Stardust - Polvo de estrellas

Husmeó el aire. Su vestido había sido rojo, pero parecía haber sufrido multitud de remiendos, y se había desgastado terriblemente con los a?os. Mostraba un hombro desnudo en el que podía apreciarse una cicatriz fruncida que hubiese podido tener varios siglos de antigüedad.

 

—Lo que quiero saber es por qué ya no puedo encontrarte con mi mente. Todavía sigues ahí, a duras penas, pero como un fantasma, o un fuego fatuo. No hace mucho que ardías… tu corazón ardía en mi mente como un fuego de plata. Pero después de aquella noche en la posada, empezó a vacilar y a apagarse, y ahora ya no lo veo por ninguna parte.

 

Yvaine se dio cuenta de que no sentía más que pena por aquella criatura que la había querido muerta, y por eso dijo:

 

—?Podría ser que el corazón que buscas ya no me pertenezca?

 

La anciana tosió. Toda su figura sufrió sacudidas y espasmos por aquel terrible esfuerzo. La estrella esperó que hubiese terminado y después dijo:

 

—He entregado mi corazón a otro.

 

—?Al chico? ?El de la posada? ?Con el unicornio?

 

—Sí.

 

—Debiste dejarme que te lo quitara allí, y que fuera para mis hermanas y para mí. Hubiésemos podido volver a ser jóvenes, hasta la próxima edad del mundo. Tu chico te lo romperá, o lo malgastará, o lo perderá. Siempre lo hacen.

 

—A pesar de eso —dijo la estrella—, él tiene mi corazón. Espero que tus hermanas no sean demasiado severas contigo cuando regreses junto a ellas con las manos vacías.

 

Entonces Tristran se acercó a Yvaine, le tomó la mano y saludó educadamente con la cabeza a la anciana.

 

—Todo arreglado —sentenció—. No hay nada de qué preocuparse.

 

—?Y el palanquín?

 

—Oh, mi madre viajará en palanquín. Tuve que prometerle que tarde o temprano iríamos a Stormhold, pero podemos tomarnos nuestro tiempo. Creo que deberíamos comprar un par de caballos y admirar el paisaje.

 

—?Y tu madre ha accedido?

 

—Al final, sí —dijo, gozoso—. Lamento haber interrumpido.

 

—Casi habíamos terminado —dijo Yvaine, y volvió a dedicar su atención a la menuda anciana.

 

—Mis hermanas serán severas, pero crueles —dijo la vieja bruja reina—. Sin embargo, agradezco el interés. Tienes un buen corazón, ni?a. Lástima que no pueda ser para mí.

 

La estrella se inclinó y, entonces, besó a la anciana en la arrugada mejilla, sintiendo cómo los duros pelos que la poblaban le ara?aban los suaves labios.

 

 

 

Luego la estrella y su amor verdadero se alejaron caminando hacia el muro.

 

—?Quién era esa vieja? —preguntó Tristran—. Me resultaba un poco familiar. ?Acaso ha ocurrido algo malo?

 

—Nada malo —le dijo ella—. Sólo era alguien que conocí por el camino.

 

A sus espaldas tenían las luces del mercado, las linternas, velas, farolillos brujos y resplandores mágicos, como un sue?o del cielo nocturno traído a la tierra. Ante sí, al otro lado del prado, al otro lado de la abertura de la pared, ahora sin guardas, estaba el pueblo de Muro. Las lámparas de aceite, las de gas y las velas ardían en las ventanas de las casas del pueblo. A Tristran le parecieron, entonces, tan distantes y tan inescrutables como el mundo de las mil y una noches.

 

Contempló las luces de Muro (se le reveló de pronto con certeza) durante la que sabía que sería la última vez. Las contempló durante largo rato, sin decir nada, con la estrella caída a su lado. Y entonces se dio la vuelta y juntos empezaron a andar hacia el Este.

 

 

 

 

 

Epílogo

 

 

 

Donde pueden diferenciarse varios finales

 

 

 

Fue considerado por muchos uno de los más gloriosos días en la historia de Stormhold: el día en que lady Una, largo tiempo perdida y creída muerta después de ser robada cuando ni?a por una bruja, volvió al reino de las monta?as. Hubo celebraciones y fuegos de artificio y regocijo (oficial y de la otra clase) durante semanas después de que su palanquín llegase en una procesión encabezada por tres elefantes.

 

La alegría de los habitantes de Stormhold y de todos sus dominios se elevó hasta niveles nunca antes alcanzados cuando lady Una anunció que, durante el tiempo que había estado ausente, había dado a luz un hijo, el cual ante la desaparición y presunta muerte de sus dos últimos hermanos era el legítimo heredero del torno. De hecho, les dijo, ya llevaba el Poder de Stormhold colgado del cuello. El heredero y su reciente esposa llegarían pronto (lady Una no podía concretar con mayor precisión la fecha de su llegada, cosa que al parecer le molestaba sobremanera). Mientras tanto, en ausencia de la pareja real, lady Una anunció que ella gobernaría Stormhold como regente. Cosa que hizo, e hizo bien, y los dominios sobre y alrededor del monte Huon prosperaron y florecieron bajo su gobierno.

 

Pasaron tres a?os más antes de que dos viajeros, sucios de polvo del camino, llegasen, sedientos y con los pies doloridos, a la ciudad de Cerrodecirros en las laderas más bajas del monte Huon propiamente dicho, donde tomaron habitación en una posada y pidieron agua caliente y una ba?era de hojalata. Se quedaron varios días en la posada, conversando con los demás clientes y huéspedes. La última noche de su estancia, la mujer, cuyos cabellos eran tan claros que casi parecían blancos, y que cojeaba ligeramente, miró al hombre a los ojos y dijo:

 

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