El Código Enigma

 

Lawrence Pritchard Waterhouse entra en combate armado con un tercio de hoja de papel británico sobre el que han escrito algunas palabras que lo identifican como un pase para Bletchley Park. Algún oficial de clase alta ha escrito con su Mont Blanc su nombre y algunas otras cosas, las palabras TODAS LAS SECCIONES están rodeadas con un círculo, y está sellado, convertido en un beso de puta borroso con total despreocupación, lo que indica mayor Autoridad y Poder que la enga?osa claridad de un falsificador.

 

Encuentra el camino alrededor de la Mansión hasta el sendero estrecho situado entre aquella y la hilera de garajes de ladrillo rojo (o establos, como sería probable que los llamasen sus abuelos). Le parece un lugar más que agradable para fumarse un cigarrillo. El camino está bordeado de árboles, toda una barrera. El sol se está poniendo. Todavía está lo suficientemente alto para atravesar cualquier peque?o defecto que pueda encontrar en el perímetro defensivo del horizonte, por lo que rayos rojos le golpean sorprendentemente en los ojos mientras pasea de un lado a otro. Sabe que uno de ellos está atravesando de forma invisible el aire situado a varios pies sobre su cabeza, porque está traicionando una antena: un trozo de cable de cobre extendido desde la pared de la Mansión hasta un ciprés cercano. Refleja la luz exactamente de la misma forma que la fibra de la tela de ara?a con la que Waterhouse jugueteaba.

 

El sol se ocultará pronto; ya es de noche en Berlín, así como en la mayoría del imperio infernal que Hitler ha construido desde Calais hasta el Volga. Es hora de que los operadores de radio inicien su trabajo. La radio, en general, no dobla las esquinas. Lo que puede ser un verdadero problema cuando estás conquistando el mundo, que tiene el inconveniente de ser esférico, lo que sitúa a la mayor parte de tus unidades militares activas más allá del horizonte. Pero si empleas ondas cortas, puedes hacer rebotar la información en la ionosfera. Funciona mucho mejor cuando el sol no está en el cielo, llenando la atmósfera con ruido de banda ancha. Por tanto, los radiotelegrafistas, y la gente que los escucha a escondidas (lo que los británicos llaman el Servicio Y) son, por igual, seres nocturnos.

 

Como Waterhouse acaba de comprobar, la Mansión tiene un par de antenas. Pero Bletchley Park es una ara?a enorme y voraz que requiere para su alimentación de una red del tama?o de una nación. Ha visto pruebas suficientes, como los cables negros que trepan por las paredes de la Mansión y el olor y el zumbido de la congregación de teletipos, para saber que la red está al menos parcialmente compuesta de cables de cobre. Otra parte de la red está fabricada con materiales más bastos como asfalto y cemento.

 

La puerta se abre de par en par y un hombre montado en una motocicleta penetra en el sendero, bombardeando con los dos cilindros de la máquina; el ruido hiere la nariz de Waterhouse al pasar a su lado. Waterhouse lo sigue durante un tiempo, pero le pierde la pista después de unas cien yardas. Es aceptable; pronto llegarán más, a medida que el sistema nervioso de la Wehrmacht se despierte y el Servicio Y reciba sus se?ales.

 

El motociclista pasó a través de una pintoresca puerta que une dos edificios viejos. La puerta tiene en la parte alta una cúpula con una veleta y un reloj. Waterhouse la atraviesa y se encuentra en un patio cuadrado que evidentemente se remonta a cuando Bletchley Park era una preciada granja de Buckinghamshire. A la izquierda continua la línea de establos. En el tejado hay frontones, ahora manchados por la mierda de los pájaros. El edificio está repleto de palomas. Justo frente a él se encuentra una encantadora casa de ladrillos Ludor, lo único que ha visto hasta ahora que no es arquitectónicamente ofensivo. A su derecha hay un edificio de una planta. Información extra?a sale de ese edificio: el olor a aceite caliente de los teletipos, pero no el sonido del tecleo, sino más bien un zumbido mecánico y agudo.

 

Se abre una puerta en el establo y sale un hombre llevando una caja enorme, pero que evidentemente pesa poco, con un asa en la parte superior. Del interior surge un sonido de arrullos, y Waterhouse se da cuenta de que contiene palomas. Los pájaros del hastial no son salvajes, son palomas mensajeras. Portadoras de información, hilos en la red de Bletchley Park.

 

Se dirige al edificio que huele a aceite caliente y mira por la ventana.

 

A medida que cae la noche la luz comienza a filtrarse desde allí, lo que ofrece información a los aviones de reconocimiento alemanes, por lo que un conserje recorre el patio cerrando de un golpe las contraventanas oscuras.

 

Al final llega algo de información a los ojos de Waterhouse: al otro lado de la ventana hay hombres reunidos alrededor de una máquina. La mayoría de ellos lleva ropas de civil, y durante bastante tiempo han estado demasiado ocupados como para preocuparse de peines, navajas de afeitar o betún.

 

Los hombres están completamente concentrados en su trabajo, que está muy relacionado con la gran máquina. La máquina consiste en una gran estructura de tubos de acero, como el armazón de una cama puesto de pie. En diversas posiciones de la estructura hay tambores de metal del diámetro de un plato, de una pulgada más o menos de espesor. Han enhebrado una cinta de papel en una trayectoria desconcertantemente enrollada de tambor en tambor. Parece que se necesita una docena de yardas de cinta para enhebrar la máquina.

 

Uno de los hombres ha estado trabajando en una correa que va alrededor de uno de los tambores. Retrocede un poco y hace un gesto con la mano.

 

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