Los chicos se levantan, rodean la hoguera en fila y caminan en mi dirección.
La flecha de Tor ha atravesado la masa brillante. Por una fracción de segundo, veo unas alas en el humo de la hoguera. Unas garras. Un golpe y la cosa se retuerce en el suelo, sobre hojas desparramadas y tierra, con la mitad de la flecha en alto. Sea lo que sea, no es mucho más grande que una zarigüeya, y tiene la misma rabia. Me estremezco. Una zarigüeya con alas. Los jugadores de fútbol llegan hasta mí y me escondo. Se me hiela la sangre cuando veo sus expresiones, las bocas flojas y los ojos desenfocados. Se mueven como si estuvieran drogados.
?Así me veía yo?
Un grito corta el aire y atrae mi atención de nuevo a Selwyn y Tor. Un siseo. Una voz como de metal contra cristal.
—Merlín.
Parpadeo, confundida.
?Merlín? ?Como el del rey Arturo?
Selwyn avanza hacia la criatura parpadeante que se retuerce por la flecha de Tor. Cinco finas puntas de luz nacen de los dedos de su mano extendida. Mueve la mu?eca con brusquedad y las lanzas de luz vuelan hacia el suelo. La criatura grita; Selwyn la ha inmovilizado como una mariposa en una tabla. Su risa grave me hace temblar.
—No soy un merlín cualquiera.
La criatura sisea con una rabia dolorosa.
—?Un mago del rey!
Selwyn esboza una sonrisa feroz.
—Mucho mejor.
El corazón me da un vuelco. Mago. Magia.
—Solo es uno peque?o, Sel. —Tor hace un mohín y pone otra flecha en el arco.
—Da igual lo peque?o que sea —objeta él—. No debería estar aquí.
La cosa se retuerce en sus ataduras y se oye un aleteo.
Sel chasquea la lengua.
—?Qué haces aquí, peque?o isel?
Pronuncia ?isel? alargando la ?e? de la segunda sílaba y con una mueca burlona.
—?Legendborn entrometidos! —El isel hace un ruido de desdén —. Asqueroso trai…
Sel le pisa el ala con fuerza. La criatura chilla.
—Basta de hablar de nosotros. ?Qué haces aquí?
—?Comer!
Sel pone los ojos en blanco.
—Eso ya lo hemos visto. Encontraste una chispa de agresividad y la avivaste hasta convertirla en un festín. Estabas tan concentrado en atiborrarte que ni siquiera nos has visto cuando estábamos justo debajo de ti. Pero ?tan lejos del campus? Eres una cosilla débil y miserable. Apenas corpóreo. Habría sido más fácil alimentarse allí, más cerca de la puerta.
Un sonido rítmico y chirriante nace del suelo donde yace atrapado el isel. Tardo un momento en asociar el sonido con una risa. Sel también lo oye y curva los labios hacia atrás.
—?Algo te hace gracia?
—Sí —grazna el isel—. Mucha.
—Escúpelo. No tenemos toda la noche —advierte Sel—. Más bien, tú no tienes toda la noche. Vas a morir aquí. ?Tampoco te has dado cuenta de eso?
—No es mi puerta —dice con aspereza.
Sel aprieta la mandíbula.
—?Qué quieres decir?
La criatura vuelve a reírse con un sonido átono e incómodo. Los ojos de Sel vuelan hacia Tor. La chica, que sigue apuntando al isel, niega con la cabeza y se encoge de hombros. Ninguno de los dos lo entiende.
—No es mi puerta. No es mi puerta…
Sin previo aviso, Sel cierra la mano en un pu?o con fuerza. Hay un rápido destello de luz y un grito que estremece los huesos; la forma parpadeante de la criatura estalla en polvo verde.
Tengo los pies clavados en el suelo.
?Van a encontrarme —pienso—, pero tengo demasiado miedo para correr?.
—Podría haber más. —Tor destensa la cuerda del arco. Sel agacha la cabeza, pensativo—. ?Sel? —Silencio—. ?Me has oído?
Levanta la vista y la mira.
—Te he oído.
—?Cazamos o no, mago del rey? —espeta ella.
Se vuelve para mirar al bosque contrario a mi escondite; la tensión irradia de su espalda y sus hombros. Toma una decisión.
—Cazamos. —Murmura una palabra que no entiendo y el humo plateado de antes vuelve a arremolinarse alrededor de la hoguera hasta que las llamas se apagan; el claro se queda a oscuras—. En marcha.
Contengo la respiración. Tor y Sel no se giran hacia mí. En cambio, se adentran en la sección del bosque que había escudri?ado. Espero hasta que oigo que las voces se alejan.
Incluso sin el miedo a lo que harían si me encontraran, tardo un rato en controlar el temblor de las extremidades. Por fin, se han ido.
Un segundo de silencio, dos, y los grillos vuelven a cantar. No me había dado cuenta de que habían parado.
Desde una rama alta, un pájaro emite un gorjeo silencioso e incierto. Exhalo de forma similar. Estoy bastante segura de que sé cómo se sienten. El isel era un monstruo imposible que de alguna manera se alimentaba de los humanos, pero Selwyn es algo peor.
Todos los seres vivos del bosque se han escondido de él.
Me quedo donde estoy un rato más, todavía paralizada, y luego corro. Corro tan deprisa como puedo a través de las sombras y no miro atrás.
3
Cuando atravieso los árboles, reduzco la velocidad y todos los pensamientos de lo imposible se desvanecen.
Las luces parpadean en azul y rojo bajo el cielo nocturno y un miedo pesado y agrio me llena el estómago. Un coche patrulla del sheriff del condado de Durham ha entrado en el aparcamiento y mis amigas están a su lado, hablando con un agente que sostiene un cuaderno.
Charlotte y el policía se dan cuenta de que me acerco. El oficial, un hombre blanco de unos cuarenta a?os, cierra la libreta y se lleva una mano a la cadera, como si quisiera recordarme que es inútil huir. La pistola enfundada en su otra cadera no pasa desapercibida.
Alice está escondida detrás de ellos, una sombra silenciosa con la cabeza inclinada. El pelo le cae hacia delante en una espesa cortina negra y le oculta el rostro. La visión me provoca una punzada en el corazón.
Cuando llego hasta el coche, el agente mira a Charlotte.
—?Esta es su amiga? —Charlotte asiente y continúa con las explicaciones y las disculpas.
Me acerco a Alice y la observo.
—?Estás bien? —No responde ni me mira a los ojos. Le toco el hombro, pero se retuerce para alejarse de mis dedos—. Alice…
—Ahora que ya estamos todos… —dice el policía. Con un largo suspiro, se acerca al lado del conductor del coche patrulla y se apoya en el capó. Se toma su tiempo y sé que lo hace a propósito —. Se?orita Simpson, es libre de irse con una advertencia. La próxima vez, será una multa. ?Se?orita Chen y se?orita…?
Inclina la cabeza hacia mí, expectante, y levanta una ceja.
Trago con el corazón todavía acelerado.
—Matthews.
—Ajá. —Se?ala con la cabeza el asiento trasero del coche patrulla—. Vengan conmigo.
*