Se queda contemplando el despacho y se fija en unos originales de los planos de la Cúpula que hay enmarcados en la pared de encima del escritorio de su padre.
?Por qué está aquí?, vuelve a preguntarse. ?Será que su padre quiere presumir, estará intentando demostrarle algo? Como si Perdiz no supiese ya que es inteligente e impone respeto e incluso miedo…
—Con el resto de tipos de codificación no ha habido problemas. ?Por qué con la codificación conductiva sí? —pregunta el padre a los técnicos—. ?Alguien lo sabe? ?Alguna respuesta?
Perdiz tamborilea con los dedos sobre el brazo de la silla mientras observa los mechones de pelo gris de su padre, que parece enfadado; de hecho, se diría que le tiembla la cabeza de la rabia. No es la primera vez que ve cómo se apodera la ira de él desde el funeral de su hermano. Sedge murió cuando había completado la codificación y se disponía a ingresar en las Fuerzas Especiales, el cuerpo de élite que estaría compuesto por solo seis recién licenciados de la academia. ?Una tragedia?, así lo había calificado su padre, como si al definirlo de algún modo pudiese asimilarse mejor.
Los técnicos se miran entre sí y dicen:
—No, se?or, todavía no.
Su padre clava la vista en la pantalla, con el ce?o fruncido y su carnosa nariz colorada, para al cabo fijar la mirada en el chico, como si acabase de reparar en su presencia. Despacha a los técnicos con un gesto displicente y estos salen a toda prisa y se escabullen por la puerta. Perdiz se pregunta si suspirarán aliviados cada vez que se despiden de su padre, igual que él. ?Lo odiarán en secreto? No podría culparlos.
—Bueno —dice el chico, jugueteando con un asa de la mochila—, ?cómo va la cosa?
—Seguro que te preguntas por qué te he hecho venir.
Perdiz se encoge de hombros y contesta:
—?Felicidades atrasadas? —Cumplió diecisiete a?os hace casi diez meses.
—?Por tu cumplea?os? —se extra?a el padre—. ?No te llegó el regalo que te mandé?
—?Qué era? —pregunta Perdiz dándose toquecitos en la barbilla.
En realidad se acuerda: le regaló un bolígrafo muy caro con una bombillita en la punta. ?Para que puedas estudiar hasta tarde —había escrito su padre en la nota que acompa?aba al paquete— y les saques la delantera a tus compa?eros.? ?Recuerda su padre el regalo? Lo más probable es que no. ?Escribió tan siquiera él mismo la nota? Perdiz no reconocería la letra. Cuando era peque?o su madre solía escribir adivinanzas para que encontrasen los regalos que había escondido, y le contó que era una tradición que había empezado su padre cuando eran novios: acertijos rimados y regalos. Perdiz lo recuerda porque le extra?ó que hubiesen estado enamorados en algún momento y ya no fuese así. De lo que no se acuerda es de su padre en ningún cumplea?os.
—No te he hecho venir por nada relacionado con tu cumplea?os.
—Ah, entonces supongo que ahora viene lo del interés paterno por mi vida académica. Vas a preguntarme: ??Has aprendido algo importante??
Su padre deja escapar un suspiro. ?Le hablará alguien así? Probablemente no.
—?Has aprendido algo importante? —le pregunta.
—Pues que no fuimos los primeros en inventar una cúpula. Son prehistóricas: Newgrange, Knowth, Maeshowe, etcétera.
Su padre se recuesta en la silla y el cuero del respaldo re-china.
—Me acuerdo de la primera vez que vi una fotografía de Maeshowe; era un crío, tendría unos catorce a?os o así. Lo vi en un libro de enclaves prehistóricos. —Se detiene y se lleva la mano a la sien, que frota en un peque?o círculo—. Era una forma de perdurar, de construir algo duradero. Un legado. Se me quedó grabado en la mente.
—Yo creía que el legado de los hombres era tener descendencia.
El padre mira al hijo fijamente, como si acabase de aparecer en la habitación.
—Sí, tienes razón. Y esa es una de las razones por las que te he llamado. Hay cierta resistencia en determinados aspectos de tu codificación.
Los moldes de momia. Algo va mal.
—?Qué aspectos de mi codificación?
—El cuerpo y la mente de tu hermano se acoplaron fácilmente a la codificación… —comentó su padre—. Y tú eres muy parecido a él genéticamente pero…
—?Qué aspectos? —insistió en su pregunta Perdiz.
—Por extra?o que parezca, la codificación conductiva. Fuerza, velocidad, agilidad… todos los aspectos físicos van bien. ?Has notado algún efecto mental o físico? ?Falta de equilibrio? ?Pensamientos inusitados o recuerdos?
Los recuerdos, sí… Cada vez piensa más a menudo en su madre, pero no quiere contárselo a su padre.
—Sentí mucho frío nada más decirme que me llamabas. Todo el cuerpo, frío, frío.
—Interesante —dice su padre y, tal vez, por un segundo, el comentario hasta le duele.
Perdiz se?ala el cuadro de la pared.
—?Y estos planos originales? Son nuevos.
—Veinte a?os de servicio. Me los han regalado.
—Muy bonitos. Me gustan tus dise?os arquitectónicos.
—Nos salvaron.
—?Nos? —incide Perdiz entre dientes. Son los únicos que quedan ya, una familia reducida a un solo par enfrentado entre sí.
Y entonces, como si aquello marcase una transición natural, su padre empieza a hacerle preguntas sobre su madre antes de las Detonaciones, de las semanas previas a su muerte, y en concreto, sobre un viaje a la playa que hicieron madre e hijo solos.
—?Te dio unas pastillas para que te las tomaras? —le pregunta el padre.
Lo más probable es que haya gente al otro lado de la pared recubierta de pantallas de ordenador. Tiene un puesto de observación tras un espejo falso. O quizá no; a lo mejor su padre les ha hecho un gesto para que se marchasen ellos también. Pero los están grabando, es obligatorio. Hay una cámara acechando en cada esquina.
—No me acuerdo, era peque?o.
Pero sí que se acuerda de las pastillas azules. En teoría eran para prevenir la gripe pero parecían empeorarla. Temblaba de la fiebre bajo las mantas.
—Te llevó a la playa, ?no te acuerdas? Justo antes. Tu hermano no quiso ir porque tenía un partido, eran los campeonatos.
—A Sedge le encantaba el béisbol. Le encantaban muchas cosas.