Cuando no queden más estrellas que contar

El asado de pescado estaba tan bueno que acabé repitiendo. Lucas cocinaba muy bien. Al menos, mucho mejor que yo, que lo más elaborado que sabía preparar era una tortilla con queso. Me preguntó sobre la floristería y yo le conté con todo lujo de detalles lo que era el mundo de la decoración floral. Aunque lo que más me había fascinado era la relación directa entre las distintas especies de flores y los sentimientos. Sus colores y el significado.

—Por ejemplo, la rosa roja simboliza el amor. La amarilla, amistad. La orquídea blanca expresa pureza, y la roja, deseo. Las gardenias son para un amor secreto —dije en un susurro cómplice. Lucas sonrió con los brazos cruzados sobre el pecho—. Y el girasol es considerado el símbolo de la felicidad.

—?Y has aprendido todo eso en una sola ma?ana?

—Mónica habla muy rápido y yo he descubierto que tengo una facilidad pasmosa para guardar información en mi cabeza. Supongo que memorizar tantas coreografías ha servido para algo.

Lucas se puso en pie y comenzó a recoger la mesa.

—Eres lista.

—Acabé el bachillerato de milagro.

—Eso no quiere decir nada. Hiciste otras cosas mucho más importantes, Maya.

Contuve un suspiro. ?Por qué mi nombre sonaba tan bien en su boca?

Entre los dos limpiamos la cocina. Después nos sentamos en el sofá.

Yo me quité las sandalias y subí los pies al asiento. Lucas entornó las contraventanas y encendió el ventilador del techo para aliviar el calor. A esas horas, el sol daba de lleno en el tejado. Se dejó caer a mi lado con descuido y me dedicó una sonrisa cuando nuestros ojos se encontraron.

Puso la tele y empezó a cambiar de canal. De pronto, se detuvo.

—?Joder, me encanta esta película!

—A mí no me suena.

Ladeó la cabeza y me miró sorprendido.

—?En serio? ?No la has visto?

Parecía antigua y tenía una estética muy peculiar, cómica. La recordaría de haberla visto.

—Estoy segura de que no.

—Pues es muy divertida. Va sobre un doctor y su ayudante, que viajan a Transilvania para confirmar una teoría que afirma la existencia de los vampiros. Está llena de gags y tiene una trama completamente loca. Hay escenas geniales.

Tomé un cojín y lo coloqué bajo mi cabeza.

—?Hace mucho que ha empezado?

—No, ahora están llegando a la posada. Solo lleva unos minutos. ?Por qué, quieres verla?

—Puede que me guste.

—Te va a encantar —dijo él con una risita y se recostó un poco más en el sofá.

Cada uno de nuestros movimientos nos había acercado. Ahora su pierna rozaba la mía y su brazo encajaba en la curva de mi costado. Mi cabeza estaba a la altura de su hombro y, cada vez que él hablaba, sentía su aliento en la sien. Estábamos muy juntos y por más que intentaba ignorarlo y centrarme en la película, solo podía pensar que si movía mi me?ique solo dos centímetros, se encontraría con el suyo.

Me desperté de repente, con la boca seca y el pelo enmara?ado sobre la cara. Miré a mi alrededor, confundida, y de golpe recordé dónde se encontraba.

Lo busqué con la mirada, pero Lucas ya no estaba a mi lado.

Me desperecé y estiré los brazos por encima de la cabeza. La televisión continuaba encendida, aunque sin volumen. La apagué y fui a la cocina para beber agua.

El reloj del microondas marcaba las seis y media.

Me puse las sandalias y curioseé los libros que había en la estantería. Elegí uno que, por su aspecto, lo habían leído muchas veces.

Bajé las escaleras mientras lo ojeaba y salí al jardín trasero.

Encontré a Roi sentado en una hamaca bajo su árbol de siempre, tecleando en un ordenador portátil sobre el regazo. Lo saludé con la mano y él me dedicó un gesto cortés con su sombrero. Era todo un personaje.

Me dirigí al huerto de limoneros. Encontré un rincón bajo la mara?a de ramas y hojas, y me senté en el suelo con la espalda apoyada en un tronco. Comencé a leer y las horas pasaron sin que me diera cuenta, en compa?ía de unos personajes que me fueron conquistando página tras página.

Cerré la novela cuando la escasa luz ya no me dejaba distinguir las palabras. La abracé contra mi pecho y me puse en pie. Regresé sin prisa, con mi cabeza aún inmersa en las historias de los protagonistas. En los sentimientos que habían despertado en mí.

?La palabra melancolía puede sonar dramática, pero a veces es la más ajustada. Es cuando te sientes a la vez un poco feliz y un poco triste?, decía el relato.

Así me sentía yo la mayor parte del tiempo, melancólica.

A veces feliz porque estaba descubriendo que la vida está llena de nuevos comienzos. Que puedes perder cosas importantes que dejan vacíos inmensos, pero que en tu mano está tomarlo como un espacio libre para otras cosas nuevas que pueden llenarte incluso más.

A veces triste porque era más consciente que nunca de lo sola que había estado desde siempre, y esa soledad me había llevado a confundir sentimientos con anhelos. Carencias con deseos. A convencerme de que era eso lo que merecía porque nunca hice lo suficiente. Nunca fui bastante.

Dejé esos pensamientos a un lado en cuanto crucé la verja y me adentré en el jardín.

Las bombillas encendidas se mecían con la brisa y salía música de una de las ventanas de la planta baja. Los ni?os corrían y gritaban, perseguidos por Marco, que fingía ser un monstruo. ángela caminaba de un lado a otro mientras hablaba por teléfono, y me saludó con la mano nada más verme. Roi había dejado su escondite y escuchaba con una sonrisa el parloteo constante de Julia sobre una nueva técnica de moldeado que iba a ser la bomba. En la mesa de la terraza, Catalina, Iria y Blas jugaban a las cartas y me invitaron a unirme a ellos.

Sonreí y mi corazón latió furioso contra mis costillas porque, en momentos como aquel, las sentía.

Mis alas.

Las que me habían llevado hasta allí.





28




Los días siguientes pasaron envueltos en una rutina muy similar. Por las ma?anas ayudaba a Mónica en la floristería y volvía a casa para comer con Lucas. Después veíamos un rato la televisión mientras dormitábamos en el sofá, derrotados por el calor de un mes de julio que avanzaba muy rápido.

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