—Sí que como. Es que ahora no tengo hambre.
—Peque, mientras estés fuera, tienes que cuidarte. Comer, descansar, estudiar, hacer amigos. Si te bloqueas, volverás a casa.
Ese era el trato, ?no? —Ahora soy yo la que farfulla y su voz se vuelve más aguda—. ?Perdona? Creo que no te he oído bien. Ese era el trato. ?Sí o no?
—Sí —murmuro. Ese había sido el trato. Sabía que era desgraciada en casa, así que me dejó ir, aunque tenía sus reparos —. Papá, te agradezco que te preocupes. De verdad. Pero estoy bien. Estar aquí es… —Aterrador. Solitario. Complicado—. Es bueno para mí.
—Cari?o. —Siento una punzada en el pecho cuando noto un temblor casi imperceptible en la voz de mi padre—. No dejas de decir que estás bien, pero esto nos está pasando a los dos. Sé cómo te sientes.
—Estoy bien, papá —digo entre dientes. Me quedo mirando la veranda bajo mis pies y mi visión se estrecha, se vuelve nítida y luego borrosa.
—Vale —dice con un suspiro—. Anda, intenta meterte algo de comida en el cuerpo antes de clase, ?de acuerdo?
—Sí.
Una pausa.
—?Por dónde empezamos?
Aprieto el teléfono contra la oreja. Es lo que nos decimos cuando uno de nosotros se siente superado.
—Por el principio.
—Esa es mi chica lista. Luego hablamos.
Cuando colgamos, estoy temblando. Respiro con dificultad y el calor me empapa al cuello. Clavo los codos en las rodillas y me aprieto los ojos con los huecos de las mu?ecas. Por eso me fui.
Quiero a mi padre, pero sus palabras perforan las capas de mi muro hasta casi derribarlo. Su dolor consigue que mis propias emociones me atraviesen la piel como un terremoto y me exponen a…
—No —susurro en las palmas—. No, no, no.
Pero es demasiado tarde; los recuerdos se agolpan y me absorben.
El fuerte olor a desinfectante de hospital. La bilis en el fondo de la garganta. La madera barata y blanda en el hueco bajo las u?as cuando las clavo en el reposabrazos.
Los detalles de aquella noche giran como un huracán y bloquean el resto del mundo. El recuerdo me saca del ahora y me traslada al pasado; todo se funde hasta que me encuentro en ambos lugares y momentos a la vez.
Un arrendajo azul se burla y trina en lo alto de un árbol.
El pitido penetrante de un monitor de soporte vital al final del pasillo.
La torre del reloj del campus da las nueve de la ma?ana.
La voz profunda y uniforme del agente de policía.
—La ruta 70, hacia las ocho. Atropello con fuga.
Un dolor conocido y aterrador que lo consume todo. Una vez que comienza, el recuerdo es un viaje del que no puedo escapar.
La enfermera se va. El policía la ve irse. Suspira.
—Lamento su pérdida.
Ya casi termina.
Después, nos pondremos de pie, él le estrechará la mano a mi padre y nos iremos a casa sin ella. Gimoteo, me balanceo y espero que esa horrible noche me libere.
Pero no lo hace.
Jadeo cuando una nueva imagen se desprende con un violento crujido, como un iceberg en mitad del océano.
La insignia plateada del bolsillo del pecho parpadea. Los ojos azules del agente me sostienen la mirada, luego la de mi padre. Su boca fina murmura unas palabras que no distingo. Palabras que fluyen por la habitación. Un viento frío me recorre la mente.
Con la misma rapidez, el recuerdo termina.
—Eso no fue lo que pasó. —En cuanto pronuncio las palabras, sé que no son ciertas.
Por segunda vez en veinticuatro horas, mi cerebro se debate entre dos recuerdos contradictorios de un mismo instante.
Cierro los ojos con fuerza. El recuerdo del isel en la cantera sigue ahí, opaco bajo un manto de humo plateado de imágenes falsas. La verdad bajo la mentira de Selwyn.
Ahora, los nuevos recuerdos del hospital libran una guerra contra los antiguos, hasta que, por fin, las mentiras se disuelven.
Selwyn y el policía. Ambos recitaron algún tipo de hechizo.
Ambos doblegaron mi mente a su voluntad.
Abro los ojos de golpe.
La primera vez que vi magia fue la noche en que murió mi madre.
*
La primera clase, Inglés en Greenlaw, pasa como un borrón. No recuerdo haber entrado. Me siento al fondo del aula mientras doy vueltas a las preguntas en bucle.
?El policía del hospital era como Sel? ?Un merlín? ?Un mago del rey? ?Qué tama?o tiene la red de legendborn? ?Por qué recordé lo que Sel quería que olvidara? ?Por qué ahora recuerdo lo que ocurrió entonces? ?Qué otros recuerdos me quitó aquel agente? ?Por qué? ?Había también un isel en el hospital aquella noche? ?Atacó a mi madre? ?Fue eso lo que la mató? ?Cuánto sé en realidad de la muerte de mi madre?
Pierdo la noción del tiempo. La profesora habla y no escribo nada.
Me vibra el móvil.
Briana, me han llamado los Chen y después el decano.
?Escaparte del campus? ?Colarte en propiedad privada? ?La policía? Llámame ahora mismo.
En cuanto soy consciente del enfado de mi padre, pero me obligo a contestar.
Nos ha dejado ir con un aviso. Ahora estoy en clase. ?Hablamos más tarde?
Me lo ocultaste por teléfono. Una mentira por omisión sigue siendo una mentira.
Lo sé, papá. Te llamaré después de la cena.
?Más te vale!
Dos horas después, la clase termina. Vago entre la multitud como un fantasma, con los ojos desenfocados y sumida en mis pensamientos.
El campus, que antes me parecía grande e intimidante, ahora me resulta estrecho y claustrofóbico. Los árboles ocultan el césped como cortinas que esconden verdades secretas. Los imponentes robles son centinelas que vigilan cada una de nuestras palabras.
Vuelvo a perder la noción del tiempo sentada en un banco en el exterior, tan distraída que me sobresalto cuando me suena el teléfono.
?Hola, Briana! Soy Nick otra vez. Espero que el primer día te vaya bien. Termino la última clase a las cinco y me preguntaba si querrías que quedásemos para comer.
Lo ignoro.
Para cuando salgo de la segunda clase, tengo un único pensamiento clavado en el cerebro como una astilla.
Alguien usó la magia para ocultar la verdad en la noche en que murió mi madre y no dejaré que se salga con la suya.
6
?Por dónde empezamos? Por el principio.
A la hora de la cena, tengo el boceto de un plan. En el abarrotado comedor, me siento a una mesa y mordisqueo un sándwich mientras escribo a la única persona que conozco que podría darme alguna respuesta.
?Hola! No nos han expulsado.
Me responde al instante. Charlotte es el tipo de chica que vive pegada al móvil, sin ponerlo nunca en silencio ni activar el modo de no molestar.
TOOOMA!! Pero de verdad que lo siento mucho. Casi os echan por mi culpa! Me siento como el culo
Debería darme vergüenza aprovecharme de su culpa, ?no?
Tranquila. La fiesta fue una locura. Había muchísima gente.
Ya te digo! Alguien se chivó de los futbolistas. Chuparán banquillo en el primer partido y es contra la estatal.
?Qué putada!
No sigo el fútbol, pero siento que es la respuesta adecuada.
?Quién era esa tía que le gritaba a todo el mundo para que se fuera? La rubia con coleta.