Este cuento me lo encargó Penthouse para el número de su vigésimo aniversario, en enero de 1985. Durante los dos a?os anteriores había estado sobreviviendo como joven periodista en las calles de Londres a base de entrevistar a celebridades para Penthouse y Knave, dos revistas ?porno? inglesas, mucho más insulsas que sus equivalentes americanas; bien mirado, fue muy instructivo.
Una vez le pregunté a una modelo si sentía que la estaban explotando. ??A mí??, dijo. Se llamaba Marie. ?Me pagan bien, cielo. Y es mejor que trabajar en el turno de noche en una fábrica de galletas de Bradford. Te diré a quién están explotando. A todos esos tíos que la compran. Los que se hacen pajas por mí cada mes. A ellos les están explotando?. Creo que este cuento empezó con aquella conversación.
Estaba satisfecho con el cuento cuando lo escribí: era la primera obra de ficción que había escrito que sonaba de algún modo a mí y no como si la hubiera escrito haciendo de otra persona. Me estaba acercando a un estilo. Para reunir datos para el cuento, fui a las oficinas de Docklands de Penthouse U.K. y allí hojeé veinte a?os de revistas encuadernadas. En el primer Penthouse salía mi amiga Dean Smith. Dean era maquilladora de Knave y resulta que había sido la primerísima Chica del A?o de Penthouse en 1965. Robé la nota publicitaria de Charlotte de 1965 directamente de la de Dean, lo de ?individualista renaciente? y todo eso. Las últimas noticias que tuve fueron que Penthouse estaba buscando a Dean para su celebración del vigesimoquinto aniversario. Ella había desaparecido. Salió en todos los periódicos.
Se me ocurrió, mientras miraba las dos décadas de Penthouse, que Penthouse y otras revistas como ésa no tenían absolutamente nada que ver con las mujeres y lo tenían absolutamente todo que ver con las fotografías de mujeres. ése fue el otro punto de partida del cuento.
Sólo el fin del mundo otra vez
Steve Jones y yo somos amigos desde hace quince a?os. Incluso editamos juntos un libro de poemas inmundos para ni?os. Esto significa que puede llamarme y decirme cosas como: ?Estoy haciendo una antología de relatos ambientados en Innsmouth, el pueblo ficticio de H. P. Lovecraft. Escríbeme uno?.
Este cuento surgió de unas cuantas cosas que cuajaron (de ahí es de donde los escritores sacamos nuestras ideas, por si os lo estabais preguntando). Una de esas cosas fue el libro del difunto Roger Zelazny, A Night in the Lonesome October (?Una noche en el octubre solitario?), que hace pasar un buen rato al lector con diversos personajes típicos del horror y de la fantasía: Roger me había dado un ejemplar de su libro unos meses antes de que yo escribiera este cuento y lo disfruté enormemente. En esa misma época más o menos, estaba leyendo un informe sobre el juicio a un hombre lobo francés que se celebró hace 300 a?os. Me di cuenta, mientras leía el testimonio de un testigo, de que el informe de ese juicio había inspirado el maravilloso relato de Saki Gabriel-Ernest y también la novela corta de James Branch Cabell The White Robe (?El manto blanco?), pero que tanto a Saki como a Cabell los habían educado demasiado bien como para que usaran el tema de los dedos vomitados, una prueba clave en el juicio. Lo que significaba que entonces todo dependía de mí.
Larry Talbot era el nombre del hombre lobo original, el que se encontró con Abbott y Costello.
Lobo de bahía
Ahí estaba ese Steve Jones otra vez. ?Quiero que me escribas uno de tus poemas cuento. Tiene que ser un cuento policíaco, ambientado en un futuro próximo. Quizá podrías utilizar el personaje de Larry Talbot de “Sólo el fin del mundo otra vez”?.
Daba la casualidad de que acababa de escribir en colaboración una adaptación a la pantalla de Beowulf, el antiguo poema narrativo inglés, y estaba ligeramente sorprendido por la cantidad de gente que, al entenderme mal, parecía pensar que acababa de escribir un episodio de Los vigilantes de la playa[2]. Así que empecé a escribir una versión de Beowulf como si fuera un episodio futurista de Los vigilantes de la playa para una antología de cuentos policíacos. Me parecía que era lo único sensato.
Mirad, yo no os hago sentir mal por los sitios de donde sacáis vuestras ideas.
Se lo podemos hacer al por mayor
Si los cuentos de este libro estuviesen en orden cronológico y no en la especie de orden extra?o y caprichoso de ?bueno, creo que así queda bien? en que los he puesto, éste sería el primero del libro. Una noche de 1983 me quedé dormido escuchando la radio. Cuando me dormí, estaba escuchando un programa sobre la compra al por mayor; cuando me desperté, estaban hablando sobre asesinos a sueldo. De ahí es de donde surgió el cuento.
Había estado leyendo muchos cuentos de John Collier antes de escribir esto. Al releerlo varios a?os después, vi que era un cuento de John Collier. No era tan bueno como un buen cuento de John Collier, ni estaba escrito tan bien como escribía él; pero aun así sigue siendo un cuento de Collier y no me había fijado cuando lo estaba escribiendo.