivir la vida. Están las personas que solo piensan en el futuro; seguro que has conocido a muchas, ese tipo de gente que se pasa el día preocupándose por cosas que no han ocurrido, como las enfermedades que podrían llegar a sufrir algún día, por ejemplo. Y siempre tienen metas, aunque casi les resulta más satisfactorio el hecho de alcanzarlas que disfrutar de lo que sea que se hubiesen propuesto. Suelen ahorrar, que no es que sea malo, pero lo hacen para ?ese viaje largo que ya haremos algún día?, ?esa casa que nos compraremos cuando nos jubilemos?.
Una sonrisa tiró de la comisura de su boca.
—Tu madre es un poco así —comentó.
—Mi madre es totalmente así. Y no es que esté mal ser previsor, pero a veces resulta frustrante porque ?y si ma?ana le ocurriese algo? Lleva veinte a?os so?ando con ir a Roma y mi padre ya le ha propuesto hacerlo en varias ocasiones, pero siempre encuentra una excusa para seguir atrasándolo porque, pensando desde su lógica, viajar nunca va a ser una prioridad, claro, sino un capricho. Así que, sí, joder, debería abrir la cuenta de ahorros, largarse y vivir la experiencia ahora, ya, este mes.
—Tienes razón —admitió Leah.
—Luego están las que viven en el pasado. Personas que han sufrido, a las que les han hecho da?o o algo las ha marcado. Personas que se quedan estancadas en una realidad que ya no existe, y creo que eso es lo más jodidamente triste de todo. Saber que ese momento, esas carencias que los acompa?an, se desvanecieron y tan solo viven en sus recuerdos.
—Esa soy yo, ?verdad? —preguntó muy bajito.
—Sí, eres tú. La vida ha seguido su curso y te has quedado atrás. Y lo entiendo, Leah. Sé que, después de lo que ocurrió, te resultaba imposible coger impulso e incorporarte. Aún más, tampoco querías hacerlo. He estado dándole vueltas estos días, comprendiendo que te debió de resultar más fácil renunciar a sentir que afrontar el dolor, y entonces, supongo que simplemente tomaste una decisión. ?Cómo fue?
—No lo sé, no hubo un momento concreto…
—?Estás segura? ?Nada lo condicionó?
Yo recordaba esos primeros días después del accidente. Leah estaba en el hospital y había llorado y gritado entre los brazos de mi madre, que la sostenía con fuerza contra su cuerpo intentando calmarla. Toda ella había sido… dolor, en su máxima expresión. Tal y como lo sentiría cualquiera que acabase de perder a las dos personas que más quería en el mundo. Nada fuera de lo normal, ni siquiera durante el funeral.
La pérdida es así. El duelo. El llanto. Y luego, conforme pasa el tiempo, te vas lamiendo las heridas, vas asimilando lo ocurrido y los cambios que eso supone en tu vida, lo que has dejado atrás y sus implicaciones.
Ese es el paso que ella nunca llegó a dar.
Se quedó en el anterior, en el duelo. Se quedó tanto tiempo empapada de ese dolor que una parte de su subconsciente debió de pensar que era más fácil crear una barrera para aislarse y así encontrar la calma.
—Ya te lo he dicho. No hubo un instante que marcase la diferencia — contestó, y me di cuenta de que estaba siendo sincera. Se aferró a la tabla cuando una ola un poco más fuerte nos zarandeó—. Te falta una, Axel.
Háblame de la tercera forma de vivir.
—El presente. Puedes seguir reteniendo recuerdos, eso no es malo, ni tampoco pensar de vez en cuando en el futuro, pero la mayoría del tiempo la mente no debería estar ni en algo que ha pasado ya ni en algo que no sabemos si pasará, sino aquí, en el ahora.
—Ese eres tú. —Me sonrió.
—Lo intento. Mira a tu alrededor, fíjate en el sol, en los colores del cielo, en el mar. Joder, ?no es todo increíble cuando te paras a mirarlo de verdad? A sentirlo, Leah. La sensación de estar en el agua, el olor de la playa, el viento templado…
Ella cerró los ojos y su rostro se llenó de paz, porque estaba a mi lado sintiendo lo mismo que yo, fija en ese momento y en nada más, como una chincheta que cuelgas en la pared y no se mueve de ahí, no va hacia atrás ni hacia delante, no va a ningún sitio.
—No abras los ojos, Leah.
—?Por qué?
—Porque ahora voy a ense?arte algo crucial.
Se quedó quieta. No se oía nada. Solo teníamos el mar a nuestro alrededor y el sol alzándose despacio. Y en medio de esa calma, me eché a reír y, antes de que ella pudiese entender qué estaba pasando, la tiré de la tabla.
Salió del agua rápidamente.
—??Por qué has hecho eso!? —gritó.
—?Y por qué no? Empezaba a aburrirme.
—?Qué problema tienes?
Se lanzó hacia mí y dejé que me hundiese la cabeza, pero la arrastré conmigo hacia el fondo. Emergimos unos segundos después; Leah tosiendo, yo todavía sonriendo. Y en ese momento, cuando el amanecer casi llegaba a su fin, me di cuenta de lo cerca que estábamos, de que le estaba rodeando la cintura con una mano y de que, por alguna razón, ese gesto ya no me resultaba tan cómodo como antes, cuando a?os atrás Leah se venía a surfear con Oliver y conmigo un día cualquiera.
La solté inquieto.
—Será mejor que salgamos ya o llegarás tarde al instituto.
—Dice el que acaba de tirarme de la tabla como un crío.
—Ya casi había olvidado lo contestona que eras.
Leah resopló sin poder ocultar una sonrisa.
34
AXEL
—No me jodas —mascullé.
—Esa boca, hijo. Menudos modales.
Mi madre entró en casa sin avisar, cargada con bolsas suficientes como para abastecer a un ejército y seguida por los gemelos, mi hermano, mi cu?ada y mi padre. Era sábado, así que tardé un par de minutos en asimilar la escena mientras todos me saludaban.
—?Qué demonios estáis haciendo aquí? ?Y quién está en la cafetería?
—?Demonios! —gritó Max, y su padre le tapó la boca como si acabase de decir ?hijo de puta? o algo peor.
—Es festivo, ?lo has olvidado?
—Evidentemente sí.
—?Dónde está Leah?