El bueno, el feo yla bruja

—Glenn… —me quejé a la vez que abría el sobre y mi voz se apagaba—. Umm —tartamudeé—, no intenta matarme, me ha pagado.

 

Glenn se inclinó para verlo y le mostré el interior del sobre. Soltó un taco en voz baja.

 

—?Cuánto crees que hay? —me preguntó cuando volví a cerrarlo y lo metí en mi bolso.

 

—Supongo que dieciocho mil. —Intenté parecer indiferente, aunque me delataron mis temblorosos dedos—. Es lo que me ofreció para limpiar su nombre. —Me aparté el pelo de los ojos, levanté la vista y me quedé sin respiración. En el espejo retrovisor vi reflejada la limusina Gray Ghost de Trent, aparcada en el carril para bomberos. No había estado ahí hacía un momento. Al menos yo no la había visto. Trent y Jonathan estaban de pie junto al vehículo. Glenn vio hacia dónde se dirigía mi atención y se giró.

 

—Oh —dijo y enseguida una preocupación cautelosa se reflejó en sus ojos—, Rachel, voy a acercarme a la taquilla de allí… —dijo se?alando—. Voy a hablar con la taquillera de la posibilidad de comprar asientos para el picnic de la AFI del a?o que viene. —Titubeó y cerró la puerta con un golpe seco. Sus dedos oscuros destacaron sobre la pintura roja—. ?No te importa?

 

—No. —Aparté la vista de Trent—. Gracias, Glenn. Si me mata, dile a tu padre que me ha encantado el coche.

 

Una breve sonrisa cruzó su rostro y se marchó.

 

Sus pasos se iban alejando y fijé la vista en el espejo retrovisor. Detrás de mí sonó el rugido de los aficionados al empezar el partido. Observé a Trent mientras mantenía una intensa conversación con Jonathan. Se apartó del alto hombre y se acercó con paso tranquilo y lento hacia mí. Tenía las manos en los bolsillos y buen aspecto. En realidad, más que bueno. Vestía unos pantalones informales, zapatos cómodos y un jersey de punto para protegerse del aire fresco bajo el que asomaba el cuello de una camisa de seda de color azul medianoche que contrastaba con su maravilloso bronceado. Una gorra de tweed proporcionaba sombra a sus ojos verdes y mantenía su fino pelo bajo control.

 

Se detuvo pausadamente junto a mí. Sus ojos no se apartaron de los míos ni un instante para mirar el coche. Arrastró los pies cuando se medio giró para mirar a Jonathan. Me sentaba como una patada en el estómago haberle ayudado a limpiar su nombre. Había asesinado al menos a dos personas en los últimos seis meses… una de ellas había sido Francis, y aquí estaba yo, sentada en el coche del brujo muerto.

 

No dije nada y me aferré al volante con mi mano buena, dejando el brazo roto apoyado en mi regazo, recordándome a mí misma que Trent me tenía miedo. En la radio, un locutor hablaba muy rápido y bajé el volumen al mínimo.

 

—He encontrado el dinero —dije a modo de saludo.

 

Trent entornó los ojos y se movió para colocarse junto al espejo retrovisor lateral, donde le daba sombra en la cara.

 

—De nada.

 

Lo miré fijamente.

 

—No te he dado las gracias.

 

—De nada de todas formas.

 

Apreté los labios. Capullo.

 

Trent posó la vista en mi brazo.

 

—?Cuánto tiempo tardará en curarse?

 

Parpadeé sorprendida.

 

—No mucho. Fue una fractura limpia. —Me llevé la mano al amuleto contra el dolor que llevaba al cuello—. Aunque hay da?os en el músculo, por eso no puedo moverlo todavía, pero me han dicho que no voy a necesitar rehabilitación. Volveré a trabajar en seis semanas.

 

—Bien, eso está muy bien.

 

Fue un breve comentario seguido de un largo silencio. Me quedé sentada en mi coche, preguntándome qué querría. Parecía nervioso. Sus cejas estaban arqueadas un poco demasiado altas. No tenía miedo y tampoco estaba preocupado. No podía adivinar qué quería.

 

—Piscary me dijo que nuestros padres trabajaban juntos —le dije—. ?Me ha mentido?

 

El sol se reflejó en el pelo blanco de Trent al negar con la cabeza.

 

—No.

 

Un carámbano de hielo se deslizó por mi columna. Me humedecí los labios y aparté una mota de polvo del volante.

 

—?Qué hacían? —pregunté sin darle importancia.

 

—Trabaja para mí y te lo contaré.

 

Lo miré a los ojos.

 

—Eres un ladrón, un tramposo, un asesino y un hombre muy poco agradable —le dije tranquilamente—. No me caes bien.

 

Se encogió de hombros con un gesto que le hizo parecer totalmente inofensivo.

 

—No soy un ladrón —dijo— y no me importa manipularte para obligarte a trabajar para mí cuando lo necesite. —Sonrió mostrando su perfecta dentadura—. De hecho, me divierte hacerlo.

 

Noté una ola de calor en la cara.

 

—Eres tan arrogante, Trent —dije deseando poder meter la marcha atrás y pasarle por encima del pie. Sonrió aun más abiertamente—. ?Qué? —le exigí.

 

—Me has llamado por mi nombre de pila. Me gusta.

 

Abrí la boca y luego la cerré.

 

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