El Código Enigma

La casa es una estructura alta y aislada que se alza en medio de un prado californiano que se eleva desde el Pacífico, a unos kilómetros de distancia. Desde allí llega un aire frío, a impulsos, como las olas en la playa. Lo primero que hace Avi al salir del coche es ponerse la chaqueta del traje.

 

Saca dos enormes maletines de ordenadores portátiles del portaequipaje, entra en la casa sin llamar (no ha estado nunca en esa casa en particular, pero ha estado en otras que funcionan por principios similares), se encuentra a Randy y Eb esperándole en una de las muchas habitaciones y saca de las bolsas como quince mil dólares en equipos informáticos portátiles. Los coloca sobre la mesa. Avi le da al botón de encendido de los dos portátiles y, mientras ejecutan lentamente la rutina de arranque, los enchufa a la pared para que no se les agoten las baterías. Un conductor de corriente con enchufes cada dieciocho pulgadas ha sido atornillado implacablemente a lo largo de cada pulgada de pared, atravesando el recubrimiento de paneles, agujeros en el recubrimiento, en el papel de ilusión óptica primitivo, en los paneles de imitación madera, en los viejos carteles de los Grateful Dead e incluso en la puerta torcida.

 

Uno de los portátiles está conectado a una impresora portátil diminuta, que Avi carga con unas hojas de papel. El otro portátil muestra unas líneas de texto en la pantalla, luego da un pitido y se detiene. Randy se acerca y lo mira con curiosidad. Muestra un indicador de sistema:

 

FILO

 

Que Randy sabe que significa Finux Loader, un programa que permite elegir el sistema operativo.

 

—Finux —murmura Avi, contestando a la pregunta que Randy no había formulado.

 

Randy teclea ?Finux? y le da a la tecla de retorno.

 

—?Cuántos sistemas operativos tienes en esta máquina?

 

—Windows 95 para los juegos, y para cuando necesito que algún idiota use el ordenador durante un rato —dice Avi—. Windows NT para cosas de oficina. BeOS para hacking y para manipular imágenes, fotografías y demás multimedia. Finux para composición de textos a gran escala.

 

—?Cuál quieres ahora?

 

—BeOS. Voy a mostrar muchos JPEG. ?Hay por aquí un retroproyector?

 

Randy mira a Eb, la única persona en la habitación que realmente vive allí. Eb parece más voluminoso de lo que es, y quizá sea porque el pelo parece que le vaya a estallar: de dos pies de largo, rubio con ligeros tintes pelirrojos, grueso y ondulado y con tendencia a solidificarse en hebras gruesas. La única forma de contenerlo, cuando se molesta en atarlo, es usar un cordón. Eb está garabateando en uno de esos peque?os ordenadores que usan un lápiz para escribir en la pantalla. Normalmente, los hackers no los utilizan, pero Eb (o más bien, una de las difuntas corporaciones de Eb) escribió el software para ese modelo y por tanto tiene muchos por ahí. Parece estar absorto en lo que sea que esté haciendo, pero después de que Randy le mire durante un par de segundos, percibe la mirada y levanta la cabeza. Tiene unos ojos verdes y pálidos, acompa?ados de una exuberante barba pelirroja, menos cuando se encuentra en una de sus fases de afeitado, que normalmente suelen coincidir con alguna relación romántica seria. Ahora mismo la barba tiene como media pulgada de largo, lo que indica una ruptura reciente, e implica la voluntad de aceptar nuevos retos.

 

—?Retroproyector? —dice Randy.

 

Eb cierra los ojos, que es lo que hace durante los accesos a memoria, luego se pone en pie y sale de la habitación.

 

La peque?a impresora comienza a lanzar papel. La primera línea de texto, centrada en lo alto de la página, es: ACUERDO DE CONFIDENCIALIDAD Y NO DIVULGACIóN. Siguen más líneas. Randy las ha visto, o similares, en tantas ocasiones que sus ojos pasan por encima de ellas y miran a otro lado. Lo único que cambia en cada ocasión es el nombre de la compa?ía: en este caso: EPIPHYTE(2) CORP.

 

—Bonitas gafas.

 

—Si crees que son raras, deberías ver lo que voy a ponerme después de la puesta de sol —dice Avi. Busca en una bolsa y saca un artefacto que es como un par de gafas sin lentes, con lo que parecen unas lámparas de casa de mu?ecas sobre cada ojo. Un cable corre hasta un juego de baterías con una pinza para sujetar al cinturón. Desliza un peque?o interruptor en las baterías y las lámparas se encienden: halógeno blanco azulado de aspecto muy caro.

 

Randy arquea las cejas.

 

—Para evitar el desarreglo horario —explica Avi—. Estoy adaptado a la hora de Asia. Y volveré allí en un par de días. Mientras esté aquí no quiero volver a la hora de la Costa Este.

 

—Por tanto ese sombrero y las gafas…

 

—Simulan la noche. Esto otro simula el día. Ya sabes, el cuerpo se guía por la luz y ajusta el reloj según lo que ve. Por cierto, ?os importaría cerrar las persianas'?

 

Las ventanas de la habitación miran al oeste, lo que ofrece una vista de la pendiente cubierta de hierba de Half Moon Bay. Es la última hora de la tarde y el sol atraviesa las ventanas. Randy saborea durante un momento la vista y luego deja caer las persianas.

 

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